Pensamiento económico en los primeros siglos: La economía divina de Dios en el cristianismo primitivo

El presente ensayo reflexivo, tiene como finalidad indagar sobre una revisión retrospectiva en la historia del pensamiento económico, con el objeto de poder precisar algunos elementos divergentes en la connotación etimológica y pragmática del término economía o en su defecto de la ciencia económica.

Para este abordaje se utilizaron técnicas propias del investigador, procedimientos intelectuales que reflejan las destrezas cognitivas propias del ser humano, tales como la reflexión, la comprensión, el análisis, la síntesis, entre otros aspectos. Bajo una metodología cualitativa, se estudio un evento especifico suscitado en la historia de la humanidad, a través de la revisión documental, con procedimientos hermenéuticos y heurísticos se logro perfilar una fase en la historia sobre el pensamiento económico en el cristianismo primitivo de los primeros siglos, después del acontecimiento religioso más importante y trascendental para la historia de la humanidad: La vida, muerte y resurrección del Hijo de Dios.

Finalmente, el aporte más significativo de este ensayo quedo centrado en postular una época que no se aborda en su totalidad por autores que estudian las ciencias económicas, debido al fragmento temporal que se suscito en dicha época. Sin embargo, ello no induce, que no hubo pensamiento económico, o que no hubo pensadores exclusivos en la materia.

Dado que el pensamiento económico en los sistemas está supeditado por el entorno y el contexto ello influencio de manera profunda en el pensamiento de la época. Con ello se afirma que, el pensamiento económico estuvo plegado de connotaciones espirituales y religiosas en búsqueda de la construcción de un nuevo mundo plegado a las enseñanzas divinas que nos dejo la Palabra de Dios, y que con tales principios muchos pensadores de la época transfiguraron toda ciencia, todo arte bajo ese norte celestial el cual estaba concebido en la “economía divina de Dios”.

Preámbulo

Los pensadores helenísticos y romanos se habían esforzado por explicar las nuevas magnitudes de la actividad política, la ampliación del espacio, la centralización del poder y el aumento sin precedentes del electorado, pero terminaron por confesar que no podían ofrecer nuevas construcciones teóricas que fueran políticas e inteligibles al mismo tiempo. En tal sentido, probablemente, el aporte más significativo del cristianismo en materia de pensamiento político fue (fundamentalmente durante el desarrollo de la Edad Media) la concepción que entiende al Estado desde un punto de vista negativo; esto es, como remedio para resolver la naturaleza malvada del hombre, y en la cual el Estado es visto sobre todo como una dura necesidad y considerado desde su aspecto represivo.

Desde este punto de vista el cristianismo puede ser entendido como articulador de un proceso profundo de cambios en relación a la concepción del Estado propia del pensamiento griego, aunque también como una continuidad del antecedente trazado por el pensamiento estoico en general, y lo expresado por pensadores como Cicerón o Séneca en particular.

No obstante, el cristianismo, en su fase inicial, profesaba una resuelta indiferencia hacia las cuestiones políticas y sociales. Esperanzados como estaban en que los «últimos días» eran inminentes, ¿qué necesidad tenían de recurrir a la actividad política, si el orden político era parte de un esquema destinado a desaparecer en el Apocalipsis?

La importancia del pensamiento cristiano para la tradición política occidental reside, no tanto en su actitud ante el orden político, sino primordialmente en su actitud ante el orden religioso. El intento de los cristianos por comprender su propia vida grupal proporcionó una nueva y muy necesaria fuente de ideas al pensamiento político occidental.

El cristianismo tuvo éxito allí donde habían fracasado las filosofías helenística y clásica del último período, porque propuso un ideal de comunidad nuevo y vigoroso, que convocaba a los hombres a una vida de participación significativa. Los intereses que contribuyeron a la creación del cristianismo fueron intereses religiosos y el cristianismo era una doctrina de salvación, no una filosofía ni una teoría política.

En el cristianismo subyacen nociones destinadas a definir la naturaleza de la nueva sociedad, ello no podía dejar de tener efectos perturbadores sobre las ideas políticas tradicionales. El desentendimiento cristiano constituyó un desafío fundamental a la sociedad política. En lugar de la protesta individual del cínico o el estoico, el orden político se hallaba ante una situación sin precedentes, donde los que no tenían compromisos políticos se habían unido en una sociedad de características particulares, y donde el desentendimiento político era acompañado por el redescubrimiento de la comunidad en sentido trascendentalista… los cristianos primitivos consideraban superior su propia sociedad. (*)

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Después de la venida, muerte y resurrección de Jesús, el término economía, el cual había sido motivo para el pensamiento en la época grecorromana, pasó por una notable connotación etimológica. Así, la concepción ética y moralista que Platón, Aristóteles, Jenofonte, por ejemplo, que le habían otorgado, sufrió una metamorfosis de carácter religioso-espiritual.

Es por ello, que en los primeros siglos del cristianismo primitivo “la economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación publica antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (DV 4). Sin embargo, aunque la revelación esté acabada, no está completamente explicitada, corresponde a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido […]

Con éstos argumentos, parece lógico comprender, por qué la historia del pensamientos económico pasa inadvertida en esta época para el análisis del pensamiento en economía, ya que, como puede notarse, la venida, muerte y resurrección de Jesús, así como la prédica del amor y el cumplimiento de la palabra de Dios, pasa a ser el centro único de la vida en la sociedad occidental.

Ahora bien, buscando minuciosamente en los primeros siglos del cristianismo cualquier evidencia de pensamiento económico, se puede partir, primero, por el análisis del uso etimológico que para ese momento tenía el término economía.

En ese sentido, la palabra oikonomia –de oikos, casa u hogar, y nomos, uso, costumbre o ley-, originalmente significaba el arte de gobernar [administrar] la casa. En el período helenístico, el término se aplicó indistintamente a la administración de una propiedad por parte de su dueño, al cuidado de la casa por parte de la esposa o al orden del cosmos.

También tenía otra connotación relacionada con el conjunto de condiciones que permiten gestionar adecuadamente algo complejo. De igual manera, los gramáticos griegos utilizaron el termino oikonomia para referirse a la organización de un poema o al modo de disponer un argumento para que la historia sea convincente o alcance su desenlace.

Sin embargo, en la época del cristianismo, la economía de la salvación, según los Padres de la Iglesia -entre ellos los primeros pensadores cristianos que sirven del término, San Ignacio de Antioquia, San Justino Mártir y San Ireneo de Lyon-, utilizaron el término oikonomia para describir la dispensación –o distribución- de las personas de la Trinidad en relación con la acción salvífica del Hijo en el mundo.

Al respecto, Jean De Groot* afirma, que el término no tiene que ver con el misterio de la vida intratrinitaria, sino con el modo en que Dios se revela a sí mismo al hombre. Es decir, los pensadores cristianos lo connotaban como la intervención de Dios en la historia humana. Igualmente, Witnnes Lee*, afirma que la revelación bíblica de la economía de Dios, es su ley o administración domestica, la cual consiste en impartirse como vida a los miembros de la familia de la fe, los que se han unido a Dios y los unos a los otros por medio de la fe en Cristo. Las riquezas de Dios son Él mismo y ello produce la edificación del Cuerpo de Cristo.

En suma, una economía divina […] indica las reglas por las que se rige la administración del inmenso tesoro de gracia adquirido por Jesucristo mediante su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección, para la salvación eterna de las mujeres y los hombres en la tierra.

La terminología oikonomia -en el sentido religioso-, fue empleada por Pablo en Efesios 1:10 como: “el modo en que Dios lleva a cabo la historia de la salvación…” obviamente, la analogía entre el significado etimológico de economía, alude al cumplimiento de la ley de Dios en su hogar, es decir, en el mundo de los hombres. Con respecto al término “economía de Dios”, “economía divina”, “economía salvífica o de la salvación”, se encuentran en los escritos de San Josemaría y en los primeros Padres de la Iglesia, y que según De Groot refleja la conexión y relación entre ambos pensamientos.

Para adentrarse en el opaco y débil pensamiento económico como tal en el cristianismo de los primeros siglos, se abordará –más que la búsqueda de aquellas ideas que impregnaron el pensar en la época-, la connotación y la visión que para la sociedad primitiva tenía la expresión economía, vista como “el plan divino de Dios”.

En este orden de ideas, los Padres de la Iglesia destacan, como un aspecto importante de la economía de Dios, que antes de la entrada de Cristo en el mundo, no podía advertirse el significado acabado del Antiguo Testamento. Luego en cambio, se comprende que de acuerdo con el plan divino, Jesucristo es el nuevo Adán. De ese modo, la Encarnación y Resurrección constituyen el plan o designio divino para redimir al hombre y a la naturaleza. En fin, “la oikonomia remite, en definitiva a una sintaxis o lógica de la redención que refleja la voluntaria observancia por parte de Dios de las reglas de la naturaleza que Él instituye con la creación (De Groot)

Con lo expuesto anteriormente, se puede afirmar que el hecho de no existir documentación escrita que aboguen un pensar reflexivo acerca de la economía, como en otras épocas, se debió principalmente a que la economía en el cristianismo primitivo estaba abocada hacia la consecución del bien espiritual y religioso profesado por Jesús. La sociedad de los primeros siglos, tuvo la satisfactoria responsabilidad de civilizar y educar en la fe, de edificar la iglesia nueva en Cristo, de lograr un matiz perfecto (hermenéuticamente) de las sagradas escrituras, en forma tal, que en dicha época debían ocuparse más en la producción y difusión del texto sagrado que interconectaba dos épocas que describían el plan divino de Dios –la Biblia-, más que ocuparse en crear leyes o teorías económicas.

Asimismo, se presume por las evidencias y narraciones históricas, que el acontecimiento de la vida y muerte de Jesús el hijo de Dios, marcó y constituyó una ruptura entre el hombre de dos épocas distintas. Los primeros siglos, representaban la bienvenida y la oportunidad que Dios concedía al hombre para renovar su fe, para casarse y construir la nueva iglesia, para dibujar una nueva vida en el mundo. La economía divina en el cristianismo primitivo, estuvo instaurada sobre los ideales humanos, espirituales, religiosos, éticos y morales fundados estos en el amor y la fe, por el bien común de la sociedad profesada por Jesús. El pasaje bíblico donde Jesús arremete contra los mercaderes del templo, fue quizás la mejor enseñanza y el mejor recuerdo de su posición y actitud ante dichas posturas y prácticas de índole económico.

Por otra parte, en el cristianismo primitivo, se entendía que la “economía de Dios” abarcaba el Antiguo Testamento revelada a Moisés y la del Nuevo Testamento revelada a Pablo. Según Do Yung Lan*, la economía en ambos casos tiene como resultado el amor, el cual constituye el cimiento y el resultado de la economía de Dios. Este autor sostiene que la base de la economía de Dios es el amor y ello se ve claramente reflejado en el A.T. –por ejemplo-, en las dos tablas con los diez mandamientos. Así, los primeros cinco mandamientos se resumen en amar a Dios, y los últimos cinco se resumen en amar al prójimo. Este autor cita en Timoteo 1:3-4 a Pablo, donde éste exhorta a “las personas a que no impartiesen otras enseñanzas ni se ocuparan de mitos y genealogías interminables, que promovían discusiones y no la economía de Dios, la cual se funda en la fe”. Asimismo, -el autor atribuye a Pablo-, cuando enseña “no quiere (Pablo) que vivamos más por la razón ni por la mente, pues eso produce enseñanzas diferentes, sino que vivamos y andemos por el Espíritu. El deseo de Dios es trabajar. Su economía en nuestra fe subjetiva, porque solamente la enseñanza saludable produce crecimiento de vida en nosotros…” Pablo dice también que “el propósito es el amor nacido de corazón limpio y de buena conciencia y de fe no fingida”. (Do Yung Lan).

Ante evidencias escritas como éstas, se puede notar que el mandato de Pablo, prácticamente anula toda posibilidad de otra historia para los buscadores del pensamiento económico en el cristianismo primitivo. Así, se puede inferir que Pablo promovió en el pueblo -durante los primeros siglos-, el abandono a todo pensamiento estéril de índole terrenal, a su vez que inculcó una vocación de carácter trascendental, dando fuerza así a la convicción de fe en la economía divina y salvífica de Dios.

Al respecto, Santo Tomas afirma que la economía salvífica de Dios para el hombre se ha cumplido. Cristo al encarnarse, asume la naturaleza humana… dicha encarnación es signo de solidaridad y amor hacia todos los hombres. Al encarnarse Dios hizo suya la historia y logró que la historia cronológica –temporal- se convirtiera en historia salvífica de la salvación redimida. Siendo ello así, Dios planificó el júbilo y celebración de la resurrección de su hijo en los primeros siglos, sería absurdo pensar revertir la Ley de Dios, ello refuerza aún más por qué existe un baúl escaso de pensadores de la economía en el cristianismo primitivo.

Todo ello queda explícito ya que “la glorificación de la humanidad de Cristo ocurrida en el momento de su resurrección implica una transformación total del ser humano y de todo lo creado… a partir de la resurrección surge, entonces, un destino trascendente y eterno para todos los hombres, porque existe la posibilidad de salvarse”. Ante un hecho de esta magnitud y repercusión social el propio Smith hubiese abocado su pensamiento y su vida a la búsqueda y el encuentro con Dios.

En definitiva, puede decirse que el contexto histórico en los primeros siglos irradiado por un manto de espiritualidad, obligó la atención de los hombres hacia el pensamiento ético y moral centrado en la vida religiosa y espiritual, encadenada al amor y al mandato de Dios. Sin embargo, puede inferirse que el pensamiento económico (entendido como tal para la época) estuvo focalizado hacia hechos como la pobreza, la riqueza, el amor al prójimo y el bien común. A modo de espejo, se puede citar a Pastor de Hermas* (145-155) el cual expresa:

Riqueza y pobreza. Así como la piedra redonda no puede convertirse en sillar si no es cortándola y quitando algo de ella, así también los ricos en este siglo no pueden hacerse útiles para el Señor si no se les recorta su riqueza. Por ti mismo puedes saberlo en primer lugar: cuando eras rico eras inútil, pero ahora eres útil y provechoso para la vida…

El rico tiene realmente mucho dinero, pero con respecto al Señor es pobre, arrastrado como anda tras su riqueza. Muy pocas veces hace su acción de gracias y su oración ante el Señor, y aun cuando lo hace es con brevedad, sin intensidad y sin fuerza para penetrar hasta lo alto. Pero cuando el rico se entrelaza con el pobre y le proporciona lo necesario creyendo que podrá encontrar en Dios la recompensa de lo que hubiere hecho por el pobre—ya que el pobre es rico en la oración y en la acción de gracias, y sus peticiones tienen gran fuerza delante de Dios—entonces el rico atiende al pobre en todas las cosas sin reservas.

Por su parte, el pobre, atendido por el rico, ruega por él y da gracias a Dios por aquel de quien recibe beneficios. Y entonces el rico todavía toma mayor interés por el pobre, para no hallarse falto de nada en su vida, pues sabe que la oración del pobre es rica y aceptable delante de Dios. De esta suerte, uno y otro llevan a cabo su obra en común: el pobre coopera con su oración, en la que es rico, habiéndola recibido del Señor y devolviéndola al mismo Señor que se la había dado. A su vez, el rico pone a disposición del pobre sin reservas la riqueza que recibió del Señor.

Es ésta una gran obra agradable a Dios, con la que muestra que entiende el sentido de sus riquezas poniendo a disposición del pobre los dones del Señor y cumpliendo rectamente el servicio que el Señor le encomendara… De esta forma, los pobres, rogando al Señor por los ricos dan pleno sentido a la riqueza de éstos, y a su vez, los ricos, socorriendo a los pobres alcanzan la plenitud de lo que falta a sus almas. Con ello se hacen unos y otros colaboradores en la obra de justicia. Por tanto, el que así obrare no será abandonado de Dios, sino que quedará escrito en el libro de los vivos. Bienaventurados los que tienen y entienden que sus riquezas las tienen del Señor: porque el que entiende esto podrá cumplir el servicio debido…

De igual manera, Tertuliano* (160-220) manifiesta el aguzado sentido de separación respecto al orden político y lo deja reflejado en la siguiente cita: …el hecho de que Cristo rechazó un reino terrenal debería bastar para convencerte de que todos los poderes y dignidades profanos son, no solamente ajenos a Dios, sino hostiles a él», o bien,…Eres extranjero en este mundo, y ciudadano de la ciudad de Jerusalén, que está allá arriba».

Para concluir, puede objetarse la afirmación por parte de algunos autores en la historia del pensamiento económico, la inexistencia de un pensamiento económico; lógicamente jamás se encontraran legados de teorías y reflexiones económicas -como a partir de los escolásticos y mas definidos en la Fisiocracia-, pero si puede sugerirse y establecerse, por etapas cronológicas, una “tipología” desde el punto de vista del manejo del término economía.

Así, en los primeros siglos puede insinuarse que hubo un pensamiento económico de carácter cristiano. Sin embargo, desde el punto de vista económico científico, la inexistencia de tal pensamiento se debió a que en tiempos de la polis griega y del imperio ateniense y luego en la época romana…no existían los problemas en magnitud que hoy competen a la ciencia económica. Al respecto Galbraith* sostiene que:

La actividad económica básica era tanto en Grecia como en Roma la agricultura, la unidad de producción era el hogar, y la fuerza de trabajo era los esclavos. La vida intelectual, política y cultural, y en buena medida la vida residencial, se concentraban en las ciudades, y por eso la historia de aquel periodo es la historia de los centro urbanos…no eran centros económicos en su significado actual…había mercados y artesanos, en su mayoría esclavos, pero poca actividad industrial en el sentido que hoy se atribuye al termino.

Sin embargo, antes del cristianismo primitivo Aristóteles figura como la imagen principal que deja escritos tratando cuestiones económicas “y por cierto no proporciona muchos elementos de juicio” (Galbraith). Sus reflexiones tenían un notable acento ético y “la razón más importante de que en el mundo antiguo se atendiera a las cuestiones éticas, desechando las económicas, es la existencia de la esclavitud”. Al respecto, González* argumenta que:

Dejando a un lado otras infinitas diferencias, basta recordar la esclavitud que entraba como un elemento constitutivo en la organización de las antiguas sociedades, para convencerse de que la Economía política de Grecia y Roma, no pedía ser la Economía política de la moderna Europa. Uno de los más difíciles problemas de cuya solución se ocupa la moderna Economía política, es el que se refiere al mejoramiento y bienestar de las clases obreras y a la extinción ó remedios del pauperismo.

Pero este problema, o no existía o cuando menos no podía existir con las mismas condiciones en las sociedades en que los esclavos, que constituían entonces la clase obrera, eran considerados como cosas y no eran admitidos a la participación de los derechos civiles, como lo son, si no siempre en la práctica, a lo menos en principio, los obreros de nuestra sociedad.

El cristianismo, cuya misión divina sobre la tierra es la rehabilitación intelectual y moral del hombre en este mundo, abriéndole de esta suerte el camino para llegar a la consumación de esta doble rehabilitación en el seno de Dios; el cristianismo, que marcha siempre a su objeto y realiza sus destinos en el mundo, apoyándose sobre el gran principio de la caridad divina, no puede avenirse con esas frías teorías, que sólo se ocupan del modo de acumular riquezas sin cuento en las manos del poderoso; que sacrifican la humanidad pobre a la humanidad rica, y que enseñan prácticamente a esta a pasar con indiferencia al lado de aquella.

Y es por ello que, según González, bajo la influencia de la enseñanza católica, no tardó en levantarse una nueva escuela de Economía Política en oposición con la escuela egoísta de Smith, Say y sus discípulos. Algunos hombres reflexivos, reconociendo las funestas consecuencias prácticas de las teorías de la escuela inglesa, dieron a la Economía política un carácter más humanitario, más benéfico, más fecundo y más en armonía con la dignidad del hombre, haciendo entrar en la ciencia el principio moral y el principio de beneficencia cristiana.

González comenta en una marcha retrógrada, y llegando hasta la antigüedad pagana, que las naciones cultas anteriores al cristianismo, eran completamente extrañas a las nociones de Economía política. Cierto, que no encontraremos entre los antiguos, ni tratados especiales y exclusivos de esta ciencia, ni el examen y discusión de todas las doctrinas y problemas que abarca este estudio en nuestro siglo; pero esto no prueba de ninguna manera que sus sabios no meditaron sobre estos problemas.

Si no escribieron tratados especiales de Economía política, fue porque acostumbraban a separar la Economía de la Política. La constitución especial de la familia entre los antiguos, aun con respecto a las naciones más civilizadas, como Grecia y Roma, constitución de condiciones completamente diferentes de las que recibió después bajo la influencia benéfica y regeneradora del cristianismo, hacía necesaria una ciencia especial, a la que apellidaban Económica, y que consideraban como distinta y separada de la Política.

Sin embargo, en esa Economía, y sobre todo en la ciencia que apellidaban Política, hacían entrar, bajo una forma u otra, muchos de los principales problemas que hoy se consideran como propios de la Economía política. Testigos la República de Platón la Económica y la Política de Aristóteles, y los libros De officiis de Cicerón, en que se hallan tratadas muchas cuestiones económico-políticas, bien que en relación con las instituciones sociales de aquel tiempo.

Por otra parte, es preciso tener en cuenta que la organización social de los antiguos era esencialmente diferente de la que han llegado a alcanzar las naciones modernas, formadas sobre las doctrinas e ideas traídas al mundo por el cristianismo, y sujetas por espacio de muchos siglos a su acción lenta, pero segura y esencialmente civilizadora.

Para finalizar, Jennifer A. Glancy* tiene numerosos estudios sobre los primeros tiempos del cristianismo incluyendo su libro «Esclavitud en el judaísmo helenístico y el Nuevo Testamento», indaga acerca de cómo asumió el cristianismo en sus primeros siglos, la relación con una institución económica y social muy extendida como era la esclavitud.

Cuando el cristianismo penetra en el mundo romano en los primeros siglos de esa era, encuentra a la esclavitud como un sistema generalizado. Algunos cálculos sostienen que en promedio en el Imperio había un esclavo por cada persona libre. El sistema económico se montaba sobre la esclavitud.

En el Antiguo Testamento, la esclavitud es asumida como una institución normal. Hay personajes bíblicos que tienen hijos con la esclava, al margen del matrimonio y eso no es condenado. El mismo pueblo de Israel cuando sale de Egipto, debe esperar a que pase una generación, para que no entren a la Tierra Prometida, quienes habían vivido en esclavitud.

En el Nuevo Testamento, las referencias a la esclavitud están casi ausentes, pese a que ella existía entre los judíos. La autora sostiene que algunas de las parábolas del Evangelio, en la traducción se modificó el concepto original de esclavitud, por el de servidores, evitándose así referencias de Jesús a la esclavitud que la hubieran convalidado explícitamente.

Pero también sostiene que la esclavitud influyó por otra vía en el cristianismo primitivo, dado que de la esclavitud surgió el ascetismo y la valorización por el sacrificio y el castigo del propio cuerpo. Se consideraba que esa era la característica del esclavo, que no podía decir sobre él y que por esta razón caía en la deshonra. Por esta razón, la reacción ascética buscaba confrontar con la situación de los esclavos que no podían hacer lo que hacían los ascetas en la búsqueda de la perfección.

Finalmente, con respecto a la historia del pensamiento económico en la era cristiana Galbraith* argumenta que:

“…la era romana, si no la misma Roma, dejo también otro legado quizás todavía más importante que fue la Cristiandad…la cristiandad tuvo tres efectos duraderos. Uno se logro mediante el ejemplo que sentó; otro, a través de las creencias y actitudes sociales que inculco, y un tercero, por medio de las leyes económicas especificas que hubo de apoyar o de necesitar”.

Jesús demostró la inexistencia de un derecho divino de los privilegiados, desafió a los poderes constituidos de la monarquía de Herodes, y por consiguiente el poder mucho mas majestuoso del imperio romano, convirtiéndose en un ejemplo a citar. Jesús al atacar a los dueños de la propiedad y del poder en Jerusalén (en términos denigrantes los usureros y cambistas del templo) era en definitiva su modelo. Legitimando la revuelta contra el poder perverso o económicamente opresor (Galbraith).

“la principal de las actitudes sociales perpetuadas por el cristianismo sienta el principio de la igualdad de todos los seres humanos. Siendo todos hijos de Dios, comparten por igual la fraternidad humana” (Galbraith). Por ello, temas como el de la riqueza, la esclavitud y la pobreza fueron los más tratados por los Santos de la época. Según Galbraith, la doctrina cristiana primitiva condenaba seriamente el cobro de intereses, pero las dudas cristianas acerca de la licitud del préstamo con intereses nunca fueron disipadas por completo. Sin embargo, ello fue el preámbulo para el pensamiento que se originó posteriormente con los pensadores escolásticos y en la Edad Media.

Cuadro No. 1

Tipología cronológica de la economía según su acepción etimológica

Época

Tipo de economía

Característica principal

Grecorromana. A.d C. Economía jurídica y política Leyes romana
Después de Cristo. Primeros siglos Economía cristiana Amor y fe, leyes de Dios
Escolástica Edad Media Economía ética-religiosa
Economía fisiócrata Agricultura y esclavitud
Economía mercantil Metalismo
Economía socialista y comunista Propiedad privada e igualdad social
Economía de mercado Competencia
Economía de comunión Fraternidad

Fuente: Rincón 2008.

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Rincón Soto Idana Berosca. (2008, septiembre 9). Pensamiento económico en los primeros siglos: La economía divina de Dios en el cristianismo primitivo. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/pensamiento-economico-primeros-siglos-economia-divina-dios-cristianismo/
Rincón Soto Idana Berosca. "Pensamiento económico en los primeros siglos: La economía divina de Dios en el cristianismo primitivo". gestiopolis. 9 septiembre 2008. Web. <https://www.gestiopolis.com/pensamiento-economico-primeros-siglos-economia-divina-dios-cristianismo/>.
Rincón Soto Idana Berosca. "Pensamiento económico en los primeros siglos: La economía divina de Dios en el cristianismo primitivo". gestiopolis. septiembre 9, 2008. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/pensamiento-economico-primeros-siglos-economia-divina-dios-cristianismo/.
Rincón Soto Idana Berosca. Pensamiento económico en los primeros siglos: La economía divina de Dios en el cristianismo primitivo [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/pensamiento-economico-primeros-siglos-economia-divina-dios-cristianismo/> [Citado el ].
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