Por una sociedad participativa en Uruguay

Espectros se mueven por el mundo: el espectro de la inflación, el de la desocupación, el de la droga, el de la violencia. . . . entre tantos otros. Son espectros que tienen dimensiones múltiples, no sólo dimensiones económicas. Y como abarcan los aspectos exteriores e interiores del hombre, la teoría económica no tiene capacidad para exorcizarlo.

El hecho real es que sobre el mundo se ciernen momentos difíciles. El tejido de la sociedad se va disgregando permanentemente, corroyéndose, viviendo en estado tan solo angustia. Es necesario, fundamental, potenciar una sociedad participativa que se revele como la cuarta sociedad en aproximadamente dos mil años y que se presente rápida y dinámicamente en este siglo XXI. De lo contrario el caos generalizado.

Reflexionemos: de la sociedad romana hemos pasado lenta y gradualmente -después de la disolución del Imperio Romano y el período de transición romano-bárbaro- a la sociedad feudal. Un salto y llegamos a la sociedad capitalista que viene dominando la historia – con contradicciones internas e internacionales- desde la Revolución Francesa hasta este momento en que escribo. Toda esta evolución se ha visto acompañada por el simultáneo hundimiento de valores que en una época le habían construido a la sociedad mundial su tejido conectivo.

El derrumbe de los valores

Superado el penoso período de las dictaduras en este Cono Sur -y en otros países de América- los nuevos gobiernos democráticos que con un alentador discurso prometieron bienestar y cambios radicales a favor de una nueva sociedad de bienestar -denominándose de izquierda o autodenominándose “progresistas”- sólo vienen provocando angustia y desconfianza, Cabe aquí la pregunta: ¿podemos sobrevivir al marasmo en el que estamos confundiéndonos cada vez más? ¿Habrá un futuro donde el hombre se reencuentre a sí mismo?..

Lo que más preocupa -y sin respuesta inmediata- son las interrogantes que en Uruguay -como en otros países de Iberoamérica- se están planteando cada vez más intensamente los jóvenes. Cuidado ¡ cuando el hombre ha perdido la confianza en sí mismo y en su entorno, puede llegar a perderse a sí mismo. Las cifras de la delincuencia en nuestro país así lo indican; el abandono de los “niños de la calle” son testigos; la venta de bebés es cruel y lamentable y podríamos seguir con otras manifestaciones: “carritos”; variados malabarismos o la insistente solicitud del “pesito”” ante los semáforos.

“¿Es posible cambiar la sociedad en la cual estamos entremezclados y en la cual estamos para ser fagocitados? ¿O no nos queda más que aguardar, neciamente el final catastrófico que nos espera en el fondo? (Zampetti) Es acertado considerar que la crisis de las sociedades modernas -en particular la iberoamericana – que no es más que la de una sociedad emergente (Colombres)- es una crisis prioritariamente cultural y si no se toma conciencia de ello no habrá una salida posible. Si se continúa viendo a la cultura como un mero adorno y, muchas veces como “pasa tiempo” en carreras sin destino y, a su vez, el presupuesto del Estado lo continúa degradando por razones de “ajuste”, el abismo entre una sociedad moderna y la que mantiene perfiles del medioevo seguirá agravándose. Insisto en Uruguay como ejemplo.

Ya en 1953, el filósofo mexicano Leopoldo Zea escribió que aun América no había hecho aún su propia historia, sino que pretendía vivir la historia de la cultura europea. (ver GEOSUR: Leopoldo Zea: “En torno a una filosofía iberoamericana”, enero/2008); y hacia el final de sus días el sociólogo y antropólogo brasileño Darcy Ribeiro mantuvo el coraje de afirmar frente a una clase intelectual librada al culto acrítico del mestizaje, que “América surgió de una negación, , de la desindianización del indígenas, de la desafricanización de los africanos y hasta de la deseuropeización de los europeos” .

Pero el mundo ha sufrido, fundamentalmente, desde la mitad del siglo pasado un gran vuelco histórico, que llevó a que la sociedad mundial se vuelva permisiva. La falta de un riguroso control por parte los Estados en cuanto a que tales cambios fueran positivos, ha llevado a la actual situación de incertidumbre y desaliento.

Sociedad civil: el marco de las nuevas preguntas

Es indudable que Iberoamérica atraviesa por una profunda crisis socio-política dado que, si bien en general se ha logrado una democracia representativa aun no se consolida una democracia participativa. Existe una gran distancia que se constata entre las demandas de los diversos sectores sociales y la capacidad de la clase política para satisfacerlas. En algunos países se considera que la solución se logrará reformando el Estado, de cambiar los modos de hacer política y de crear nuevos instrumentos de participación, aunque ello pueda significar un aumento en los gastos del Estado. (Caso de Uruguay con los Alcaldes en los centros poblados).

Nadie puede dudar que la reformulación de la democracia hacia un sistema participativo -no exclusivamente electivo- requiere establecer nuevos consensos en los que se incorpore a la sociedad civil toda.

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Ello es tan necesario como urgente, pues actualmente la democracia existe pero un funciona, o no funciona como debiera. Si bien la ciudadanía puede concurrir libremente a las convocatorias cívicas y decidir frente a ciertas alternativas, a poco tiempo de finalizado el acto electoral comienza a expandirse la sensación del aumento de vacíos y distancias entre los elegidos y electores, entre el mundo de códigos y símbolos en los cuales emerge el fácil leguaje político y la cruda realidad.

Vuelvo al Uruguay. ¿Tiene la actual “clase política ” la capacidad de escuchar y entender las variadas demandas y tendencias que se despliegan en nuestra sociedad, permanentemente alterada por paros, marchas, contra-marchas, huelgas; ocupaciones industriales, cierre de escuelas, grave crisis en la seguridad ciudadana, etc., etc.

Si la tendencia inevitable de la “modernidad” es la fragmentación de los valores, intereses y proyectos sociales ¿dónde concurre la autoridad política para constituir el escenario de los consensos y el marco básico de los “común”?. Como en Uruguay, ¿en las reuniones del Consejo de Ministros en pequeños pueblos del interior?, ¿alborotados éstos al igual que cuando llega un circo?

Los análisis apuntan a describir el “desencanto” de varios sectores ciudadanos cuyas demandas no encuentran “cauce de tratamiento”. En otras palabras, el ciudadano no se siente plenamente respetado y en respuesta tampoco pasa a respetar a la clase política. Unm paso que se va convirtiendo en peligroso. Con palabras del sociólogo Helio Jaguaribe, 1996): “Esta amplia y profunda pérdida de respetabilidad genera consideraciones que favorecen la desobediencia civil y el ejercicio de la violencia privada por grupos representativos de intereses sectoriales, en detrimento del orden y del interés público”.

Gobernabilidad y democracia

La propuesta planteada por el gobierno de Chile para colocar el tema de “Gobernabilidad y Democracia” como eje conceptual en la VI Cumbre de Presidentes Iberoamericanos tuvo como objetivo un beneficioso debate de las principales ideas que preocupa a la región.

La expresión “sociedad civil” da cuenta de un universo más amplio y a la vez más movedizo, donde los intereses se cruzan, se articulan en determinadas circunstancias, se hacen transversales a partir de una interacción de las aspiraciones ciudadanas en su paso de lo individual a lo colectivo.

El Estado -como ha dicho Alain Touraine- se estructura en torno del concepto de unidad; es “la unidad nacional por ley”. Es la institucionalidad formal y de unidad pactada que la sociedad y los individuos se obligan a respetar. La sociedad civil participando es, por esencia, el mundo de la diversidad. En tanto, la democracia se amplía y profundiza esa diversidad participativa se incrementa. (Fernando Reyes Matta).

Leo a Fichte: “Es importante no confundir la sociedad, con esta especie particular de sociedad que se llama Estado. La sociedad es una meta en sí. Gracias a ella se produce un perfeccionamiento de la especie. En la sociedad futura -imperio del derecho y de la libertad- el gobierno coercitivo tradicional se irá apagando poco a poco, porque más nada tendrá que hacer” (…) El Estado, como toda organización es impersonal, esquemático y abstracto; está construido con conceptos. La Nación es espontánea, activa, viviente. La sociedad participativa favorece más la renovación, el surgimiento de las innovaciones que la organización del Estado”.

Fitche buscó revolucionar la capa endurecida de la vida pública dominada por las reglas abstractas de la organización estatal, oponiéndole la frescura de la realidad social que se crea de nuevo sin cesar y que por su movilidad espontánea está llamada a rejuvenecer el esquematismo de las organizaciones superpuestas. (E.Lask,1902).

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Quagliotti de Bellis Bernardo. (2008, enero 30). Por una sociedad participativa en Uruguay. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/por-una-sociedad-participativa-en-uruguay/
Quagliotti de Bellis Bernardo. "Por una sociedad participativa en Uruguay". gestiopolis. 30 enero 2008. Web. <https://www.gestiopolis.com/por-una-sociedad-participativa-en-uruguay/>.
Quagliotti de Bellis Bernardo. "Por una sociedad participativa en Uruguay". gestiopolis. enero 30, 2008. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/por-una-sociedad-participativa-en-uruguay/.
Quagliotti de Bellis Bernardo. Por una sociedad participativa en Uruguay [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/por-una-sociedad-participativa-en-uruguay/> [Citado el ].
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