Cuando lo político se convierte en negación de lo social

Lo social se refiere al conjunto de necesidades, sentimientos, valores, creencias, pautas de comportamiento y, especialmente, a las expectativas de un colectivo social. Lo político, por su parte, es todo lo que se hace o se puede hacer con la intención de gobernar un colectivo social o de lograr la aceptación o el respaldo de la gente, con respecto a un objetivo o proyecto.

La política, en cuanto a su praxis, es un conjunto de estrategias y recursos dispuestos hacia el logro de unos objetivos que impactan a un colectivo social; el logro de tales objetivos, en consecuencia, requiere del concurso, de la aceptación y/o del apoyo de la gente.

El líder político y su relación con la gente

Entre un líder político y sus seguidores se genera una relación, basada en la capacidad de influencia o en una oferta de valor o promesa (por parte del líder), y en la disposición de voluntades hacia un objetivo o las expectativas sobre el cumplimiento de una promesa (por parte de los seguidores). Toda relación genera expectativas, y éstas se convierten en criterios de valor y en argumentos de juicio. Criterios de valor, en tanto que son utilizados por los seguidores para evaluar al líder, en cuanto a su credibilidad y la posibilidad de confiar y seguir confiando en él o ella (como persona). Y argumentos de juicio, en tanto que sirven para juzgar la gestión o la efectividad del líder (logro de resultados). El líder político exitoso es aquél que interpreta acertadamente lo social, y a partir de ello desarrolla su acción política. Si el político actúa en contra de las expectativas de la gente, lo más seguro que puede esperar es el fracaso. Un líder o equipo de gobierno que imponga una propuesta a un colectivo social, sin considerar si la misma es deseada o no por la mayoría, pues está obviando lo social e imponiendo lo político sobre bases frágiles.

La viabilidad del proyecto político

Todo proyecto se orienta a uno o más objetivos predeterminados. Cuando los objetivos de un proyecto afectan el desempeño o el modo de vivir de la gente, se requiere del apoyo popular como condición esencial. Un proyecto que se ejecuta al margen del apoyo popular, puede avanzar hasta “un punto cercano al éxito”, pero en cualquier momento puede generarse una cadena de efectos que determina el desvanecimiento del mismo, con mayor o menor ruido. Un proyecto “de largo alcance en el tiempo” y que impacta sensiblemente el modo de vida de la gente, cuando carece del respaldo popular, aún la mejor estrategia publicitaria o las más inteligentes medidas de “captación de voluntades favorables” no serán suficientes para mantenerlo hasta su total realización, a menos que se recurra a la represión o uso de la fuerza, como ha acontecido en países con regímenes totalitarios. No basta con soportar el proyecto en una plataforma sólida de recursos económicos, con campañas publicitarias o estrategias comunicacionales. Con todo esto sólo se logran acciones efectistas, que dan la falsa percepción o ilusión que el proyecto avanza con éxito. Los cambios verdaderos o estructurales, sólo se logran a través de un proceso de construcción coherente, disciplinada y participativa.

Lo político vs. Lo social

Erróneamente, se ubica lo político por encima de lo social, obviando que lo social es parte de la naturaleza humana. Efectivamente, la dinámica social es conducta social, y, por lo tanto, resulta de la interacción de comportamientos individuales, los cuales tienen como base actitudes, emociones, convicciones y, muy especialmente, expectativas. Lo social obedece a leyes, o sea, relaciones de correspondencia o de mutua interacción entre factores y condiciones, vinculados éstos a los resortes del comportamiento humano y social. La política, en cambio, es una pura y simple invención humana. Si se mencionan “leyes políticas”, éstas son de carácter sociológico, o bien de índole económica. Al margen de lo social o lo económico, lo político resulta un ejercicio en el vacío. Una acción política será sustentable en el tiempo sólo en la medida en que esté alineada con lo social. Si lo político no responde efectivamente a lo social, estará divorciado de la realidad. Alinearse con lo social significa, de manera especial, ser capaz de satisfacer expectativas colectivas.

La sociedad como ente vivo

Las dos últimas décadas del siglo XX han puesto de relieve el renacimiento de ideas y enfoques obviados o rechazados antes. Uno de ellos es la visión orgánica de la sociedad, un enfoque clásico del siglo XIX que consideraba el comportamiento social a semejanza de un organismo viviente. Tales ideas fueron rechazadas tanto por los sociólogos marxistas como por los estructuralistas; así, quedaron en el olvido. Pero, además del enfoque orgánico social, ha ocurrido un renacimiento de lo espiritual como dimensión trascendente de lo humano. Así, han destacado autores como Harmon Jacobs, con “La Diferencia Vital”, una obra convertida en best seller a inicios de 1990, que analiza las organizaciones con el enfoque orgánico y postula conceptos que han sido adoptados en el mundo entero, como “la visión” o expresión del futuro deseado, el centro vital de la organización y el despliegue de la energía organizacional. Autores de la talla de Peter Senge, del MIT (Massachusetts Institute of Technology), han generado teorías muy coherentes sobre el aprendizaje organizacional y las “organizaciones inteligentes”. Hasta se habla del “espíritu de la organización”, y de la dinámica social activada por mecanismos de compensación, entre otras cosas.

La capacidad social para asimilar y responder: el poder de las convicciones

La sociedad no responde en forma inmediata como un colectivo pensante. Las cosas o los hechos, por ejemplo: la conducta del grupo dirigente, van sucediendo en una sociedad o grupo social, y a través del tiempo, van siendo interpretadas, experimentadas e interiorizadas por la gente. Entonces, se van convirtiendo en evidencias, en señales que son la fase primigenia de lo que luego serán convicciones que movilizan al colectivo social. Ejemplo de convicciones, que pudieran desarrollarse en un colectivo social: “este gobierno nos oprime”, “estos gobernantes son unos aprovechadores”, “este gobierno nos está llevando a la ruina”, “este gobierno está rodeado de corruptos”. Si estas convicciones son percibidas en forma consistente y continua por el colectivo social como algo perjudicial, como una amenaza, se irán gestando entonces sensaciones de inconformidad, en forma acumulativa, como una fuerza latente de reacción.

La física cuántica, el tiempo y lo social

La sociedad, como hemos visto, no es un constructo o un simple concepto. Se trata de una entidad viva, capaz de reaccionar como colectivo ante lo que amenaza su bienestar. La teoría cuántica resulta aplicable más allá del ámbito de la física, y nos dice que la acumulación progresiva de efectos sobre un determinado punto, siempre estará sujeta a límites (limite cuántico). Cuando las convicciones, uno de los resortes movilizadores del colectivo social, están soportadas en abundantes evidencias que muestran que las expectativas de la gente han sido frustradas, entonces se va gestando y desarrollando un proceso de inconformidad creciente que reclama un cambio histórico.

Llegado este punto, de carácter histórico para la política y aplicable a procesos de larga duración, el tiempo se convierte en el principal factor que juega en contra del grupo dirigente o los responsables de la situación no deseada.

El uso de habilidades y recursos de manipulación para ganar espacio de preferencia popular no garantiza que la gente renuncie a sus sueños o lo que le ha motivado históricamente, ante la promesa de un futuro supuestamente feliz, y muy particularmente en un país donde la gente tenga expectativas consolidadas, vinculadas con los conceptos de participación democrática, bienestar, progreso y libertad. Ciertamente, el tiempo pasa a ser el principal enemigo de quien se opone a las expectativas de la gente. Ante esta percepción, los dirigentes usualmente caen en pánico, se apresuran y realizan acciones desesperadas, acelerando el ritmo de los cambios que favorecen su proyecto, sin tomar en cuenta que “más rápido, resultará luego más lento”, por oponerse a la ley del crecimiento gradual y acumulativo, haciendo que la rana salte de la olla de agua caliente (véase la metáfora de la rana hervida), tal como afirma Peter Senge en su conocida obra “La quinta disciplina”. En consecuencia, se cae en una situación que resulta bien descrita con el “síndrome del perro que quiere morderse la cola”, dando vueltas sobre sí mismo, retrocediendo y avanzando para volver a retroceder.

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Lo políticamente deseado vs. Lo socialmente posible

Un argumento esgrimido contra la visión sociológica de la subordinación de lo político a lo social, afirma que la Historia refleja lo contrario, o sea, la subordinación de lo social a lo político. Pero, los conceptos y la cultura evolucionan, se transforman. Ejemplo de ello son: la deslegitimación histórica de la esclavitud y el cambio del valor social de la mujer (de casi nulo a muy alto). Aunque en el pasado hayan ocurrido graves violaciones y crímenes, que alcanzaron la cúspide del horror en el Holocausto nazi, la posibilidad de reedición de tragedias de ese tipo, son casi improbables hoy, por lo menos en las condiciones sistemáticas y de permisividad que acompañaron tales acontecimientos.

La posibilidad de ocurrencia de un fenómeno socialmente impactante depende de 4 condiciones: 1. Disponer de los recursos (tener con que); 2. Propiciación (que haya quienes lo apoyen o lo faciliten); 3. Permisividad (que la colectividad o la mayoría y el marco jurídico, lo permitan); y 4. El factor tiempo (el recurso que siempre tiende a “escaparse de las manos”). La permisividad se encuentra hoy día influida por un alto nivel de conciencia, compartida por la mayoría, en cuanto a la preeminencia de los derechos humanos y la legitimación de las condiciones para la convivencia y sustentabilidad humana. En cuanto a la propiciación, existen hoy limitaciones derivadas de un nuevo marco jurídico soportado en recursos institucionales y mecanismos de control supranacional. Lo social, en cuanto a los derechos humanos, en el siglo XX ha sido revalorizado y elevado a una dimensión ética.

De tal manera, que la libertad de acción de las dictaduras se encuentra actualmente sujeta a limitaciones, que las obliga a pensar, repensar y ajustar sus planes y estrategias de impacto social.

La política, en su sentido más amplio, ya no puede definirse como el arte de gobernar o dirigir a un colectivo social. Hay que agregar forzosamente que debe someterse no solo a la legitimación jurídica, sino también a la legitimación moral. La política ya no puede ser, sin más, la aventura de un grupo dirigente. Intentarlo, sigue siendo posible, pero su probabilidad de éxito está lejos de ser garantizada.

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Benítez R Jorge L.. (2010, julio 1). Cuando lo político se convierte en negación de lo social. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/cuando-lo-politico-se-convierte-en-negacion-de-lo-social/
Benítez R Jorge L.. "Cuando lo político se convierte en negación de lo social". gestiopolis. 1 julio 2010. Web. <https://www.gestiopolis.com/cuando-lo-politico-se-convierte-en-negacion-de-lo-social/>.
Benítez R Jorge L.. "Cuando lo político se convierte en negación de lo social". gestiopolis. julio 1, 2010. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/cuando-lo-politico-se-convierte-en-negacion-de-lo-social/.
Benítez R Jorge L.. Cuando lo político se convierte en negación de lo social [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/cuando-lo-politico-se-convierte-en-negacion-de-lo-social/> [Citado el ].
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