La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV

La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV

Aunque se pueden encontrar algunos trabajos que muestran las raíces históricas de la relación género-ciencia, su consideración como un campo específico de estudio es reciente. Entre los elementos que han contribuido a esta relación, se puede encontrar, por un lado, el movimiento feminista que ha fomentado, especialmente en las dos últimas décadas, la incorporación de las mujeres a los estudios superiores, así como la selección y práctica de carreras distintas a las asignadas socialmente conforme a un rol de género. (González y Pérez Sedeño, 2002).

La importancia de comprender la relación entre género y ciencia ha sido enfatizada por la UNESCO. El Informe Mundial de la Ciencia (1996), destina un capítulo al tema, que se define como “las formas en que las diferencias de origen cultural entre los hombres y las mujeres interactúan con prácticas científicas y tecnológicas histórica y socialmente diferenciadas y a las respectivas consecuencias”. Las culturas y las prácticas científicas y tecnológicas configuran las relaciones sociales entre los sexos y a su vez son condicionadas por estas. (Harding y McGregor, 1996; p. 313).

Según León (2001), el tema de la participación femenina en ciencia y tecnología se halla en la intersección de dos amplios campos de conocimiento e investigación: el referido a mujeres y género y el relacionado con el desarrollo científico-tecnológico. Según la autora, ambos campos giran en torno a la comprensión y transformación del entramado de relaciones sociales entre hombres y mujeres que han dado lugar a la desigualdad y subordinación femeninas y que abarca también aspectos sociales, históricos y políticos de la ciencia y la tecnología.

En el primero, se preocupa por entender y transformar el entramado de relaciones sociales entre hombres y mujeres que han dado lugar a la desigualdad y subordinación femeninas, esta temática aparece aún rezagada con respecto de otras con las que tiene estrecha relación, como son educación, empleo, participación política, análisis desde la perspectiva de género, diseño y aplicación de políticas. Este ha sido un campo dinámico, plasmado también en una agenda consensuada a nivel internacional donde se han definido importantes compromisos para avanzar en la construcción de la equidad de género, entre ellos el Programa de Acción de la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos (Viena, 1993), el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer (Beijing, 1995). Esta última contempla en varias de sus secciones recomendaciones para impulsar la formación, la participación y el reconocimiento de las mujeres en ciencia y tecnología, como también para reorientar las prioridades y contenidos de la investigación.

El segundo abarca los aspectos sociales, históricos y políticos de la ciencia y la tecnología, sus contenidos y prácticas, así como sus relaciones con el desenvolvimiento económico.

Los estudios realizados sobre la situación de la mujer en la ciencia y la tecnología han demostrado, que aunque prácticamente ningún país, al menos occidental, admite discriminación por razón de sexo y por consiguiente las mujeres pueden acceder a las instituciones educativas y científicas en igualdad de condiciones que los hombres, lo cierto es que existe discriminación.

Las formas fundamentales de discriminación que se manifiestan en el ámbito científico tecnológico, y con las que, cualquier científico está familiarizado son: la territorial y la jerárquica. La primera está dada porque se ubica a las mujeres en determinadas disciplinas y en ciertos trabajos científicos, marcados por el sexo o “típicamente femeninos”. No es que haya mujeres concretas o individuales a las que no se les reconozca su valía, sino que esa falta de estatus y reconocimiento se extiende a tareas o campos completos que están sumamente feminizados y a los que se les atribuye menor valor. (Pérez Sedeño, 2001)

En la diferencia jerárquica, mujeres brillantes y capaces son mantenidas en los niveles inferiores del escalafón o topan con un “techo de cristal” que no pueden traspasar en su profesión, es decir, soportan formas encubiertas de discriminación que como apunta Guill Bozal (2006) siguen pautas muy sutiles y en muchos casos, inconscientes y ocultas para quienes ejercen la discriminación.

Eulalia Pérez Sedeño, en su trabajo “Las mujeres en el Sistema de Ciencia y Tecnología” hace referencia a un estudio publicado por la Revista Nature, efectuado por dos investigadoras suecas que mostraban porque era el doble de probable que un hombre consiguiera una beca postdoctoral que la obtuviera una mujer, pues mostraron que los evaluadores conferían inadvertidamente a los hombres, sólo por el hecho de serlo (Pérez Sedeño, 2001; p. 13).

Estas relaciones desiguales que se expresan en los ámbitos científicos como resultado de la discriminación manifiesta, contribuyen globalmente a la generación de cierto “clima hostil” que disuade o desmoraliza a las mujeres que han optado por el área científico-tecnológica.

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Según Aguirre y Batthyány (2000), las mujeres son asignadas a los comités científicos con menos poder, disponen de menos recursos presupuestarios, les es más difícil obtener los servicios del personal de apoyo o se las ubica en oficinas que están lejos; carecen de acceso a la información sobre otras instituciones y a diferencia de los hombres, no disponen de un grupo equivalente de mentores o de modelos a quienes pedir asesoramiento y apoyo.

Estos elementos reflejan que, aunque hayan desaparecido virtualmente de la legislación contemporánea las huellas del sexismo explícito de la primera modernidad, el discurso científico con pretensiones de neutralidad que instituye la desigualdad de los géneros ha calado hondamente en la cultura moderna. El paradigma de la ciencia moderna -positivista, racional, analítico y neutral- se inviste de cualidades nítidamente “masculinas”, en oposición a la subjetividad, intuición e irracionalidad atribuidas a las mujeres.

Otro interesante estudio realizado por María Rosa Montanari “Aprendizaje de las Ciencias, Constructivismo y Género”, presenta un análisis crítico de la escasa ingerencia de las mujeres en los estudios científicos y tecnológicos y señala las posibles causas: los factores de orden externo, como la presión familiar y social y, como consecuencia, los de orden interno, como la baja autoestima y seguridad en sí misma para emprender estudios y oficios que la sociedad delimita como masculinos (Montanari, 2002)

Los factores antes mencionados, están influidos por estereotipos sobre las características de los sexos que identifican a las mujeres como emotivas, subjetivas, con mentalidad dirigida a cuidar, en tanto que a los hombres se los percibe osados, arriesgados y con mentalidad orientada hacia el logro de objetivos. La autora aporta al análisis del conocimiento científico la visión del feminismo. Éste ha recuperado la contribución de las mujeres a la ciencia demostrando que ellas han estado siempre presentes, pero se les negó la valoración de sus aportes, ignorándolas y subsumiéndolas en el trabajo de los hombres con quienes compartieron sus vidas y experiencias.

La Ciencia y la tecnología son productos intelectuales de la sociedad de la que surgen y a la que sirven. Una sociedad con desigualdades de género produce necesariamente una cultura, una ciencia y una tecnología impregnadas de sesgos de género: los condicionantes culturales, los estereotipos y los prejuicios de género de la sociedad influyen, tanto en el contenido de la ciencia que producen, como en la selección de las personas que van a participar en el proceso de generación de conocimiento científico.

Como apunta Lara (2006), un orden social de predominio masculino entiende que mujeres y hombres están hechos para empresas diferentes, y en este caso la investigación científica se ha considerado tradicionalmente una empresa masculina. Por ello “no han sido bien vistas ni bien consideradas las mujeres que, a pesar de las barreras sociales y dificultades de acceso a la educación han hecho ciencia” (Lara, 2006; p 134).

Como se señalaba anteriormente, el interés por la interacción entre género, ciencia y tecnología y por la relevancia del concepto de género para el análisis de la actividad científica surge de investigaciones acerca del escaso número de mujeres conocidas a lo largo de la historia de las ciencias y sobre las barreras institucionales y socio-psicológicas que han obstaculizado y siguen obstaculizando el acceso de las mujeres a la ciencia y a la tecnología. Estas investigaciones no sólo han mostrado el interés por la recuperación de las figuras femeninas olvidadas por la historia tradicional, sino también han puesto de manifiesto la situación real de las mujeres en los sistemas científicos tecnológicos de los diferentes países. (Pérez Sedeño, 2007).

Estudios efectuados acerca de la situación de la mujer en el ámbito científico tecnológico, tanto en América Latina como en Europa, muestran cómo independientemente de las diferencias histórico-culturales y de desarrollo socio-económico, existen similitudes en el comportamiento de la participación de las mujeres en ciencia y tecnología, así como las causas que impiden su participación en igualdad de condiciones que los hombres.

En trabajos realizados por Bielli [et.al.] (2001); Kochen, [et.al.] (2001), se analiza la situación de la mujer en el sector de ciencia y tecnología en América Latina. Los resultados encontrados en sentido general, muestran que la ausencia de las mujeres en los lugares significativos no es proporcional a la matrícula universitaria, detectándose algunas formas sistemáticas de barreras relacionadas al sexo, como “disminución en el monto de becas, no contemplación de licencia y otros derechos relacionados con la maternidad, disparidad en la distribución de jerarquías con los mismos antecedentes y hostigamientos en el ambiente de trabajo”. (Kochen, [et. al.], 2001; p. 19).

Se destaca también, como en la región se ponen de manifiesto otros tipos de barreras “formales” para la incorporación de las mujeres al sector cinético tecnológico, por ejemplo, la desigualdad entre hombres y mujeres frente a la educación científica y técnica comienza mucho antes del ingreso en el sistema escolar formal. De acuerdo con los informes de la UNICEF, en los países en desarrollo, entre el 30 y el 50% de los menores, de los cuales la mayoría son niñas, nunca llegan al sistema escolar formal. Casi dos terceras partes de los analfabetos del mundo son mujeres, y en muchas partes del mundo se da preferencia a los varones en la selección de ingreso (Informe Mundial sobre la Ciencia, 1996).

Cristina Santamarina realiza un estudio a instancia de la Unión Europea sobre la situación, perspectivas y expectativas de las mujeres ante el conocimiento científico y tecnológico, explica cómo la política educativa que se desarrolló en España a partir de la década del cuarenta pasó a promover una educación elitista de la que solo se beneficiaban los varones y cómo a partir de la década del noventa se produce un cambio sustancial no sólo en el porcentaje de acceso de las mujeres a la educación universitaria, sino también a la práctica de carreras típicas masculinas como las ingenierías, aunque en un porcentaje bastante bajo (Santamarina, 2001).

Por otra parte, dentro de las reflexiones más generales acerca de la ciencia y la tecnología (Pérez Sedeño, 1997), se formulan críticas radicales, en las que las interrelaciones con la sociedad, en sentido global, adquieren una importancia notoria. La cuestión fundamental que se plantea es sí existe un conflicto entre los valores de la tecnociencia y los valores de las mujeres y otros grupos marginados. La tecnociencia en muchos aspectos, no sólo los sociales sino también los teóricos-conceptuales reproduce la ideología de género, y se afirma además que la propia ciencia es masculina, pues los valores tradicionalmente asociados a la ciencia como: racionalidad, objetividad, carácter impersonal, son valores masculinos que se presentan opuestos al modo de pensar femenino, que supuestamente es emocional, personal y subjetivo.

Desde que la ciencia moderna se constituye, en el siglo XVII aproximadamente, aparte de sus características en cuanto al método hipotético-deductivo, tiene dos características básicas que son fundamentales para las mujeres: en primer lugar, se va a establecer que la ciencia y la tecnología son fuentes fundamentales de poder; es decir, se va a relacionar la ciencia y la tecnología con el poder político, con el poder económico, con el acceso a los recursos. Y en segundo lugar, las mujeres están excluidas de esta ciencia y, por tanto, del acceso al conocimiento técnico y al conocimiento científico.

Los valores atribuidos a la ciencia y a la tecnología como se planteaba anteriormente, son valores claramente atribuidos a los hombres, a la masculinidad, frente a los atribuidos a las mujeres: objetividad frente a subjetividad; racionalidad frente a sentimentalismo; cultura frente a naturaleza; dominio masculino frente a sumisión femenina; fortaleza frente a debilidad, y ahí se crea también la distinción entre ciencias duras (física, química, etc.) y ciencias blandas (ciencias sociales, humanidades, etc.).

La sociedad patriarcal ha establecido mecanismos, pactos patriarcales que sancionan socialmente la acumulación de conocimiento por parte de las mujeres, y la tecnología como fuente de poder se ha construido como un proyecto masculino, como un área masculina de la que las mujeres deben quedar excluidas. Por tanto, las mujeres han estado apartadas del conocimiento y de las habilidades técnicas desde la educación familiar, la socialización por los medios de comunicación, la socialización en la escuela, etc.

De igual manera, al abordar la relación de las mujeres con la tecnología se pueden encontrar numerosos análisis históricos que sitúan la participación de las mujeres en la misma, (Aguirre y Batthyány, 2000; Alario y Anguita, 2001; Alemany, 1999; Cockburn, 1992; Haraway, 1991; Pérez Sedeño, 2000, 2001 y Tremosa 2007). Estos trabajos abordan la posición diferenciada de las mujeres en las nuevas tecnologías desde diferentes posiciones.

Tremosa, (2007), plantea que el aparente divorcio de las mujeres y la tecnología tiene sus raíces en una doble división del trabajo, por una parte la división sexual que hizo que las mujeres, a medida que la organización social avanzaba hacia el modelo actual, quedaran como especialistas de la reproducción (parir hijos y la multiplicidad de los trabajos domésticos) y, por otra, la división entre trabajo manual e intelectual que alejó a las pocas mujeres que tuvieron acceso a la cultura de un tipo de desarrollo como es el técnico, resultado de la articulación de los conocimientos prácticos con los científicos.

Hoy en día, la tecnología es una fuente de poder e impregna todos los ámbitos de la sociedad, incluida la política; por tanto, es muy necesario que las mujeres no queden al margen de la tecnología. Esto significaría quedar al margen de una fuente de poder, de una fuente de formación y de una fuente de educación.

Marta González, dice que: “Hacer tecnología, lejos de ser neutral, refleja los planes, propósitos y valores de nuestra sociedad. Hacer tecnología es, sin duda, hacer política y, puesto que la política es un asunto de interés general, deberíamos de decidir qué tipo de tecnología deseamos.” (González, 1996; p. 121).

El análisis de la tecnología desde una perspectiva de género muestra una actividad fuertemente masculinizada donde sobresale igual que en las “ciencias duras”- la ideología de la “neutralidad” y el conocimiento socialmente aséptico. Las investigaciones señalan una “cultura técnica masculina” como un importante componente de identidad, la incompetencia técnica, la inseguridad y el miedo a la tecnología como parte integrante del estereotipo de género femenino.

Los dos núcleos fundamentales que se abordan en el ámbito tecnológico en las condiciones actuales son: las tecnologías reproductivas, y las tecnologías de la comunicación y la información. En este sentido el tratamiento es amplio y puede ir desde reflexiones de tipo teórico (Haraway, 1991), así como numerosos estudios sobre las incidencias de las nuevas tecnologías sobre el trabajo de las mujeres (Cockburn, 1992), de amplísima repercusión. No obstante, existe otro tipo de análisis que ha contemplado el género dentro de las nuevas tecnologías: Las tecnologías en el ámbito doméstico (Pérez Sedeño, 2003). De algún modo, en este análisis de la relación de la tecnología y el género, podemos encontrarnos con una dualidad (manifestaciones a favor y en contra).

La Conferencia de Beijing dice por primera vez, en 1995, en una de sus directivas, que tenemos que “Promover y reconocer las redes comunicativas de mujeres, incluyendo las redes electrónicas y otras nuevas tecnologías de comunicación, para la difusión de información y el intercambio de perspectivas, incluyendo el ámbito internacional…”. (Conferencia de Beijing, 1995).

Sin lugar a dudas, las nuevas tecnologías pueden ayudar a las mujeres; pero tampoco se puede ocultar que con el cambio tecnológico van unidos varios procesos desastrosos para las mujeres como son: el proceso de feminización de la pobreza, dentro del proceso de globalización, el proceso de feminización de las migraciones, que redundan más en la pobreza, la feminización del trabajo, cada vez más inestable. Todo esto unido a las nuevas tecnologías puede perjudicar a las mujeres si no tienen las herramientas, las competencias y las habilidades necesarias para enfrentarse en pie de igualdad.

La socialización de las niñas en materia de tecnología es complemente diferente a la de los niños a pesar de que el uso tiende a converger. También es diferente la conexión a Internet, y todavía hoy los hombres tienen más conexión a Internet que las mujeres. Ellos reciben mayor salario que las mujeres y además tienen tiempo porque las mujeres tienen que enfrentar una doble jornada de trabajo (Justo, 2006), plantea que dentro de los servicios de alta tecnología o tecnología de punta, la profesión más demandada y mejor pagada en toda la Unión Europea es ingeniería de redes, y en España sólo un 6,2% de estos ingenieros son mujeres (en Europa son un 9%). La autora comenta que las mujeres no están yendo a los sectores laborales mejor pagados y más prestigiados y también hay poca presencia de las mujeres en trabajos relacionados con transportes y todo lo que tiene que ver con comunicaciones, química, etc.

Por otra parte, Harding (1996), revela que a finales del siglo XX en Suecia la ingeniería era asumida como ámbito de predominio masculino en un 90 %, aunque las mujeres han entrado en la ingeniería civil y de minas, ramas de élite tradicionalmente, ramas clave de la tecnología: la mecánica sigue siendo bastión de hombres, así como sus derivaciones modernas, la electrónica y la informática, con un 90 % de estudiantes de sexo masculino.

Es bien conocido como desde el siglo XV se cuestiona la poca presencia de las mujeres en las actividades científicas y técnicas y aunque los motivos de esta escasa participación ya no son los mismos, en la actualidad permanece la inquietud no sólo por explicarla, sino por revertir esa tendencia. La propuesta de incorporar por igual al conocimiento científico y tecnológico a mujeres y hombres trae como resultado un mejor funcionamiento y desarrollo de nuestras sociedades no solo en la participación de las mujeres en actividades antes limitadas para ellas, lo que redundaría en su inclusión en ocupaciones de tradicional predominio de hombres.

Los estudios sobre la equidad se han ocupado de documentar la oposición histórica al acceso de las mujeres a la educación, a trabajos y títulos semejantes a los de los hombres. Se ha buscado asimismo la identificación de los mecanismos de discriminación social informal que persisten más allá de la igualdad formal, y las investigadoras se han preguntado porqué los varones quieren sobresalir en ciencias, ingeniería y matemáticas más frecuentemente que las mujeres (Pérez Sedeño y Alcalá, 2007).

Las barreras formales que se elevaban contra la educación y el empleo de las mujeres han caído, pero se han erigido nuevos obstáculos culturales, informales. Las mujeres deben adecuarse a normas de sociabilidad que privilegian los comportamientos masculinos, lo cual les demanda una gran inversión de tiempo, una gran disponibilidad, y relegan las responsabilidades familiares y privadas a un segundo plano. Además, las mujeres ingenieras se ven llevadas a menudo a percibir salarios y tareas menos interesantes que sus colegas masculinos, y tienen más posibilidades que ellos de ocupar empleos con escasas posibilidades de crecimiento profesional.

La percepción de los hombres, aceptada por muchas mujeres, es que ellas no tienen condiciones para el éxito científico, lo cual se traduce en inseguridad y baja autoestima. Características “típicamente masculinas” como el liderazgo y la agresividad son mal vistas cuando las exhibe una mujer. La mujer excesivamente “femenina” y preocupada por su apariencia es menospreciada, pero si su actitud es la contraria se la considera agresiva y desagradable.

Graña (2004), plantea que frecuentemente la decisión de ser madre es tomada como una falta de compromiso con la ciencia, y en consecuencia, un 38% de las químicas americanas permanecen solteras, frente al 18% de los químicos. La triple carga de científica, esposa y madre, grava pesadamente la productividad profesional de quienes la soportan. Si todavía hoy es un lugar común decir que “detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer” que lo comprende y apoya, detrás de la mujer científica suele haber alguien absorbido por su propia actividad.

Aún con el mayor conocimiento alcanzado acerca de la necesidad de que las mujeres contribuyan con el desarrollo de los países a través de la puesta en práctica de su capacitación y preparación profesional, falta tomar medidas más eficientes que garanticen esta participación, lo que significa que estudien carreras científicas y tecnológicas que les abran opciones diferentes de empleo y no las tradicionales. Las implicaciones que tiene lo anterior es la discusión de asuntos tales como la educación y la capacitación, las políticas de empleo con perspectiva de género y las medidas que disminuyan las tensiones entre las responsabilidades familiares y las laborales. Sin embargo, aún no existe una difusión amplia de este conocimiento y hoy debe ser prioridad la capacitación y sensibilización en el tema de género de los funcionarias/os y tomadoras/es de decisiones con el fin de que se sumen a las acciones para incrementar la participación de las mujeres en el desarrollo.

La Organización de Estados Americanos (OEA) señala, que es necesario realizar una campaña para promover una mayor concientización sobre la dimensión de género en todos los aspectos de la ciencia, la tecnología y el desarrollo. Esta campaña identificaría los problemas surgidos como consecuencia de dejar de lado la dimensión de género y propondría formas para superarlos. (CIM, 2004).

La inclusión de la perspectiva de género en la construcción del conocimiento científico permite el reconocimiento a las contribuciones de las mujeres al desarrollo científico y tecnológico, la necesidad de ampliar la participación de las mujeres en las áreas de conocimiento que tradicionalmente han sido espacios masculinos y por último la identificación de las dificultades de las mujeres por participar en áreas de conocimiento.

A continuación realizaremos un análisis de la participación de los profesores de la EHTV en los distintos tipos de actividades a desarrollar en materia de investigación, desarrollo e innovación.

Los tipos de actividades que establece el Manual del Sistema FORMATUR para la actividad de Investigación, Desarrollo e Innovación, son los siguientes:

  • Servicio Científico Técnico
  • Investigación científica
  • Trabajo de Desarrollo

La lista anterior, se ordena de mayor a menor complejidad e importancia de los impactos derivados de la actividad a desarrollar, sólo someteremos a análisis el servicio científico técnico.

Servicio Científico Técnico

En los gráficos 4 y 5 que siguen a continuación, se puede observar el comportamiento del trabajo científico técnico teniendo en cuenta la participación de profesores en los grupos creados en el 2012 y el 2013.

La mujer en la actividad científico - tecnológica

La mujer en la actividad científico – tecnológica

Gráfico No. 1: Distribución por sexo de la participación de los profesores en “servicio científico-técnico” en el 2012. Fuente: Elaboración propia.

La mujer en la actividad científico - tecnológica

La mujer en la actividad científico – tecnológica

Gráfico No. 2: Distribución por sexo de la participación de los profesores en “servicio científico-técnico” en el 2013. Fuente: Elaboración propia.

Partiendo de la lectura de los gráficos se puede observar un ligero aumento en la participación de hombres y mujeres en esta actividad durante el 2013, en el año 2012 la participación masculina fue de 70,7% y la femenina de sólo el 32,3 %, mientras que el 2009 la participación femenina fue de un 36,3% con relación a un 76,7 % de los hombres. De forma general, se aprecia que la participación de las mujeres está muy por debajo de la de los hombres.

Con relación a la participación por liderazgo los gráficos que se muestran a continuación reflejan que en el 2012 sólo un 6,3% de las mujeres lideran este tipo de actividad, mientras que en el caso de los hombres es del 12,6%. En el año 2013 se observa un crecimiento de la participación en el liderazgo de manera general. No obstante, la representación femenina sigue siendo más baja que la masculina.

La mujer en la actividad científico - tecnológica

La mujer en la actividad científico – tecnológica

Gráfico No. 3: Porcentaje de participación en el liderazgo de los grupos creados para la actividad: “servicio científico-técnico” en el 2012. Fuente: Elaboración propia.

La mujer en la actividad científico - tecnológica

La mujer en la actividad científico – tecnológica

Gráfico No. 4: Porcentaje de participación en el liderazgo de los grupos creados para la actividad: “servicio científico-técnico” en el 2013. Fuente: Elaboración propia.

Conclusiones

La investigación realizada, enmarcada dentro de los Estudios Sociales de Ciencia, Tecnología y Género, enriquece el estudio de la mujer en el contexto de la educación cubana, poniendo de manifiesto las contradicciones que en este medio se presentan con relación a la existencia de desigualdad de género.

Los resultados obtenidos a partir de la aplicación de los métodos utilizados en la investigación constataron, que en la EHT de Varadero existen desniveles en cuanto a la participación de las profesoras en la actividad a desarrollar en materia de investigación, desarrollo e innovación.

La inclusión de la perspectiva de género en la construcción del conocimiento científico permite no sólo reconocer las contribuciones de las mujeres al desarrollo científico y tecnológico sino también plantea la necesidad de ampliar la participación de las mismas en las diferentes áreas del conocimiento y la identificación de las dificultades de las féminas para participar en determinadas áreas de conocimiento.

Todavía existen barreras asociadas a la participación de la mujer en la actividad de ciencia y tecnología en la institución objeto de estudio residen en: barreras personales, familiares e institucionales. El factor fundamental que limita la participación de la mujer en ciencia y tecnología se relaciona con las dificultades para conciliar profesión y familia

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Oviedo Rodriguez Alina. (2014, septiembre 5). La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/la-mujer-en-la-actividad-cientifico-tecnologica-en-el-contexto-de-la-ehtv/
Oviedo Rodriguez Alina. "La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV". gestiopolis. 5 septiembre 2014. Web. <https://www.gestiopolis.com/la-mujer-en-la-actividad-cientifico-tecnologica-en-el-contexto-de-la-ehtv/>.
Oviedo Rodriguez Alina. "La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV". gestiopolis. septiembre 5, 2014. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/la-mujer-en-la-actividad-cientifico-tecnologica-en-el-contexto-de-la-ehtv/.
Oviedo Rodriguez Alina. La mujer en la actividad científico – tecnológica en el contexto de la EHTV [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/la-mujer-en-la-actividad-cientifico-tecnologica-en-el-contexto-de-la-ehtv/> [Citado el ].
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