Como es de público conocimiento, el contexto geopolítico y económico nacional e internacional se encuentra convulsionado debido a diversos factores, con los riesgos de una agudización de los conflictos sociales, de una desaceleración de la economía mundial y de conflictos regionales que pueden tener dimensiones globales.
En el factor económico externo, la economía de la zona euro – que genera casi un 20% de la producción mundial – no da muestras claras aún del inicio de una recuperación, creció solo un 0.2% en el primer trimestre de este año. Por otro lado, la economía de EE.UU. si bien presenta algunos signos de recuperación, todavía no hay señales claras de que la recuperación sea real y sostenible en el tiempo. Asimismo los pronósticos de desaceleración de la economía china son aún preocupantes.
En el plano geopolítico externo la escalada de tensión en el medio oriente por la confrontación militar de Israel con la milicia de Hamas en la franja de Gaza, el expansionismo del autodenominado Estado Islámico del Irak y Levante (ISIS por sus siglas en inglés), creado en territorios ocupados del norte y centro de Irak y el este de Siria, hacia zonas contiguas y recientemente con presencia en el norte de África. Así como por el desacuerdo entre las potencias occidentales lideradas por Estados Unidos frente a China y Rusia en diversos aspectos, como el escudo antimisiles de Estados Unidos, la crisis en Ucrania, que generan también tensión en el mundo, no solo por las implicancias políticas y militares, sino también sociales por los desplazados de las zonas de conflicto.
En el factor interno, si bien los fundamentos macroeconómicos son sólidos, los elementos que afectan la demanda interna como son las expectativas con respecto a variables como el tipo de cambio, política monetaria, inflación, creciente inseguridad ciudadana, denuncias de corrupción en diversos niveles y sectores del Estado, conflictos sociales, trabas burocráticas y el ruido político, considerando que nos encontramos en un año electoral, con elecciones regionales y municipales, entre otros, pueden influir negativamente en los inversionistas tanto locales como extranjeros.
Ante este panorama, en el Perú a mi entender el único camino para lograr una minimización de los conflictos sociales es el del diálogo sincero y directo entre las partes que tienen posiciones enfrentadas vía la negociación.
Bajo esta premisa, considero que la negociación sindical en las empresas industriales, comerciales y de servicios, incluyendo el sector público, es el camino para evitar conflictos y lograr una vía de solución pacífica, concertada y enmarcada en el respeto irrestricto al estado de derecho a la problemática que afecte a las partes.
Pero para ello, considero también que debe existir en el proceso de negociación una voluntad sincera, transparente, no bajo presiones político partidarias ni intereses personales de las partes en buscar una solución a la problemática, basadas y sustentadas técnicamente en los términos de la materia laboral que los afecta.
La concertación, el dialogo, la negociación sindical y la gestión participativa en las organizaciones son los elementos fundamentales para alcanzar soluciones viables, y lograr el compromiso e involucramiento de los trabajadores y empleadores en el éxito de los acuerdos alcanzados, evitando así conflictos sociales que a la larga perjudican no solo a los trabajadores y empleadores, si no al país, generando un clima de desconfianza e incertidumbre en los consumidores e inversionistas locales y extranjeros.
