Capitalismo tardío: Crecimiento con pobreza en la Argentina de Kirchner

“El capitalismo crece destruyendo empleos”

“Lo que ha nacido morirá, lo que se ha recogido se dispersará, lo que se ha acumulado se agotará, lo que se ha construido se derrumbará y lo que ha estado arriba descenderá.”

Abstract

El presente breve ensayo aborda el tema del desempleo y la pobreza, absoluta y relativa, en un contexto económico de sobrada abundancia de recursos materiales disponibles o potenciales en todo el sistema. Se pregunta acerca de las causas de tal antítesis fáctica y solo se propone enumerar, dado los límites impuestos a este trabajo, los ejes explicativos principales y demostrables que generan la manifestación de tal contradicción a nivel de la sociedad argentina en esta etapa del gobierno de Kirchner (2003-2006).

La elección de esta fase del devenir histórico de la economía del capital en Argentina, no es caprichosa y menos casual, puesto que es manifiesto que se trata de una etapa de inflexión histórica.

Se hace especial hincapié, aunque sin agotarla, en la crítica de las visiones neo-liberales y de las “propuestas” del “progresismo” de moda, que se articulan hoy en la praxis, contemplada desde una concepción económica marxiana heterodoxa.

El país de las pesadillas

¿Cuál es la causa del atraso y la miseria en medio de tanta abundancia?. Las vacuidades pedantes de algunos “economistas profesionales” , que suelen acompañar como respuesta a este enorme interrogante no es óbice para que la economía crítica, cual ciencia social propiamente dicha, no deba explicar las causas que originan tamaña contradicción. No solo por una cuestión científica, sino porque en ello se encuentra implicada la vida misma de millones de seres humanos. “En economía política, la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado” . Aún a pesar de ello, la economía debe dar respuesta a aquélla contradicción elemental y las posibles vías de superación, contradicción que es la fuente generadora del actual genocidio social.

Genocidio, que de continuar como hasta hoy, será incomparablemente mayor a cualquier otro que se haya registrado en la historia de la Argentina durante el siglo XX. La dimensión trágica de un Museo de la Memoria será, para entonces, de la extensión exacta del territorio argentino. Millones de argentinos condenados a durar bajo el cielo como único techo y abrigo o hacinados en condiciones inhumanas, obligados a delinquir como condición de subsistencia o a “comer de la basura”, a prostituirse, a supervivir con solo el dudoso “privilegio” de un “subsidio” de cinco pesos diarios (menos de us$2,- diarios). Millones de jubilados que son objetos del saqueo deliberado de sus ahorros de toda una vida de trabajo, muchos de ellos arrojados a depósitos de ancianos para sufrir el calvario al final de sus días, como un infierno anticipado. Un país con el luctuoso paisaje de madres, niños, ancianos desnutridos, hasta famélicos, y desamparados, sin atención médica mínima necesaria y suficiente, sin medicamentos, que mueren a diario, de hambre o enfermedades evitables. Una juventud sin horizontes, que deambula por las ciudades y pueblos como verdaderos “zombies” bajo el efecto de la droga o el alcohol, perseguidos por la falta de trabajo, de oportunidades lícitas, por la sombra de la muerte enmascarada de violencia inaudita o del Sida y otras enfermedades incurables por el altísimo costo de su tratamiento….Mientras otros argentinos, “favorecidos” aún por sobrellevar una vida acomodada, se envuelven, con un manto de niebla densa, los ojos y los oídos, a fin de no ser testigos de esta aterradora realidad, de las horrendas monstruosidades con las cuales conviven cotidianamente, de la procacidad de una sociedad moribunda, y se aferran a espejismos, a vanas ilusiones, para poder negarse la verdad. La vida en Argentina ha llegado a ser, hoy por hoy, apenas una osadía macabra.

“Nosotros estamos creando pobreza. El desarrollo económico que se supone hace a la gente rica: hace a la gente pobre. Es la fuente básica de pobreza en el mundo de hoy…Empujando a la gente a villas miserias, expulsándolos de sus tierras…Eso es lo que nosotros estamos haciendo. A la tasa actual, sobre cifras oficiales, el 50 % de la población del mundo vivirá en villas miserias en 15 años (fines de esta década: año 2010). Enfrentamos la más enorme crisis, el más grande desafío en la historia humana y eso, a menos que realmente nos movilicemos, todos nosotros, para resolver esto, y olvidarnos acerca de todas las otras cosas que nos preocupan y solo decidir que vamos a hacer para resolver este problema…el futuro es muy negro.”

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“El producto bruto nacional no es un índice ni siquiera de prosperidad económica de los seres humanos que componen una nación. Los que elaboran las estadísticas dividen la cifra correspondiente al producto bruto nacional por la cifra de la población nacional y llaman al resultado promedio de ingresos per cápita. Este procedimiento no tiene sentido, pues la cuantificación resulta culpablemente engañosa . Más sentido tendría una cifra que indicara el promedio de daño material per cápita, pues, aunque en esferas como la de la vivienda, los daños derivados del aumento del PBN en una sociedad competitiva están distribuidos desparejamente…En una nación en la cual tenga prioridad el aumento del PBN, la competencia económica entre individuos y clases es intensa; por eso, tiende a agravarse la desigualdad de la distribución del producto bruto nacional…En otras palabras,… no garantiza a todos sus ciudadanos la satisfacción de las necesidades de la vida.”

“Pero el sistema está profundamente viciado. Mientras el capitalismo continúe triunfante, la búsqueda de dinero anula todas las demás consideraciones sociales. Los mecanismos económicos y políticos quedan desbaratados….”“El sistema capitalista puede compararse con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier otro imperio anterior. Gobierna toda nuestra civilización y, como en otros imperios, quienes están fuera de sus murallas son considerados bárbaros…La mayoría de sus súbditos ni siquiera saben que están sometidos a él o,…reconocen que están sometidos a fuerzas impersonales y negativas, pero no entienden qué son esas fuerzas….”.“En términos sencillos, si a las fuerzas del mercado (capitalista), se les concede una autoridad completa incluso en los campos puramente económicos y financieros, producen caos y podrían desembocar en el desmoronamiento del sistema capitalista global.”

Habemus confitentem rerum. Estas claras confesiones de algunos de los más conspicuos miembros de la más alta burguesía en Europa y países hegemónicos, demuestran que comienzan a advertir, por ellos mismos, que la economía del capital no es el fin de la historia, que éste no es el único mundo imaginable, ni el mejor, ni el más deseable; que la realidad de los acontecimientos actuales solo podrían conducir a un desenlace fatal, si no se realizan las profundas transformaciones sociales que son inexorables hacia una nueva sociedad que trascienda al capitalismo actual. En definitiva que una nueva civilización humana es posible.

La estrategia de la ilusión

Sobre este sombrío escenario, se ha desplegado, desde el inicio de la década de los 90 e intensificado ahora, solventado bajo coacciones, por el gobierno de Kirchner, lo que hemos dado en llamar “la estrategia de la ilusión”, un mecanismo social compulsivo de control social, adoctrinamiento ideológico y sometimiento intelectual, basado en un sistema de creencias y falsos valores, que deliberada y ampliamente difundido por las corporaciones de medios masivos de información distorsionan la realidad emulando, y aún superando el ideal Goebbeliano.

“La sociedad moderna me parece una celebración de todas las cosas que alejan de la verdad, que hacen difícil vivir para la verdad y que inducen a la gente a dudar incluso de su existencia. Y pensar que todo esto surge de una civilización que dice adorar la vida, pero en realidad la priva de todo sentido real; que habla sin cesar de “hacer feliz” a la gente, pero que de hecho obstruye su camino a la fuente de la auténtica alegría”…Este reino de la ilusión “es muy organizado, versátil y refinado; nos asalta con su propaganda desde todos los ángulos y crea a nuestro alrededor un entorno de adicción casi inexpugnable…Así obsesionados por falsas esperanzas, sueños, y ambiciones que prometen felicidad pero sólo conducen a la desdicha, somos como personas que se arrastran por un desierto sin fin, muertas de sed.”

Los multimedios de información (o desinformación, como se prefiera) nos adoctrinan de forma cínica o subliminal, acerca de las “virtudes” y “capacidad” de la economía del capital, como único sistema posible, de crear “bienestar”, la “revolución productiva”, el “crecimiento sostenido”, el “derrame de riqueza”, el “pleno empleo”, pasando por la “moneda fuerte”, la “estabilidad permanente”, la “convertibilidad” de la moneda, un “modelo económico sustentable”, la “libertad de los mercados”, el “achicamiento del Estado para agrandar la Nación”, la “privatización” que traería más “eficiencia” y “modernización de la producción y servicios públicos”, la “competitividad” exportadora, las “innovaciones tecnológicas” con la importación masiva de bienes de capital y seducción de las “inversiones extranjeras directas” como “motor del crecimiento y el empleo”, y así de seguido. Pero como sucede habitualmente con cualquier ilusión, inevitablemente, esta comedia de engaños se desvanece en una tragedia de horrores que ofende y avergüenza a la condición humana, sin desmedro de convertirse además, en el inédito holocausto argentino.

Actualmente (año 2006), este medio de manipulación y persuasión ideológica por grupos de poder en Argentina, se ha profundizado, ampliado y reproducido como una herramienta de “cohesión social”, de represión sutil, de inmovilización masiva y de medio de contención del desborde social, especialmente de la población penalizada con la destrucción de su nivel de vida, a partir de la devaluación de la moneda en Enero del 2002, que produjo la pulverización de al menos las dos terceras partes de los ingresos (salarios y otras remuneraciones fijas) de la mayor parte de los habitantes , que el “fundamentalismo de mercado” (neoliberalismo) había condenado, por entonces, a la marginalidad, la indigencia, la desocupación, la subocupación, la ocupación “informal” (eufemismo para referirse al trabajo ilegal y a la sobreexplotación criminal ) en tareas de muy baja productividad.

Nos ceñiremos, puesto que la cuestión de la crisis económica, social y política argentina excede los límites de este debate, a esbozar una síntesis, desde una visión de la economía crítica, como ciencia social propiamente dicha, la respuesta a nuestra pregunta inicial, que emerge desafiante de una contradicción fundamental de nuestra sociedad: tanta Miseria en medio de tanta Abundancia.

Si se tratara de economistas formales de toda laya, se conformarían con la sola descripción del fenómeno mediante el análisis de las estimaciones estadísticas y con la calificación de esta actual distribución del producto social como “injusta o inequitativa” .
Nos encontramos entonces, de inmediato, que la materia precisa a tratar es la distribución social del ingreso.

Herramientas conceptuales una visión critica actual de la crisis

Para comprender las causas objetivas de la Miseria en medio de la Abundancia, no basta con el análisis descriptivo de la distribución del ingreso, hay que buscar los nexos internos que la determinan. En principio, hay que preguntarse: ¿De que depende un modo de distribución de un ingreso dado?.

En la economía del capital lo determinante es la producción y lo determinado es la distribución y el consumo. El trabajo utilizando insumos produce una cantidad bruta de mercancías. Obtenidas éstas, se sustituyen los insumos consumidos en la producción y a modo de producto neto (valor agregado) resulta un remanente de bienes, como resultado del trabajo humano.

Consecuentemente, aquel producto neto es apropiado por el dueño del capital, privando así de esa propiedad a todos los demás hombres, quien se manifiesta mediante un título que lo acredita socialmente como propietario de los bienes de uso productivos y le otorga el derecho lícito, en virtud del sistema de creencias vigente, de apropiarse también de la ganancia o renta del capital.

Dicha ganancia es la parte del producto neto de la cual se apodera el dueño del capital, luego de sustituida o renovada la fuerza de trabajo (salario), es decir el trabajo necesario (energía vital y conocimiento humano) aplicado a la producción. El capital no es, por lo tanto, la maquinaria y en general, no son todos los bienes de uso productivo, como suele enseñar la “teoría económica” de nuestros profesores universitarios de economía formal.

Una máquina es solo una máquina, y por mucho que se investiguen sus cualidades inherentes, no se encontrará jamás en ella otra cosa que no se parezca a las especificaciones técnicas de una máquina. Nada, por lo tanto, que pueda ser reconocido como el tan mentado capital. El misterioso capital no aparece, por ninguna parte, en la contextura física de la máquina. Ello significa que el capital solo designa un tipo especial de vínculo o relación social que surge de la propiedad de aquélla, esto es, entre el propietario o dueño de la máquina (y en general, de todos los bienes de uso productivo) y el resto de los hombres libres, es decir, despojados de dichos medios destinados a la producción.

Ahora bien, como ley general del sistema del capital, las empresas compiten entre si para ganar una cuota cada vez mayor del mercado y aumentar sus ganancias al máximo (en un horizonte de tiempo dado). Para ello, se impone la necesidad de abaratar el costo de sus productos, adelantándose así a sus competidores, y a ello obedece la compulsión del capital de aumentar la cantidad de producto por hora-hombre ocupado, en otras palabras, impulsar el aumento de la productividad del trabajo.

De ahí que, el progreso técnico se imponga como el método más apropiado para alcanzar la mayor productividad posible. Nuevos equipamientos, nuevas tecnologías (diseños ingenieriles) de producción, traen consigo una mayor concentración o densidad de bienes de uso productivo por hombre ocupado (que denominamos “composición técnica del capital”). La mayor productividad (o incremento del valor del producto neto por hombre ocupado) y el aumento de la ganancia neta en proporción al total de salarios (tasa de explotación), determina el beneficio neto total de la economía como un todo.

La tasa de explotación desencadena la distribución del Ingreso Neto entre salarios y ganancias, y viene siempre explicada por el grado alcanzado por la composición técnica del capital determinado por el crecimiento de los bienes de uso productivo con relación al trabajo empleado.

La consecuencia obvia del progreso técnico (innovaciones tecnológicas) con mayor densidad de capital fijo por hombre ocupado, es el desplazamiento o desocupación de la mano de obra (lo que los ecónomos llaman desocupación friccional).

Sin embargo, si bien aquella condición fundamental subyacente, existen causas derivadas de la desocupación que se verifican con traumáticas y horrorosas consecuencias humanas, como ahora registra el caso actual de Argentina.

Es por ello que: “la argumentación acerca de la desocupación tecnológica no es pertinente. Más que atribuir el desempleo a las ganancias de productividad de algunas empresas en determinados sectores, debe reconocerse que durante la etapa neoliberal el sector industrial fue desvastado.” El producto manufacturero en Argentina, alcanzó un 32,2% del Producto Bruto Interno en 1960, llegando al fin de la era neoliberal, en el año 2001, a solo el 16,1% del PBI.

Si bien disentimos con relación a que la desocupación tecnológica no es pertinente, dado que “el sector industrial fue desvastado” nada menos que por la introducción de mercancías, producto de industrias altamente productivas, por tanto, tecnificadas, o de la instalación directa en el país de subsidiarias de esas modernas corporaciones tecnológicamente desarrolladas y concentradas, desalojando así, por competencia imperfecta, a las formas más obsoletas de las actividades productivas en manos principalmente de PyMes, caracterizadas por su tecnología primitiva. Como se ve, la desocupación tecnológica interviene per se, de manera directa o indirecta, siempre.

¿A qué se debe, entonces, la desocupación masiva que afecta a casi el cincuenta por ciento de la población argentina económicamente activa (es decir, en condiciones de trabajar)?.

La falacia del “progresismo” Kirchneriano

1. Política económica de “redistribución del ingreso”

Se plantea de parte del “progresismo” que la creciente desigualdad en la distribución del ingreso puede ser compensada a través de políticas de redistribución del ingreso. Al encontrarse en situación de desempleo, subempleo y marginalidad alrededor de la mitad de la población argentina, dichas políticas no alcanzan a lograr los propósitos enunciados y por el contrario, benefician a grupos muy reducidos y muy organizados de ciertos estratos medios y bajos y de trabajadores de actividades de muy baja productividad, excluyendo a la mayor parte de la enorme población involucrada e inscripta en el desempleo, la marginalidad y la miseria.

El Estado recauda recursos tributarios excedentarios que producen un ingente superavit fiscal, lo cual le permite sostener la “convertibilidad cambiaria” a una tasa de cambio muy alta, captando luego de la fuerte devaluación del año 2002, parte de la transferencia (despojo) de ingresos de la mayor parte de la población total hacia los sectores productores y comercializadores de mercancías transables y/o vinculados a ellos.

Después de atender las “necesidades presupuestarias primarias” y al pago ordenado de los servicios de la deuda externa, transfiere y asigna ingresos a sectores medios de la población y de la producción de muy baja productividad. De tal manera, el Estado aumenta su presencia como un verdadero agente prebendario, que le permite, por otra parte, a ciertos sectores sociales privilegiados servirse del aparato burocrático estatal para apropiarse de ingresos que, a su vez, les facilita su integración a los grupos sociales de altos ingresos con acceso a los patrones de consumo, educación y calidad de vida similares a los existentes en los países desarrollados.

El “progresismo” kirchneriano reconoce que “es imposible integrar la mitad de la población (los pobres e indigentes) a la sociedad actual, que no tiene ni la vocación (sic!), ni las estructuras necesarias para asimilar el regreso de 16 millones de personas a la vida social plena.”

La falencia básica de estos economistas funcionales al sistema, con su habitual vulgaridad, es someterse a las “apariencias” en lugar de hurgar en la realidad para revelar las relaciones esenciales que rigen los fenómenos.

En consecuencia, sus propuestas de mayor “asistencialismo” no resuelven los problemas de desocupación porque hacen plena abstracción de la estructura económica y social vigente, con una economía del capital altamente concentrado y polarizante. Si estas condiciones estructurales y su dinámica no son tenidas en consideración, como no las tienen los “progresistas”, ninguna transformación es posible y solo se avista la debacle y el horror económico con fractura y fragmentación social inevitable. Podemos preguntarnos cual sería la “vocación” de un consorcio o conglomerado internacional que conforman la ”estructura” actual polarizante para asimilar mano de obra desocupada, para darnos cuenta del dislate mayúsculo de que sólo la “decisión política e instrumentación económica son dos elementos fundamentales en la lucha contra la desocupación” , haciendo caso omiso a cualquier transformación de la estructura económica actualmente vigente en la Argentina de Kirchner.

Sin transformación de la estructura económica concentrada actual los únicos beneficiarios de la ampliación del mercado interno, de la mayor demanda agregada, vía aumento del salario real (no se propone cómo), vía aumento de los subsidios estatales por diversos planes de asistencia social (con o sin contraprestación), concluyen siendo las corporaciones internacionales de alta densidad de capital fijo (ADT), quienes aumentan su masa de ganancias que transfieren al exterior y a los estratos sociales de altos ingresos con consumo suntuario.

Una de la paradojas del sistema de la economía del capital radica precisamente, en que “los sindicatos contribuyen a la prosperidad de los capitalistas…en cuanto la elevación de los salarios reales (o una política asistencial de subsidios a desocupados que aumente la demanda interna del país) ofrece a éstos un mercado (interno) en expansión donde realizar sus ventas.”

2. La propuesta «neokeynesiana»

Asistimos perplejos, a la tergiversación grosera de las estadísticas oficiales con la finalidad de escamotear que nada esencial ha cambiado respecto a la política económica de gobiernos anteriores, excepto la retórica de los nuevos sofistas, claro está. Así, de ese modo, recurren presurosos a desempolvar las viejas recetas de Lord Keynes para ser “aplicadas” a la crisis argentina , haciendo abstracción y olvidando las condiciones objetivas y la estructura económica altamente concentrada, que se verifican actualmente en el país, omitiendo las limitaciones que la política keynesiana ya demostró en la historia, y con el agregado de una cautelosa advertencia, como surgida de un oráculo de supuesta y presuntuosa “sabiduría” por el cual: “se deberá proceder con prudencia política y dando los pasos institucionales más adecuados.”. (sic)

Como se sabe, en la teoría de Lord Keynes, el aumento o disminución del “efecto multiplicador” de las inversiones depende de la “máxima propensión al consumo”, esto es, la proporción del incremento del Ingreso Bruto nacional destinado al consumo de una demanda solvente. En tanto, la teoría neokeynesiana agregó al concepto de “multiplicador”, el llamado proceso del “acelerador”, es decir, mientras el “multiplicador” expresa la influencia final de las nuevas inversiones sobre el ingreso nacional, el proceso de la “aceleración” se manifiesta en la proporción que debe aumentar las inversiones a partir de una tasa dada de aumento del ingreso nacional: éste último determinará o exigirá un aumento definido de la capacidad productiva, por medio de nuevas inversiones.

En los momentos de auge, como ya lo señalara Samuelson, el acelerador da impulso a las inversiones netas, pero en los momentos de descenso de las ventas impulsa con la misma intensidad a la desinversión neta.

Las inversiones, en el principio del “multiplicador”, se encuentran relacionadas con el aumento del consumo que es el resultado del aumento del ingreso nacional. A aquéllas se las denominó, por ello, “inversiones derivadas”. En la concepción neokeynesiana, el crecimiento económico obliga a la existencia del progreso técnico y nuevas formas de organización técnica de la producción, que requieren “nuevas inversiones”, independientes del consumo y del ingreso nacional. Dichas nuevas inversiones se denominaron “inversiones autónomas”.

Esto último demuestra la discordancia entre la producción de nuevos bienes de uso productivo y el movimiento del consumo solvente, en la economía del capital. Este aspecto no es poco relevante, es una de las expresiones de la anarquía en que se desenvuelve el proceso económico que desemboca finalmente en una crisis cíclica.

Cuando se introduce el agotamiento del auge de la política económica de cuño keynesiano, es el “punto de viraje” (Hansen), o sea, el cese del crecimiento económico. Ello ocurre por la reducción de la tasa de ganancia del capital a medida que las inversiones aumentan, por el aumento de los precios de los bienes de capital fijo y también, según Hansen por el aumento de la tasa de interés.

El conjunto de estas razones conllevan al agotamiento de las inversiones autónomas. A ellas, debe agregarse la disminución de la propensión máxima al consumo que interrumpe el crecimiento económico, y en consecuencia el decrecimiento de las “inversiones derivadas”.

El auge de la inversión durante el período de crecimiento conjuntamente con el crecimiento relativamente menor del consumo solvente, sustentado fundamentalmente en la capacidad adquisitiva del salario real y por la población de ingresos fijos, conduce, por fin, a la reducción de las inversiones y como resultado a la crisis de sobreproducción.

Sin embargo, la tasa de ganancia del capital aumenta en los periodos de crecimiento, por ende, no se produce por dicha causa la interrupción del efecto multiplicador-acelerador de la política neokeynesiana. Es la desproporción o crecimiento anárquico del proceso de producción respecto al circuito de consumo sustentado por la demanda solvente, lo que produce la crisis. Es, por tanto, la crisis la que desencadena la disminución de la tasa de ganancia del capital, todo lo cual contradice la tesis de Hansen.

En pocas palabras, es la estructura de producción de valor agregado, en esta etapa de evolución histórica, y la de realización de las mercancias, las que entran en abierta contradicción inherente a la economía del capital, y agotan el impulso inicial de cualquier política neokeynesiana, en la Argentina de Kirchner.

Es entonces, cuando se produce el desplome de la producción y la crisis consecuente, desocupación y pobreza.

La retórica oficial y la de sus “aliados”, resucitan la concepción “desarrollista” ya perimida, superada y ya refutada por la realidad económica en la segunda mitad del siglo XX, de un capitalismo autónomo (¿?) de “crecimiento con empleo”, mediante la recreación del “mercado interno” y las “economías regionales”, fundamentalmente a través del aumento del “gasto público” con destino a obras de infraestructura, especialmente viviendas, subsidios (un eufemismo de caridad pública) “para que no haya más pobres en la Argentina” , y a las “actividades mano de obra intensiva”.

Alguien dijo alguna vez, que no hay nada más difícil de rebatir que el absurdo. A consecuencia del dominio y seducción ejercidos sobre las ideas, se ha generado un “sistema de creencias”, donde, al decir de Saramago, las “verdades parecen mentiras y las mentiras pasan como verdades”.

3. Desarrollo de un capitalismo autónomo y la salida exportadora de la crisis

Una economía predominantemente exportadora de “comodities” y productos de bajo valor agregado, como la argentina, se encuentra inexorablemente sentenciada a estar sometida al mercado mundial hegemonizado por las corporaciones internacionales, y la industria primitiva nacional, por su lado, caracterizada por la actividad de la PyMes, queda supeditada también a las vinculaciones con aquellas corporaciones, imposibilitadas, en forma parcial o total, a regenerar autónomamente su circuito productivo por su falta de competitividad en el mercado mundial (producto del retraso relativo del progreso tecnológico) resultante de la imposibilidad concreta de acceder a técnicas, insumos, maquinarias y know how que no pueden ser producidos en el mercado local a costos razonables.

Las inversiones en tecnología avanzadas son incorporadas al mercado local con la penetración de las corporaciones internacionales, en su mayor proporción. Por ejemplo, actualmente, “sólo el 5,6% de las pequeñas y medianas industrias cuenta con maquinaria de punta, mientras que en el caso de las Grandes Empresas el indicador trepa al 38%. Esta brecha tecnológica explica una parte importante de las diferencias en materia de productividad y competitividad entre ambos segmentos empresarios”.

En nuestra economía local se llevan a cabo las etapas de elaboración productiva que planifican aquellas corporaciones internacionales para sus subsidiarias introducidas en este mercado, según el planeamiento, decisión, financiamiento y difusión social que se encuentran situadas en los países industrializados. Ello trae aparejado la importación para la economía local de bienes de uso productivo, del usufructo gravoso de marcas, patentes y demás licencias pertenecientes a las sucursales de los consorcios transnacionales, contribuyendo a su vulnerabilidad externa, incidiendo negativamente en el saldo positivo de la balanza comercial externa de nuestra economía.

Las precedentes son algunas de las diversas causas por las cuales se desvanece el sueño del “progresismo argentino” de un desarrollo del capitalismo autónomo, dentro las condiciones estructurales de polarización interna alcanzadas por la economía del capital en nuestro país y de polarización externa en el mercado mundial. Además, ello tiene su origen en el sofisma de confundir el proceso de desarrollo capitalista de la Revolución Industrial europea con el posible, pero no probable, desarrollo de la economía local. Se trata de una traspolación de la teoría de Rostow relativa al “despegue hacia un crecimiento autosostenido”.

En parte, ciertos sectores del “progresismo” se vinculan, conciente o inconcientemente, a la idea neo-liberal, cuando sostienen que “el motor de la ocupación es la actividad económica” o bien que “las políticas de empleo deben basarse entonces en crecimiento global y planes específicos (sic!)” , las cuales se asocian, sutilmente a las advertencias de que “para crecer más, hace falta inversión” y “para poder mantener el crecimiento hacen falta inversiones en aumentos de capacidad productiva que permitan extender los horizontes de planeamiento” , provenientes de las usinas de los países industrializados hegemónicos. La crítica al “progresismo” se refiere, como siempre, a que hacen abstracción deliberada de las condiciones subyacentes de la estructura económica y su estadio actual de desarrollo, cuando alientan teorías que siempre se sustentan en el mundo de las apariencias de los hechos económicos.

El problema del crecimiento con empleo parece entonces, reducirse a lograr un flujo suficiente de inversiones, con ahorro “interno” o “externo” según la visión “progresista” o “neo-liberal” respectivamente, para financiar una tasa de expansión de la economía local que así, de manera natural, “absorba” la población económica activa desocupada.

Nada más falaz y simplificador es esta vía de estudiar el horror económico del desempleo y pobreza en medio de la abundancia de recursos en la economía local.

Como ya hemos sostenido la estructura económica no es tecnológicamente homogénea, sino, por el contrario, heterogénea, que se verifica empíricamente nucleada, por una parte, en corporaciones internacionales de alta densidad económica (ADT), esto es, con aplicación de moderna tecnología de punta, y por la otra, en actividades económicas relativamente primitivas de baja densidad tecnológica (BDT) o lo que es igual, caracterizada por ser mano de obra intensivas (PyMes).

Como es estimable estadísticamente, el sector moderno (ADT) crece de modo más acelerado, a tasas más altas, que el sector de actividades primitivas o mano de obra intensivas. Por otra parte el sector moderno de la economía local, hegemonizado por las corporaciones internacionales, reemplaza o sustituye, progresiva o abruptamente, a los sectores de mano de obra intensiva, liderados por la PyMes, como producto de la brecha tecnológica insalvable que existe entre ambos, En consecuencia, el crecimiento más rápido del sector internacionalizado y más concentrado del mercado, y el desplazamiento del sector primitivo de la economía, crea nuevos empleos, y concomitantemente, destruye en mayor número, puestos de trabajo en ocupaciones tecnológicamente atrasadas, dando como resultante una tasa de desempleo neto creciente.

Aún con el crecimiento de la demanda agregada originada en la expansión de las inversiones (efecto multiplicador keynesiano, de cuyas limitaciones y cese nos hemos referido supra) se crean nuevos puestos de trabajo adicionales a una tasa menor de crecimiento que el incremento en la destrucción de empleo. De esta manera, la desocupación aumenta más aceleradamente que el empleo derivado de las inversiones originales, y subsecuentemente, se incrementa, a igual ritmo, la pobreza relativa y la miseria. Esto ocurre como resultante de las amplias disparidades y asimetrías tecnológicas existentes entre el sector moderno internacionalizado y el sector primitivo de la economía local.

Conclusión

La incapacidad de aquéllas políticas del gobierno de Kirchner para dar respuesta solvente a los problemas arriba mencionados y aún menos trascender la contradicción insoslayable que aquí se plantea, provocará su extrema agudización, en un futuro muy breve, a pesar de la estrategia de la ilusión de la propaganda oficial, poniendo con ello en juego millones de destinos humanos individuales en la Argentina.

Finalmente, sin transformación de la estructura económica concentrada y polarizada actual de la economía local es absolutamente improbable desarrollar, superando la vieja sociedad del capital, una nueva sociedad fundada en una democracia económica y social que exija la participación activa real de los hombres comunes, por sobre los intereses privados de cualquier otro grupo, estrato o clase, lo cual presupone aquella indispensable transformación hacia la nueva economía social o comunitaria.

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Thieme Rubén Osvaldo. (2010, diciembre 3). Capitalismo tardío: Crecimiento con pobreza en la Argentina de Kirchner. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/capitalismo-tardio-crecimiento-pobreza-argentina-kirchner/
Thieme Rubén Osvaldo. "Capitalismo tardío: Crecimiento con pobreza en la Argentina de Kirchner". gestiopolis. 3 diciembre 2010. Web. <https://www.gestiopolis.com/capitalismo-tardio-crecimiento-pobreza-argentina-kirchner/>.
Thieme Rubén Osvaldo. "Capitalismo tardío: Crecimiento con pobreza en la Argentina de Kirchner". gestiopolis. diciembre 3, 2010. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/capitalismo-tardio-crecimiento-pobreza-argentina-kirchner/.
Thieme Rubén Osvaldo. Capitalismo tardío: Crecimiento con pobreza en la Argentina de Kirchner [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/capitalismo-tardio-crecimiento-pobreza-argentina-kirchner/> [Citado el ].
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