La relación que hoy conocemos entre una persona y su puesto de trabajo está variando y ha pasado de la ya clásica imagen del trabajador dependiente e identificado con su organización a una realidad en la que el ocupante de un puesto de trabajo debe preocuparse exclusivamente por sus responsabilidades y por los resultados que se esperan de éstas. No es que el compromiso con la organización no sea importante. Ocurre que hoy avistamos un mundo laboral en el cual el colaborador debe adaptarse razonablemente rápido a las varias o quizá numerosas organizaciones con las cuales trabe relación a lo largo de su vida útil. Y la calidad de los resultados entregados delatará el nivel de compromiso. Este ya no será una actitud que se espera llegue paulatinamente. Deberá expresarse y percibirse clara y permanentemente, desde antes de empezar a trabajar inclusive. El nivel de compromiso de un colaborador estable o temporal se evidenciará u objetivará en el ciberespacio.
La realidad del trabajo que ya está aquí ofrece un mundo centrado en los logros de las personas. Usted podrá ofrecer sus servicios a una o a diversas compañías en períodos de duración fluctuante. Lo que decidirá el valor de nuestro potencial serán las realizaciones tangibles y rentables alcanzadas previamente y atestiguadas por nuestros empleadores.
La hoja de vida, curriculum o resumé, que hasta hoy es un documento que elaboramos todavía según nuestro mejor saber y entender, va camino de su extinción. Será reemplazada por un registro de formato universal y disponible en línea para todo aquel que quiera consultarlo. Y muy probablemente nuestros éxitos sean consignados no necesariamente por nosotros los prestadores del servicio, sino por aquellos a quienes ya lo ofrecimos. Esto pondrá en cuestión o atenuará el valor de la entrevista de trabajo. En un mundo interconectado, en el cual la mayoría de la gente empleable, junto con sus competencias y realizaciones, circulará por el ciberespacio, la movilidad laboral se acrecentará y los protocolos de ingreso a las organizaciones se aligerarán. No estamos lejos entonces de la defunción de la siempre subjetiva entrevista de trabajo. Incluso sus formatos más avanzados, que se ufanan de exactitud, serán sustituidos por un software en línea con datos de miles de candidatos actualizados a diario. Por esto mismo los procesos de búsqueda y oferta de empleo se acortarán más aún.
Nuestra utilidad laboral será decidida por el valor que nos asignen aquellos para quienes trabajamos. Y este indicador, de libre acceso en las redes, será la guía que oriente a nuestros probables nuevos clientes o empleadores a la hora de decidir contratarnos.
¿Debe ser temido este nuevo escenario como el reino del nefasto individualismo? No necesariamente. Puede ser visto también como el reconocimiento culminante de la diversidad y/o versatilidad del talento humano. Desde luego que habrá clientes u organizaciones que establezcan parámetros rígidos y uniformes de trabajo como hasta ahora. Es posible también que se eleve el aprecio por la originalidad y el pensamiento divergente con miras a la obtención de resultados exitosos. Esto es, aquellos que puedan alcanzar mayores índices de efectividad e innovación en diferentes escenarios serán los más requeridos. Sus logros serán siempre visibles y fácilmente verificables para cualquiera que lo desee. A un click de distancia. O tal vez más rápido que eso.
