Corrupción y competitividad de los países

«Nunca te preguntes si tu país es honrado, la honra de un país es la suma de las pequeñas honras de sus habitantes». Arturo Pérez-Reverte, escritor Si de algo se habla en México en materia económica en los últimos 2 años es la necesidad de que el gobierno concrete las reformas estructurales (fiscal, laboral, energética, educativa, etc.) que le urgen al país para poder crecer a tasas aceleradas. Sin embargo una cosa se nos olvida, de seguir nadando en el lodo de la corrupción y las mordidas, aún con todo y las dichosas reformas, nos vamos a hundir segurito.

En su más reciente libro (Cómo Sobrevivir a la Globalización), Martín Redrado, economista argentino, se hace la siguiente pregunta que voy aplicar para el caso mexicano: «¿Qué diferencia hay en recibir una multa en México y una en Estados Unidos? Que en Estados Unidos no hay más remedio que pagarla.

Eso significa que tanto o más importante que la pena es la capacidad del sistema para ejecutarla».

De igual manera podemos preguntarnos de qué sirve insistir con una reforma fiscal integral si no se persigue firmemente la evasión o si no hay disciplina en la ejecución del gasto, o a poco usted se animaría a prestar dinero a sabiendas de que si el deudor le falla le llevará casi 7 años en juzgados tratar de ejecutar las garantías, o qué tal si se propone a iniciar un negocio y de repente se entera que le llevará en promedio más de 50 días de trámites complicados y engorrosos, mordidas, coyotes y peritos para poder finalmente abrirlo. Seguramente su conclusión será mejor no hacer nada frente a tanta belleza.

Y es que es verdad que en todos esos casos el Estado nos está fallando: o no aplica las reglas del juego, o las aplica cuando quiere o exagera en aplicarlas.

Y precisamente ese «no hacer nada» es la decisión que toman los inversores al momento de escoger a qué país destinan sus capitales.

Hoy en día la estabilidad económica ya no basta, la rentabilidad del capital depende en gran medida de la calidad y el respeto de las leyes de un país; de la seguridad para operar y establecerse en él; de la confianza en un clima de negocios donde se respetan los derechos de propiedad y se hace efectiva la rendición de cuentas; de la capacidad y la firme determinación de las autoridades para cumplir con su palabra y sus reglas, entre otras cosas.

No por nada el 80% de la Inversión Extranjera Directa del mundo termina en los países desarrollados.

Por este motivo, un país corrupto es un país que de entrada ya está quemado ante los ojos de los inversionistas mundiales.

Si queremos desarrollo, capitales y más opciones de trabajo hay que ocuparnos en tumbar nuestros altos niveles de corrupción.

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La vía efectiva para mantener la estabilidad a largo plazo (tasas bajas, inflación controlada, tipo de cambio estable, riesgo país mínimo, etc.) y conseguir el añorado crecimiento se llama transparencia.

De otro modo, lo único que nos espera son más mordidas… pero a nuestra economía en términos de estancamiento y rezago.

Esto no se trata de debatir si dar mordida es ético o no, ni cuando es más moral y cuándo menos, lo que debemos asimilar es que un país sin transparencia carece de viabilidad en el largo plazo.

Así de sencillo, con corrupción no habrá desarrollo sustentable. Así se aprobaran hoy mismo todas las reformas estructurales que tanto solicitamos, las cosas tal vez seguirían por el rumbo de la mediocridad.

De acuerdo a la encuesta nacional de corrupción y buen gobierno que aplica Transparencia Mexicana, organización no gubernamental dedicada a promover la lucha anticorrupción, se registraron en el último año en México casi 214 millones de actos de corrupción en el uso de servicios públicos (más de 2 por cabeza).

Las mordidas cuestan a las familias mexicanas un promedio de 109 pesos con 50 centavos al año (casi el 7% del ingreso familiar y hasta el 14% en el caso de hogares con ingresos iguales o menores a un salario mínimo), lo que en total implica más de 2,300 millones de dólares anuales (o el 1% del PIB del país) en corrupción popular. Un dineral.

Destacan Colima (con 3 mordidas por cada 100 servicios públicos solicitados), Baja California Sur (3.9) y Aguascalientes (4.5) como los estados menos propensos a la corrupción; mientras que el D.F. (la capital de la transa con 22.6 mordidas por cada 100 servicios solicitados), Estado de México (17) y Guerrero (13.4) son las entidades más sucias del país.

De una lista de 38 servicios públicos, evitar que un agente de tránsito se lleve el coche al corralón o bien sacarlo del corralón es el trámite en el que se dan más casos de corrupción a nivel nacional (57.2 de cada 100), mientras que el trámite del predial es el más limpio (sólo 1.6 mordidas en cada 100 casos).

En el plano mundial, el Índice de Percepción de la Corrupción que publica Transparencia Internacional clasifica a México en el mediocre lugar 51 entre 91 naciones (el país número 1 es Finlandia que es el menos corrupto del mundo y de ahí para abajo se acomodan).

Este índice refleja el grado en que es percibida la corrupción dentro de la administración pública (entre funcionarios públicos y políticos). México cuenta con una calificación de 3.7 puntos sobre 10, estamos completamente reprobados y por debajo de países como Colombia, Perú, República Checa, Croacia, Eslovenia, Túnez, Namibia, Botswana, por mencionarle algunos para que se deprima.

De hecho casi dos terceras partes de los países incluidos en este índice tienen calificaciones por debajo de 5.

Por si fuera poco y para quemarnos tantito más, recientemente un informe del relator de la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU indicó que entre el 50 y el 70% de los jueces mexicanos a nivel federal realizan prácticas de corrupción.

Inmediatamente se escucharon las protestas y reclamos de la clase política y los jueces señalando que la cifra es exagerada y pidiendo mayor exactitud en las afirmaciones de la ONU.

Sin embargo, más allá de si los porcentajes son correctos o no, para qué nos hacemos tontos solos.

Bien sabemos que el sistema judicial en nuestro país no es corrupto… es corruptísimo.

Lo que debe quedar claro es que la corrupción es generalmente una transacción entre dos, si no es que más.

Para quien toma la mordida, siempre hay alguien que la ofrece. No es justo quejarnos de policías, del sistema, de políticos, de jueces y burócratas cuando todos nosotros también tenemos que ver en esto.

La mordida no es un fenómeno ajeno a la sociedad. Nosotros mismos la promovemos.

Por el lado de la oferta, a la sociedad nos toca aceptar primeramente la enfermedad y luego cambiar de actitud para erradicar gradualmente esa cultura corrupta que hoy nos caracteriza.

Así es que va para largo. Complementando por el lado de la demanda, la clave está en que el gobierno logre hacer rentables, nítidos, atractivos, modernos, cómodos, convenientes, simplificados, sencillos y ágiles para todos los servicios públicos que presta.

La idea es dejar sin chamba a coyotes, gestores, mordelones y especies por el estilo y crear esquemas que premien continuamente la honestidad de la gente.

Hoy las cosas están volteadas. Si somos corruptos, obtenemos beneficios como ahorrarnos dinero, tiempo en largas colas, trámites complicados, vueltas a dependencias públicas, etc., es decir, la mordida agiliza esos desesperantes procesos y nos permite emplear nuestro tiempo en actividades más importantes, más rentables o más urgentes.

Preferimos «donar un billetito», aunque parezca patético, que asumir el costo de oportunidad de perder nuestro tiempo y dinero discutiendo en oficinas burocráticas.

En cambio, si optamos por la honestidad salimos más castigados.

La legalidad nos sale más cara en términos de dinero, tiempo invertido y hasta corajes. Y es ahí donde está el problema. Mientras nos resulte más barato dar mordida, la legalidad seguirá siendo menos popular y la corrupción seguirá a sus anchas.

Así pues, es tan importante cambiar la actitud de los ciudadanos como adecuar el marco regulatorio para generar los incentivos adecuados en la sociedad.

Por lo pronto nuestro lugar 51 de 91 países medidos en términos de corrupción habla por sí solo. No se haga muchas esperanzas ni espere que la cifra cambie de manera importante para el próximo año.

Para aprobar esta materia se requieren demasiados años y un esfuerzo colectivo que hoy a nadie le importa. En fin, ojalá que si en un futuro logramos avanzar algunos lugares en esta lista no vaya a ser por alguna palanca o una mordidita.

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Blanco Renato. (2005, marzo 3). Corrupción y competitividad de los países. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/corrupcion-competitividad-paises/
Blanco Renato. "Corrupción y competitividad de los países". gestiopolis. 3 marzo 2005. Web. <https://www.gestiopolis.com/corrupcion-competitividad-paises/>.
Blanco Renato. "Corrupción y competitividad de los países". gestiopolis. marzo 3, 2005. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/corrupcion-competitividad-paises/.
Blanco Renato. Corrupción y competitividad de los países [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/corrupcion-competitividad-paises/> [Citado el ].
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Imagen del encabezado cortesía de mortenmyksvoll en Flickr