Diferencias intelectuales entre mujeres y hombres

1. A manera de introducción

De forma personal no deseara ser considerado como un típico machista latinoamericano, al tratar de evidenciar las diferencias intelectuales entre las mujeres y los hombres, no trato de ninguna forma de indicar que el hombre es mejor que la mujer, siendo el hecho lo contrario, ya que sin esa hermosa creación el hombre no tendría existencia alguna.

Solamente trato de evidenciar diferencias que pueden ayudar a los Planificadores Estratégicos y Psicólogos Sociales, a considerar variables al momento de intervenir en procesos de planificación con un grupo puro o mixto de mujeres.

Al igual que cuando escribí “Floristofilo II” y se me tildo de RACISTA, creo que de manera muy personal debo de arriesgarme en temas donde otras personas no tienen la osadía de intervenir, por tener miedo en el pesar de otras personas, en mi caso por no tener los paradigmas tradicionales y sin buscar ofender a alguna persona en particular deseo presentar el “Ensayo Critico Corto” esperando sea aceptado con la misma efervescencia que en otras ocasiones.

2. Nuestros Inicios Hombre vrs. Mujer

Hace cien años, la observación de que los hombres son distintos de las mujeres en todo un rango de aptitudes y habilidades, habría sido una verdad de Perogrullo, una afirmación de lo más obvio.

Pero en cambio, hoy día, podría evocar muy diferentes reacciones. Dicha por un hombre, sugeriría una cierta ineptitud social, una novatada en cuestión de política sexual, una triste deficiencia de sabiduría convencional, o un torpe intento de ser provocativo. Una mujer que aventurara tal opinión sería tachada de traidora a su sexo, traicionando las esforzadas “victorias” de las recientes décadas de una mujer que ha buscado igualdad de estatus, oportunidades y respeto.

Cuando una psicóloga canadiense tituló un documento académico “¿Son realmente diferentes los cerebros del hombre y de la mujer?” Ella entendía que la respuesta a la pregunta era evidente por sí misma.

Sí, por supuesto. Estaría asombrada si los cerebros del hombre y la mujer no fueran diferentes dadas las enormes diferencias morfológicas (estructurales) y las a menudo hirientes diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres.

La mayoría de nosotros intuitivamente siente que los sexos son diferentes, pero esto se ha convertido universalmente en un secreto que se guarda con recelo y culpabilidad. Hemos dejado de confiar en nuestro sentido común. La verdad es que prácticamente durante toda nuestra estancia en el planeta hemos sido una especie sexista. Nuestra biología ha asignado funciones separadas al macho y a la hembra del Homo sapiens. Nuestra evolución ha fortalecido y refinado estas diferencias.

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Nuestra civilización las ha reflejado. Nuestra religión y nuestra educación las han fortalecido.

Aún así, ambos tememos y desafiamos la historia. La tememos porque tememos pecar de complicidad con los viejos crímenes de prejuicio sexual. La desafiamos porque queremos creer que la humanidad al fin ha alcanzado velocidad de escape para abandonar la pesada gravedad de nuestro pasado animal y las certezas neardenthales. En los últimos treinta años ha habido una pequeña pero influyente colección de bien intencionadas almas que han tratado de persuadirnos de adoptar esta nueva y desafiante postura. Descubrieron que las religiones y la educación eran una creación masculina para mantener a la mujer en un estado de subordinación. El descubrimiento tal vez sea cierto. Encontraron que lo que llamamos civilización está fundado en la agresión y el dominio masculino. Eso probablemente también sea cierto. Está bien hasta ahí.

El problema viene cuando se mira la explicación de porqué paso esto. Si el hombre y la mujer son idénticos, y siempre lo han sido, en la manera y el grado en que ambos usan idénticos cerebros, ¿cómo es que el sexo masculino se las ha arreglado tan exitosamente en virtualmente todas las culturas y sociedades del mundo, para contribuir a una situación en que la mujer fuera subordinada? ¿Ha sido tan solo la mayor musculatura y peso corporal del varón lo que el reino femenino haya sido un territorio ocupado en el recuento de los últimos miles de años? ¿Ha sido por el hecho de que hasta los siglos recientes las mujeres estaban embarazadas la mayor parte del tiempo? ¿O será porque –como lo sugieren los hechos– las diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos han sido la ruta de la sociedad que tenemos y de la gente que somos? Hay algunos hechos biológicos de la vida que, con el mayor deseo de libertad sexual y la mejor voluntad del mundo, no pueden ser modificados; ¿No sería mejor que en vez de luchar impotentemente contra las diferencias entre los sexos, las conociéramos, comprendiéramos, explotáramos, e incluso las disfrutáramos?

En los últimos cien años los científicos se han cansado de explicar tales diferencias. Sin embargo, hay que decir que el inicio de la ciencia de las diferencias sexuales del cerebro comenzó con una metodología tan cruda como sus afirmaciones. La simple medición del cerebro aparentemente prueba que la mujer carece del necesario volumen cerebral para clamar por igualdad de intelecto. Los alemanes estuvieron particularmente obsesionados con la medición escolar de la circunferencia craneal. Bayerthal (1911) encontró como en mínimo requerimiento para un profesor de cirugía tener una circunferencia craneal de entre 52 y 53 centímetros: “Por debajo de 52 centímetros no se puede esperar desempeño intelectual especialmente significativo, mientras que por debajo de los 50.5 centímetros no puede esperarse inteligencia normal.” Sobre estas relaciones también observó, “No tenemos que preguntarnos por la medida de la circunferencia craneal de una mujer genio: éstas no existen.”

El científico francés, Gustave Le Bon, notó que muchas mujeres parisinas tenían cerebros más cercanos en tamaño al de los gorilas que al de los hombres, concluyendo que la inferioridad femenina era “tan evidente que ninguno podría refutarla ni por un momento”. Y advirtió proféticamente que:

El día en que, malinterpretando las ocupaciones inferiores que la naturaleza le ha dado, la mujer deje el hogar y tome parte en nuestras batallas; en ese día iniciará una revolución social y todo lo que mantiene los sagrados lazos de la familia desaparecerá.

Esa revolución social ha estado con nosotros por algún tiempo; pero acompañada por una revolución científica en el conocimiento de las diferencias cerebrales. Muchos, tal vez la mayoría, de los secretos de cómo funciona el cerebro aún no han sido revelados, pero las diferencias entre los cerebros masculino y femenino –y el proceso mediante el cual se hacen diferentes– ahora está claro. Aún hay más por saber, mas detalles y precisión que añadir, tal vez, pero la naturaleza y las causas de las diferencias cerebrales son ahora conocidas más allá de toda especulación, prejuicio o duda razonable.

Pero ahora, justo en el momento en que la ciencia puede decirnos cuáles son esas diferencias y de dónde provienen, se nos ha hecho creer que debemos evitar asumir las diferencias como si ello fuera un pensamiento culpable. Las recientes décadas han presenciado dos procesos contradictorios: el desarrollo de la investigación científica sobre las diferencias entre los sexos, y la negación política de que tales diferencias existan. Puede entenderse que estas dos posturas ideológicas no son cuestión de términos. La ciencia sabe que inmiscuirse en asuntos de diferencias sexuales es un riesgo: al menos un investigador en el campo de las diferencias de género se le negó gran parte de sustento de sus investigaciones con el argumento de que “este trabajo no debió de haber sido hecho”. Otro nos dijo que tuvo que renunciar a su trabajo porque la presión política (la presión a la verdad) se había vuelto demasiada. Por otro lado, algunos de estos trabajos en el campo de las diferencias sexuales parecen evidenciar una especie de descuido casi intencional en los descubrimientos científicos, para cegarse a sí mismos sobre los descubrimientos cuyas implicaciones pudieran resultar muy incómodas de admitir.

La primera prueba sistemática para explorar las diferencias sexuales fue conducida por Francis Gatton en 1882 en el South Kensington Museum en Londres.

Él reportaba haber encontrado diferencias sexuales significativas favoreciendo a los hombres en fuerza de agarre, en su sensibilidad hacia el sonido de los silbidos agudos y en su habilidad para trabajar bajo presión. Se observó que las mujeres eran mucho más sensibles al dolor.

Diez años después, en los Estados Unidos, los estudios descubrieron que la mujer puede oír mejor que el hombre, tiene más vocabulario convencional y prefieren el azul al rojo. Los hombres prefieren el rojo al azul, tienen un lenguaje más atrevido y tienen preferencia por los pensamientos generales y abstractos, mientras que las mujeres prefieren los problemas prácticos y las tareas individuales.

Havelock Ellis, en su libro Hombre y Mueres, publicado en 1894, levantó un interés inmediato y llegó incluso a las ocho ediciones. Entre las diferencias que él relataba, se encontraba la superioridad de la mujer sobre el hombre en memoria, sagacidad, disimulación, compasión, paciencia y capacidad de dar noticias. El trabajo de las mujeres científicas fue encontrado como más preciso que el de los científicos varones, pero, “tal vez un poco inferior en extensión e iniciativa, aunque admirable dentro de rango limitado”. Una mujer genio parecía necesitar el apoyo cercano de un hombre. Ellis ofrece el ejemplo de Madame Curie, quien era esposa de un científico que ya era distinguido, y apunta que los mejores poemas de la Señora Browning fueron todos escritos después de que ella tuvo la buena fortuna de conocer al Señor Browning. Ellis encontró que a la mujer le desagrada el proceso esencialmente intelectual del análisis. “Tienen el sentimiento instintivo de que el análisis puede llegar a destruir la complejidad emocional con la cual ellas son tan profundamente movidas y a la cual ellas apelan.

Estas observaciones habrían permanecido como meras curiosidades escolares de no haber sido por el desarrollo que inició en los años sesentas de nuevas investigaciones científicas al interior del cerebro. Paradójicamente, los descubrimientos de las diferencias de género corresponden con el periodo político en que la negación de que esas diferencias existieran era más acusado.

3. El origen de la diferencia

Paradójicamente, también el interés en estas diferencias de género provino del interés científico que originalmente buscaba suprimirlas. El problema surgió con las pruebas de coeficiente intelectual o IQ (por sus siglas en inglés). Los investigadores notaron que había diferencias constantes y consistentes favoreciendo a un sexo sobre el otro en algunas de las habilidades puestas a prueba. La comunidad científica no coreó un Eureka, de hecho fue relegado como un estorbo que enturbiaba las aguas de la medición precisa de la inteligencia.

En los años cincuentas el Doctor D. Wechsler, un científico americano que desarrolló la prueba de IQ más comúnmente usada hoy en día, encontró que eran más de treinta las pruebas “discriminatorias” a favor de un sexo o del otro. El simple uso de la palabra suponía que las pruebas eran culpables en sí mismas por el hecho de que los diferentes sexos hubieran obtenido distintos grados de logro en éstas.

Wechsler, entre otros, buscó resolver el problema eliminando todas aquellas pruebas que resultaran con resultados de significativa diferencia sexual. Cuando aun así se vio la dificultad de producir resultados “sexualmente neutros”, deliberadamente introdujeron elementos con “sesgos masculinos” o “sesgos femeninos” para lograr resultados aproximadamente iguales entre ambos sexos.

Esta es una manera en que se tuercen los estudios científicos, si no te gustan los resultados que obtienes del experimento, entonces arreglas los datos para producir una conclusión más agradable. El equivalente deportivo sería igualar con dificultades a los atletas olímpicos de salto con garrocha imponiendo un hándicap agregando a algunas pesas de plomo o acortando las garrochas de otros para asegurarse de que prevalezca la verdad deseada de que todos los saltadores con garrocha independientemente de sus hazañas o agilidad, han sido creados iguales.

Aún así, las diferencias sexuales emergen obstinadamente, como recalcitrantes dientes de león que persisten a pesar de haber tratado un prado químicamente. Wechsler incluso llegó a la conclusión de que a partir de una serie de sub–pruebas era posible probar de manera mesurable la superioridad de la mujer sobre el hombre en inteligencia general. Mientras que, por otro lado, algo así como 105 pruebas que medían la habilidad resolviendo laberintos y que fueron aplicadas a la más heterogénea muestra de individuos en todo el mundo, incluyendo desde los más primitivos hasta los más altamente civilizados, en el 99% de los casos se mostró una incontrovertible superioridad masculina. Tal vez la más segura y menos controversial síntesis que se pudo hacer de estos descubrimientos hubiera sido que las chicas eran demasiado inteligentes para molestarse con algo tan absurdo como la resolución de un laberinto. Preocupado por encontrar una técnica de medición del IQ que fuera sexualmente neutra, Wechsler relegó la evidencia de que los sexos eran diferentes como un mero estorbo. Tal como Colón debió haber relegado su descubrimiento de América como algo secundario, pues después de todo, él estaba buscando las Indias Orientales. Wechsler observó, casi como un comentario entre paréntesis.

Nuestros descubrimientos confirman lo que los novelistas y poetas han afirmado a menudo y que la mayoría de las personas cree en el fondo, que los hombres no sólo actúan, sino que piensan diferente que las mujeres.

Lo que un temprano pionero británico de las diferencias sexuales ha llamado “una conspiración de silencio rodeando el tópico de las diferencias sexuales humanas” pronto fue manifestado por un parloteo de explicaciones sociológicas. Los niños, se argumentaba, nacieron psico-sexualmente neutrales; pero entonces, padres, maestros, jefes, políticos y toda la malicia social se ponen a trabajar en la inocente virginidad de la mente.

El grupo principal campeando por la teoría de la neutralidad era dirigido por el Dr. John Money, de la universidad Johns Hopkins en los Estados Unidos de Norteamérica.

La sexualidad está indiferenciada al nacimiento y… va diferenciándose en masculina o femenina en las varias experiencias del crecimiento.

De manera que, si hombres y mujeres eran diferentes, tenía que haber sido el resultado del condicionamiento social. La sociedad tenía que ser culpada, cosa que, en la visión de la sociología, suele ser muy común.

Si es que aún hay disputa sobre cómo emergen las diferencias sexuales, ahora no hay argumentos en la comunidad científica de si tales diferencias existen. No podría insistirse de más en que este libro en sí mismo es concerniente a cómo se diferencian la mayoría de los hombres de la mayoría de las mujeres. De la misma manera en que podríamos decir que los hombres son más altos que las mujeres.

Al mirar en torno en un cuarto cualquiera lleno de gente, esto será obvio. Por supuesto que algunas mujeres son más altas que algunos hombres y que es posible que la más alta de todas las mujeres llegue a ser más alta que el más alto de todos los hombres. Pero, estadísticamente, el hombre es en promedio siete por ciento más alto que la mujer, y la persona más alta del mundo, más allá de lo que pase en el cuarto, es ciertamente un hombre. Lo que exploraremos aquí son las variaciones estadísticas en las diferencias sexuales, en habilidades, aptitudes o debilidades, las cuales son mucho mayores de lo que son con respecto a la estatura; aunque siempre habrá la excepción al promedio, la persona con excepcionales habilidades “del sexo erróneo”, pero la excepción no invalida la regla general del promedio. Estas diferencias tienen una relevancia práctica y social. En mediciones de varias pruebas de aptitud la diferencia entre los puntajes promedio entre los sexos llega alcanzar hasta el 25%. Se ha descubierto que una diferencia tan pequeña como un 5% tiene un profundo impacto en las ocupaciones o actividades en las cuales hombres o mujeres promedio podrán triunfar.

El área en que se localizan las mayores diferencias se ha encontrado que es la de lo que los científicos llaman “habilidades espaciales”. Esto es ser capaz de visualizar mentalmente cosas, sus formas, posición, geografía y proporciones de manera precisa; todas las habilidades que son cruciales para la habilidad práctica de trabajar con objetos o dibujos tridimensionales. Un científico que ha revisado extensa literatura científica sobre este aspecto concluye que: “El hecho de la superioridad masculina en la habilidad espacial no está a discusión”. Esto es confirmado por literalmente cientos de diferentes estudios científicos.

Una típica prueba es la medición de la habilidad de los hombres y las mujeres en el ensamblado de un aparato mecánico tridimensional. Sólo una cuarta parte de las mejores logro realizar la tarea mejor que el promedio de los hombres. En los primeros diez de la escala de aptitud mecánica había el doble de hombres que de mujeres.

De los años escolares en delante, los niños generalmente se desempeñan mejor que las niñas en las áreas de matemáticas que envuelven conceptos abstractos del espacio, las relaciones y teoría. En los más altos niveles de la excelencia matemática, de acuerdo con el mayor examen jamás hecho al respecto, el mejor de todos los chicos eclipsa totalmente a la mejor de todas las chicas. El doctor Julián Stanley y la doctora Camilla Benbow, ambos psicólogos norteamericanos, trabajaron con los estudiantes de ambos sexos más altamente dotados. No sólo encontraron que la mejor de las chicas jamás puede superar al mejor de los chicos; sino que también descubrieron una alarmante proporción en la brillantez en matemáticas: Por cada chica excepcional habrá siempre más de trece chicos excepcionales.

Los científicos saben que se paran sobre un terreno quebradizo cuando aventuran cualquier teoría sobre el comportamiento humano. Pero los investigadores dentro del campo de la diferenciación sexual se están impacientando de manera creciente con la política que intenta encontrar una explicación social de estas diferencias.

Como Camila Benbow ahora dice sobre sus estudios que muestran la superioridad masculina en los niños con dotes matemáticas. “Después de 15 años buscando por una explicación ambiental y obteniendo cero resultados, me rendí.”

Ella ya ha admitido ante nosotros que cree que esta diferencia de habilidad tiene bases biológicas.

Los hombres también tienen una superior coordinación ojo–mano, la cual es necesaria para los deportes en que se usa una pelota. Estas mismas habilidades significan que ellos pueden imaginar más fácilmente la alteración o rotación de un objeto en los ojos de su mente. Es más fácil para los chicos que para las chicas construir estructuras con bloques de construcción a partir de planos bidimensionales, y en señalar correctamente cómo cambiará de ángulo el nivel de la superficie del agua en una jarra cuando la jarra sea inclinada en diversos ángulos.

Esta ventaja masculina en notar patrones y relaciones abstractas (que puede ser llamada generalidad estratégica más que pensamiento táctico detallado) tal vez pueda explicar el dominio masculino en el ajedrez, incluso en un país como la antigua URSS, donde el juego era un deporte nacional jugado por ambos sexos.

Como explicación alternativa, más aceptable para aquellos que negarán las bases biológicas de la diferenciación sexual, se dice que la mujer ha sido tan condicionada con el hecho de la superioridad masculina en el juego del ajedrez, que subconscientemente se asigna a sí misma una menor expectativa; pero esta objeción a la evidencia científica no es más que deseoso intento de mantener el prejuicio.

La mayor habilidad espacial de los hombres puede, ciertamente, ayudar a explicar la superioridad masculina en la lectura e interpretación de mapas que notamos antes. Aquí, de nuevo, el prejuicio contra la mujer al volante es confirmado por experimentación; chicos y chicas a los que a cada uno se le dieron mapas de la ciudad, se les pidió que, sin rotar el mapa, describieran en dónde darían vuelta a la derecha o a la izquierda en ciertas intersecciones en particular si ellos hicieran mentalmente un recorrido por el pueblo de ida y vuelta. Los chicos lo hicieron mejor. Más hombre que mujeres tuvieron que girar el mapa para que coincidiera físicamente con la dirección en que estaban viajando mentalmente cuando trataban de encontrar el camino.

Mientras que el cerebro masculino provee a los hombres con la facilidad para tratar con cosas y teoremas, el cerebro femenino está organizado para responder más sensitivamente a todos los estímulos sensoriales. Las mujeres son mejores que los hombres en las pruebas de habilidad verbal. Las mujeres están equipadas para tener un rango de recepción de información sensorial mucho más amplio, para conectar y relacionar esa información con una mayor facilidad, para dar primacía a las relaciones personales y para comunicar. La influencia cultural puede reforzar esas fortalezas femeninas, pero su superioridad es innata.

Las diferencias se hacen evidentes en las primeras horas después del nacimiento. Se ha mostrado que las niñas recién nacidas muestran mucho más interés que los niños por la gente y por los rostros; los niños parecen igualmente felices con una persona o con un objeto puesto frente a ellos.

Las niñas dicen su primera palabra y aprenden a hablar en oraciones cortas más pronto que los niños, y son, por lo general, mucho más fluidas en sus años preescolares. Ellas también leen más pronto y son mejores en el manejo de las unidades que forman el lenguaje como la gramática, la puntuación o la ortografía.

Los niños sobrepasan a las niñas en una relación de cuatro a uno en los cursos remediales de lectura. Más tarde, para las mujeres es más sencillo el dominio de lenguas extranjeras, y son más eficientes en la propia lengua, con mayor dominio de la ortografía y la gramática. Ellas son también más fluidas: el tartamudeo y otros defectos del habla ocurren casi exclusivamente entre niños.

Las niñas y las mujeres oyen mejor que los hombres. Cuando los sexos son comparados, la mujer muestra una mayor sensibilidad al sonido. El ruido de una gotera sacará a una mujer de la cama mucho antes de que el hombre haya siquiera despertado. Son seis veces más las niñas que los niños que pueden cantar entonadamente. Ellas son también mucho más adeptas a notar pequeños cambios en el volumen, lo que lleva de algún modo a explicar la mayor sensibilidad de la mujer hacia “ese tono de voz” que sus compañeros masculinos son tan frecuentemente acusados de adoptar. Hombres y mujeres incluso ven algunas cosas de manera diferente. Las mujeres ven mejor en la oscuridad. Son más sensitivas a los tonos rojos al final del espectro lumínico, viendo más tonos de rojo que el hombre, y tienen una mejor memoria visual.

Los hombres ven mejor que las mujeres en la luz brillante. Intrigantes resultados mostraron que los hombres tienden a ser literalmente apantallados, ven en un campo de visión más estrecho, como a través de una pantalla con un suave efecto de visión de túnel, con una mucha mayor concentración en la profundidad. Ellos tienen un mayor sentido de la perspectiva que las mujeres. Las mujeres, en tanto, tienen casi literalmente una mayor visión. Tienen un campo de visión periférica mucho más ancho, debido a que en la parte posterior interna del globo ocular tienen más bastones y conos receptores en la retina, para recibir un mayor arco de información visual.

Las diferencias se extienden a otros sentidos. Las mujeres reaccionan de manera más rápida, y más aguda al dolor, aunque su resistencia total a la incomodidad a largo plazo es mayor que la de los hombres. En una muestra de adultos jóvenes, las mujeres mostraron “abrumadoramente” mayor sensibilidad a la presión en la piel en cualquier parte del cuerpo. En la infancia y en la madurez, la mujer tienen una sensibilidad táctil tan superior a la del hombre que en algunas de las pruebas no se traslapan los resultados de ambos sexos; en ellos la menos sensitiva de todas las mujeres es más sensitiva que el más sensitivo de todos los hombres.

Hay fuerte evidencia de que hombres y mujeres tienen diferentes sentidos del gusto. La mujer es más sensitiva a los sabores amargos como la quina y prefiere mayores concentraciones y mayor extensión de cosas dulces. Los hombres puntúan más alto en la diferenciación de los sabores salados.

Pero por encima de todo, de cualquier manera, la evidencia sugiere fuertemente una mayor delicadeza y percepción femenina en el sentido del gusto. ¿Debería de haber más grandes chefs mujeres? ¿O será que muchos de los grandes chefs masculinos tienen más sensibilidad femenina de la que admiten?

El olfato de las mujeres, al igual que su paladar, es mucho más sensitivo que el de los hombres. Un caso aparte es su percepción del exaltoide, un aroma sintético asociado con los hombres, pero difícilmente perceptible por ellos.

Las mujeres encuentran el aroma atractivo. De manera interesante, esta sensibilidad superior aumenta justo antes de su ovulación, en el momento crítico de su ciclo menstrual, la biología de la mujer la hace mucho más sensitiva que el hombre.

Esta superioridad en tantos de los sentidos puede ser medida clínicamente; puede ser esto lo que provee a la mujer de una casi sobre natural “intuición”. Las mujeres están simplemente mejor equipadas para notar cosas en las que el hombre es comparativamente ciego y sordo. No hay brujería en esta percepción superior; es extra–sensorial sólo en el sentido de los límites sensoriales masculinos, que son mucho más estrechos. Las mujeres son mejores notando indirectas sociales, reconociendo importantes variaciones de la intención y el significado en los tonos de voz o en la intensidad de la expresión.

El hombre a menudo se exaspera ante la reacción femenina frente a lo que él dice. No se da cuenta de que la mujer probablemente está “oyendo” mucho más de lo que él mismo piensa que está “diciendo”. La mujer tiende a ser mejor juez del carácter. Las mujeres mayores tienen mejor memoria para los nombres y los rostros y una mayor sensibilidad para percibir las preferencias de otras personas.

De manera que los hombres son más centrados en sí mismos; ¿alguna otra novedad? La novedad es que el folklore de género, que es siempre vulnerable a la opinión descalificadora y políticamente motivada ha mostrado tener, de hecho, bases científicas.

Mucha gente se opone a las explicaciones que a través de la biología proponemos para tantas de las diferencias entre los sexos, pero están dispuestas a creer, en una manera mucho más vaga, que probablemente tales diferencias tienen “algo que ver con las hormonas”.

Eso es la mitad de la verdad. Las hormonas, como hemos visto, determinan la organización distintiva del cerebro en masculino o femenino mientras éste se desarrolla en el útero. Compartimos la misma identidad sexual sólo las primeras semanas después de la concepción.

Pero a partir de ahí, dentro del vientre materno comienza a cambiar la estructura misma y el patrón del cerebro, comenzando a tomar una específica forma masculina o femenina. A través de la infancia, la adolescencia y la vida adulta, la manera en que el cerebro fue formado tendrá una sutil interacción con las hormonas, con fundamentales efectos en las actitudes, comportamientos y las funciones emotivas e intelectuales del individuo.

Cada vez más neurocientíficos e investigadores de los misterios del cerebro, como el neurólogo norteamericano Dr. Richard Restak, están ahora preparados para hacer esta confiada aseveración.

Parece poco realista seguir negando la existencia de diferencias en el cerebro masculino y femenino. Tal como hay distinciones físicas entre hombres y mujeres… hay diferencias igualmente dramáticas en el funcionamiento cerebral.

La manera en que nuestros cerebros están hechos afecta la manera en que pensamos, aprendemos, vemos, olfateamos, sentimos, comunicamos, amamos, hacemos el amor, peleamos, triunfamos o fracasamos. Entender cómo están hechos nuestros cerebros y los de los demás, no es materia de poca importancia.

Los niños no son hojas en blanco en las cuales nosotros esbozamos las instrucciones para un comportamiento sexual adecuado.

Ellos nacen con sus propias mentes masculinas o femeninas por sí mismas. Literalmente han conformado su mente desde el vientre materno, a salvo de las legiones de los ingenieros sociales que los esperan impacientemente.

Los años recientes nos han traído los elementos para construir un nuevo marco de trabajo para el entendimiento de las diferencias sexuales a través de dos avances científicos independientes y convergentes.

El primero es el progreso gigantesco que ha habido en el entendimiento de cómo funciona el cerebro; el segundo, los nuevos descubrimientos acerca de cómo –biológica y conductualmente– somos lo que somos: hombres o mujeres.

4. Las diferencias no solo son externas

Científicas como Doreen Kimura, Sandra Witelson o Eleanor Maccoby llevan llamando la atención desde los años 70 sobre las diferencias biológicas que existen entre los cerebros del hombre y la mujer. De hecho, las técnicas de resonancia magnética y tomografía permiten comprobar que machos y hembras activan distintas áreas de su cerebro para superar un mismo examen. Sin embargo, unos y otras acaban obteniendo, como media, idénticos resultados.

«Lo peor que se puede hacer es generalizar», asegura el experto en Psiconeurobiología José Antonio Gil Verona, de la Universidad de Valladolid. Este investigador reconoce que los estudios estadísticos arrojan distintas habilidades intelectuales atendiendo al sexo, pero aclara que «la inteligencia global es la misma».

Para Hugo Liaño, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, «los cerebros masculino y femenino vienen preparados de manera distinta», pero «las diferencias en capacidades intelectuales son muy pequeñas y pueden ser vencidas por la cultura y el nivel de aprendizaje». Así, la diferencia esencial entre el cerebro del hombre y el de la mujer es que en el primero «cada zona está más especializada». Sin embargo, «hablar de ventajas o inconvenientes» entre un sexo y otro «es una tontería». Algunas de las diferencias han sido ya estudiadas científicamente.

Ciencias y letras. Varon Una serie de pruebas realizadas por estudiantes estadounidenses entre 1960 y 1992 dieron como resultado que los varones están más capacitados para las matemáticas y, en general, las materias científicas. Por el contrario, los hombres resultan algo más torpes, como media, a la hora de manejar el lenguaje. Su memoria es menor para aprender listas de palabras, y además tardan más tiempo en encontrar distintos vocablos que empiecen por una misma sílaba o que contengan una determinada letra, por ejemplo.
Mujer El citado estudio señala a las hembras como más adecuadas para la comprensión y expresión literarias. Las mujeres, además, han mostrado una aptitud media superior para sobreponerse a situaciones de estrés. También tienen más destreza manual.
Hemisferios. Varon Los varones suelen usar un solo hemisferio cerebral (generalmente el izquierdo) para procesar la información lingüística. Por ello, padecen enfermedades del habla más a menudo que las mujeres cuando han sufrido una lesión en el hemisferio que se encarga del lenguaje. Además, tardan más tiempo en recuperarse, ya que les cuesta más trabajo emplear otras zonas de su cerebro.
Mujer Las hembras mejoran su memoria en tareas verbales cuando su sangre circula más rápidamente en su cerebro, algo que, al parecer, no sucede en los machos. Su memoria también es mejor cuando hay que acordarse de los rostros de otras personas.
Hormonas. Varon Algunos expertos creen que la testosterona y otras hormonas masculinas son las responsables de ciertas habilidades masculinas como el sentido de la orientación. Las diferencias entre los juguetes de los niños y las niñas también se han relacionado con la acción de las hormonas.
Mujer Durante la ovulación y menstruación se suele registrar una mayor habilidad lingüística, propia de las mujeres, al mismo tiempo que se reduce la capacidad de realizar tareas espaciales, típicamente masculina.
¿El tamaño importa? Varon Tiene un cerebro algo más grande que el de la mujer, como media, al igual que sucede con el resto del organismo. También suele presentar un mayor hipotálamo, el área encargada de regular la conducta reproductora tanto en los machos como en las hembras. Por el contrario, los hombres poseen un sistema límbico más pequeño, lo que dificulta su capacidad para expresar sentimientos. El hombre es como media mucho más agresivo.
Mujer Según el científico israelí Ruben Gur, poseen más materia gris (células) en su cerebro y los hombres más materia blanca (fibras nerviosas). Esto explicaría por qué, a pesar de tener el cerebro más pequeño, no obtienen peores resultados en las pruebas de inteligencia.
Evolución. Varon – Mujer En otro polémico estudio, Gur llegó a la conclusión de que los hombres obedecen más a su región límbica, presente en animales como los reptiles, mientras que las mujeres actúan en mayor medida de acuerdo a su corteza singular, que sólo poseen los monos y los humanos. Por lo tanto, las mujeres están más evolucionadas que los hombres. Por ello, y de acuerdo con las investigaciones de Gur, la mayoría de las personas que matan o se suicidan son hombres, mientras que las mujeres presentan una mayor capacidad para comprender los sentimientos y emociones de los demás.

5. Bibliografía

http://www.elmundo.es/cronica/2005/484/1106434812.html
http://www.inteligencia-emocional.org/aplicaciones_practicas/
http://historico.elpais.com.uy/Suple/DeLosDomingos/05/01/30/
N. Angier y K. Chang de The New York Times
Melgar, M. Floristofilo II “Influencia de la Raza en el Desarrollo Territorial”Melgar, M. Floristofilo III “Influencia de la Religión en el Desarrollo Territorial”

Cita esta página

Melgar Ceballos Marvin. (2011, marzo 2). Diferencias intelectuales entre mujeres y hombres. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/diferencias-intelectuales-entre-mujeres-y-hombres/
Melgar Ceballos Marvin. "Diferencias intelectuales entre mujeres y hombres". gestiopolis. 2 marzo 2011. Web. <https://www.gestiopolis.com/diferencias-intelectuales-entre-mujeres-y-hombres/>.
Melgar Ceballos Marvin. "Diferencias intelectuales entre mujeres y hombres". gestiopolis. marzo 2, 2011. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/diferencias-intelectuales-entre-mujeres-y-hombres/.
Melgar Ceballos Marvin. Diferencias intelectuales entre mujeres y hombres [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/diferencias-intelectuales-entre-mujeres-y-hombres/> [Citado el ].
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