Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina

Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina

Introducción

En las últimas décadas, el crecimiento económico de los países de América Latina se ha encerrado en un conjunto de restricciones, condiciones estructurales y concepciones gubernamentales que dejaron un marcado rastro de imperfecciones e inestabilidades en las economías, estas llevaron a una crisis a principios de los años ochenta de carácter nacional, de relaciones internacionales y de concepciones políticas, que dieron pie para que los gobiernos empezaran a replantear el papel frente a sus economías, y a formular nuevas políticas que se acoplaran al nuevo orden mundial para así asegurar y consolidar sus estructuras productivas.

Pero estas políticas no fueron implantadas solo para tratar de responder a los problemas económicos, responden también a la necesidad de tratar de solucionar otros flagelos que los azotan como la desigualdad social, la pobreza y la polarización de ingreso, obstáculos que producen daños que van más allá del aspecto económico, que afectan la calidad de vida colectiva, la estabilidad de las instituciones y la legitimación de la democracia.

Se podría decir que de un problema económico, se pueden producir otros con efectos no económicos de gran magnitud.

Siendo estas las condiciones que han alterado la dinámica económica y social de la región cabe preguntarse, si el insuficiente progreso económico y social de estos países contrasta con la magnitud de los cambios que han tenido sus políticas económicas y si dichas políticas han aminorado las desigualdades sociales, la pobreza y la polarización del ingreso.

Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina

Dolencias históricas

En América Latina se encuentra una larga lista de problemas que se han venido fortaleciendo y evidenciando en la estructura económica negativamente, afectando directamente a todos los sectores de la región, marcando así una gran estructura de rigideces y deformaciones, que han llevado a un deterioro de todas las áreas y vías productivas de dichos países.

Estas deformaciones y rigideces son principalmente: el dualismo sectorial y territorial que caracteriza a gran parte de las economías regionales; el desempleo, pero sobretodo el subempleo crónico de amplios sectores de la población económicamente activa; la elevada polarización del ingreso que contribuye a segmentar las estructuras productivas y a impedir economías de escala adecuadas para muchas empresas; la insuficiente consolidación de administraciones públicas eficaces y depositarias de amplios márgenes de legitimación social; el uso de tecnologías «fuera de línea» respecto a los niveles a los precios relativos nacionales; la periódica fragilidad de las cuentas externas excesivamente dependientes de exportaciones de bienes con escasa elasticidad ingreso en su demanda internacional y la crónica deficiencia de ahorro interno que vuelve a la región en exceso dependiente del flujo de capitales externos.

Debido a estos problemas los países latinoamericanos presentan un atraso frente a otras economías ya que al tener deficiencias constitutivas tan amplias, pagaron costos muy elevados en términos estructurales, estancamiento tecnológico y debilidad de las conexiones dinámicas entre los agentes sociales, productivos y políticos [1].

Crecimiento económico y distribución del ingreso

La alta concentración del ingreso en América Latina está asociada a su estado de desarrollo y a las características de su dotación de recursos. Frente al grado de desarrollo la eficiencia económica de un país se presenta como la adición de varios elementos entre las empresas, instituciones públicas, estructuras educativas, instancias políticas, centros de investigación científica y las múltiples interacciones que entre ellas se presenten [2].

La alta desigualdad de los países latinoamericanos puede ser un gran impedimento para desarrollarse y es posible actuar sobre sus causas para lograr un círculo virtuoso de equidad y desarrollo. Niveles de educación mayores y mejor distribuidos equivalen a mayor igualdad de oportunidades, altos niveles de acumulación de capital significan competencia y usos productivos para la capacidad laboral, tasas moderadas de expansión demográfica representan mejores posibilidades de participación para la mujer y de educación para los niños, y por consiguiente fuentes más amplias y más sólidas de generación de ingresos para las generaciones presentes y futuras, tasas elevadas de urbanización implican mayores economías de escala y especialización en el campo y en la ciudad y mejores niveles de vida promedio, niveles altos de formalización traen consigo mayor productividad laboral y mecanismos más amplios de protección de los trabajadores, Pero estas dimensiones del desarrollo no avanzan necesariamente en forma acompasada, ni son el resultado espontáneo del crecimiento económico, en cada una de estas dimensiones hay grandes diferencias entre países de un mismo nivel de ingreso per- cápita, incluso entre aquellos que comparten una historia común y dotaciones de recursos semejantes. Y algunas de estas dimensiones tienen una dinámica propia, relacionada sólo en forma parcial con otros aspectos del desarrollo o del crecimiento económico [3].

Pobreza, desigualdad y sus determinantes

La «década perdida» fue un período de marcado deterioro en materia de pobreza en América Latina. La región retrocedió en este terreno, en 1990 sus niveles de pobreza eran superiores incluso a los existentes a comienzos de los años setenta. En los noventa, por el contrario, la recuperación del crecimiento económico ha impulsado una importante mejoría en esos indicadores, aunque el promedio regional se encuentra aún por encima de los niveles prevalecientes antes de la crisis. De este modo, mientras en 1980 el 35% de los hogares se encontraba en situación de pobreza, y en 1990 dicha proporción se ubicaba en el 41%, en 1994 se mantenía en el 39%. En términos de distribución del ingreso, la década de los años ochenta fue también de deterioro. La expectativa de que la renovación del crecimiento económico revertiría dicha tendencia, de manera que los niveles de desigualdad se encuentran hoy por encima de los ya elevados que existían antes de la crisis de la deuda [4].

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Estas tendencias globales esconden, patrones heterogéneos en los distintos países de la región. Según los estudios comparativos existentes, en sólo uno de ellos (Uruguay) tanto los niveles de pobreza como los de equidad han mejorado en relación con los que se observaban a comienzos de los años ochenta. En varios otros (Brasil, Panamá y de acuerdo con algunos estudios, Colombia) los niveles de pobreza han bajado, pero no han mejorado los de equidad. El caso chileno es más complejo, la pobreza se ha reducido notablemente en relación con los niveles de mediados de los años ochenta y quizás con los de comienzos de dicha década, pero apenas ha regresado a los de comienzos de los años setenta; en tanto que la desigualdad en la distribución del ingreso es superior a la de entonces y ha sido renuente a disminuir durante el período reciente de fuerte reducción de la pobreza [5]

Neoliberalismo y pobreza

Si se compara la situación latinoamericana en las últimas décadas, con la actual, se nota que se ha producido un efecto de retroceso en las condiciones de vida de los ciudadanos, esta situación ha encaminado a una gran polarización del ingreso en la población.

En la actualidad, diversas organizaciones han coincidido en señalar que el crecimiento de la pobreza y de la miseria extrema en América Latina ha aumentado vertiginosamente, todo esto justo en un período de dominio de las estrategias económicas vinculadas al modelo neoliberal y cuando también se ha dado en la región un crecimiento inusitado de la inversión extranjera (mayor en un 46%) [6].

El BID señala que en 26 países comprometidos con las reformas neoliberales, y a consecuencia de «los cambios estructurales», se ha visto crecer el desempleo, y que bajo estas condiciones, para llegar a reducir la pobreza de modo significativo sería necesario mantener crecimientos anuales hasta el año 2000, del orden del 6%. Pero desventuradamente ese crecimiento es sólo del 3.1%. Para hacer más difícil alcanzar esa meta debe señalarse que la cifra de crecimiento actual resulta por lo general de datos inadecuados, pues se arman sobre «crecimiento de exportaciones», una dinámica que no tiene efectos creadores de empleo sobre el interior de las economías latinoamericanas.

Estos niveles vienen también a confrontar en su generalidad las diferencias económicas, si se considera por ejemplo a países como Nicaragua con un 56% de su población activa en el desempleo, o de México en donde hacia el año 2000 recién se alcanzará el consumo per cápita que tenía en 1994 (en este país en 1996, en muchos de sus estados, el PIB regresó a niveles de hace 25 años, y más del 60% de su población vive bajo los niveles de pobreza).

Entretanto, en todo el Continente se siguen manteniendo políticas de contención salarial. Y cuando se comienza a mover ese fondo, los voceros de las corporaciones transnacionales y sus oficiales en los gobiernos, se apresuran a amenazar con fuga de capitales.

La pobreza, grande en las ciudades, es todavía mayor en los campos. Una pobreza en la que se mezclan repartos inequitativos de los medios de producción alza de insumos, desempleo y bajos ingresos. En Brasil es ya endémico el conflicto campesino y las oleadas de hambrunas y en México se estima que entre el 13 al 17% de la gente del campo vive en extrema pobreza, con escolaridad baja y en tren permanente de migración [7].

El proceso de liberalización comercial tuvo lugar después de una década de debilitamiento del gasto social. El sesgo de la demanda laboral hacia mano de obra más calificada, por lo tanto, una oferta inelástica de dichos trabajadores, no hubo, además, durante el proceso mismo de liberalización, esfuerzos claros para acoplar la demanda y la oferta de empleados calificados.

La política macroeconómica que acompaño el proceso de reformas, en especial la tendencia a la revaluación de los tipos de cambio y la apertura de la cuenta de capitales, generaron patrones de crecimiento en los cuales las exportaciones mostraron un menor dinamismo que las importaciones, y los sectores productores de bienes transables menor dinamismo, que los de bienes y servicios no comercializables internacionalmente, generando sesgos en la demanda de mano de obra que se reflejaron en el comportamiento relativo de las remuneraciones, además las fluctuaciones de los flujos de capital, han mantenido una alta volatilidad de los ritmos de crecimiento, dificultando así la generación de puestos de trabajo más estables [8].

Reformas

En el período de estancamiento que vivió América Latina durante los años ochenta, se evidenciaron fallas en las políticas económicas y sociales para enfrentar problemas de crecimiento de largo y mediano plazo, activación de las áreas productivas, la creciente polarización del ingreso y el aumento de la pobreza entre otros, por ello fue necesario que los gobiernos implementaran una serie de reformas para encender los motores de un nuevo ciclo de expansión, que permitiera una mejora de todos estos aspectos definiendo un nuevo funcionamiento estructural de la economía para la búsqueda de una mayor eficiencia de los recursos. Las políticas estructurales han tenido así un cambio de orientación profundo y generalizado en la mayoría de países.

Las reformas comerciales se encuentran bien avanzadas, pueden lograrse progresos adicionales mediante una mayor nivelación y armonización arancelaria, en el área financiera han avanzado mucho más rápido las medidas de liberalización que los esfuerzos de mejoramiento de los sistemas de regulación y supervisión, en el campo tributario, quedan grandes vacíos en administración y recaudaciones, especialmente de los impuestos de renta, y en ampliación de las bases del impuesto al valor agregado. Las privatizaciones han marchado a ritmos muy disparejos entre unos países y otros, de forma que hay espacios variables en todos los campos, desde la venta de empresas en los sectores industriales y financieros en algunos países, hasta la conformación de sistemas e instituciones estables de participación del sector privado en diversas formas de infraestructura, finalmente, el mayor potencial se encuentra en el área de legislación laboral, donde las reformas recientes han sido escasas, a pesar de las enormes rigideces que dificultan la creación de empleo en la región.

Pero se debe tener en cuenta que algunas de las reformas estructurales y de las políticas implementadas por los gobiernos en la última década, han tenido efectos positivos, (que no constituyen una prueba de la eficacia de las mismas), en algunos aspectos económicos y sociales ya que sin dichas reformas, el ingreso per-cápita en América Latina sería 12% inferior, el potencial de crecimiento del PIB hacia el futuro sería 1,9% más bajo que el promedio actual, la productividad conjunta del trabajo y el capital habría continuado cayendo como venía ocurriendo desde los setentas, y las tasas de inversión se habrían estancado en niveles inferiores al 17% del PIB.

También estas han acelerado el crecimiento económico, pero han reducido el ritmo de generación de empleo, debido a los obstáculos de la inversión que habían hecho descender la relación capital-trabajo durante los ochentas, a pesar de esto, no es un resultado inevitable de las reformas y sería incorrecto deducir que ha sido una estrategia equivocada.

En efecto, mientras que se han liberalizado notablemente los mercados de bienes, cambiario y financiero, la flexibilización del mercado laboral ha sido mínima. Reformas más profundas, que lleven a mayores ritmos de crecimiento económico, pueden volver a elevar el ritmo de generación de empleo, especialmente si se corrige el atraso en las reformas del mercado laboral [9]

Conclusiones

En realidad no se puede asegurar que las reformas estructurales y las políticas económicas son la principal causa de los actuales niveles de desigualdad social en América latina, esta desigualdad tiene en raíces muy profundas que están asociadas muy especialmente a la gran disparidad en la distribución del capital y de la riqueza, además, la experiencia de los años ochenta puede considerarse una demostración evidente de los costos sociales asociados tanto a los desequilibrios macroeconómicos como al impacto inicial de los procesos de ajuste orientados a corregirlos.

Sin embargo, y pese a tener efectos positivos sobre el crecimiento, la liberalización económica y la globalización, han aumentado el reto de la equidad y de la polarización del ingreso, Por ello es preciso implementar distintas formas de crecimiento que permitan un mejor reparto de los beneficios teniendo en cuenta que la mala distribución del ingreso no es necesariamente un agregado del modelo organizacional de la actividad productiva, sino una circunstancia de este.

Si los países latinoamericanos no preparan el camino, toman conciencia del problema y buscan las herramientas necesarias para salir de él, en el futuro no será posible tener un mejoramiento relativo en la distribución sin realizar cambios más profundos en las estructuras de las economías regionales.

Bibliografía

Pipitone, Ugo. «Crecimiento y distribución del ingreso en América latina: Un nudo irresuelto». Revista comercio exterior. Julio de 1996.
Urias, Homero. «Economía y desarrollo: El debate en democracia». Revista comercio exterior. Marzo 1999.
The world bank. Inequality, poverty and socio-economics performance. Poverty.net.
García Morales, Federico. «El modelo neoliberal y la pobreza en América latina». Informe del BID. 1998.
Castaingts, Juan. «Crecimiento y distribución del ingreso en una economía pequeña y abierta». Revista comercio exterior. Junio 1998.
Leilany. «Políticas sociales para reducir las desigualdades». Cap 5. Paginas (123-152).
www.span.part 2.pdf «¿Valieron la pena las reformas?». Cap.2
Informe CEPAL. «Distribución del ingreso, pobreza y gasto social en América latina». Presentación en la primera Conferencia de las Américas, Marzo 6 de 1998.
Informe BID. 1997

[1] Pipitone Ugo. «Crecimiento y distribución en América Latina: Un nudo irresuelto»

[2] Hernández Laos Enrique. «Evolución de la distribución del ingreso en México»

[3] Leilany. «Políticas sociales para reducir las desigualdades». Cap. 5

[4] Informe BID 1997

[5] CEPAL. Informe 1997.

[6] Federico García Morales. «El modelo neoliberal y la pobreza en América Latina»

[7] Informe BID. 1997

[8] Informe CEPAL 1998. «Distribución del ingreso, pobreza y gasto social en América latina»

[9] www.span.part 2.pdf «¿Valieron la pena las reformas?».

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GestioPolis. (2001, noviembre 9). Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/crecimiento-economico-distribucion-ingreso-pobreza-america-latina/
GestioPolis. "Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina". gestiopolis. 9 noviembre 2001. Web. <https://www.gestiopolis.com/crecimiento-economico-distribucion-ingreso-pobreza-america-latina/>.
GestioPolis. "Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina". gestiopolis. noviembre 9, 2001. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/crecimiento-economico-distribucion-ingreso-pobreza-america-latina/.
GestioPolis. Crecimiento económico, distribución del ingreso y pobreza en América latina [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/crecimiento-economico-distribucion-ingreso-pobreza-america-latina/> [Citado el ].
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