Breve recuento de la integración en América Latina

En 1961 en la Carta de Punta del Este (la misma en la cual se acordó la Alianza para el Progreso) los países del continente se habían comprometido a: «fortalecer los acuerdos de integración económica con el fin de llegar, en último término, a cumplir con la aspiración de crear un mercado común latinoamericano que amplíe y diversifique el comercio entre los países de América Latina y contribuya de esta manera al crecimiento económico de la región». En 1967 los Presidentes del continente establecieron como fecha límite para el logro de tal aspiración el año 1985.

Para comienzos de la década de los setenta, América Latina había delimitado los espacios económicos para su integración. La ALALC reunía a los países suramericanos y a México en una zona de libre comercio laxa y flexible. Junto a ella existían tres grupos subregionales: el Grupo Andino, el Mercado Común Centroamericano (MCCA) y CARICOM, que aspiraban a formar cada uno un mercado común y avanzar hacia una integración acelerada. En conjunto, los cuatro acuerdos cubrían en casi su totalidad la geografía latinoamericana y del Caribe. Sólo Cuba, Haití, República Dominicana y Panamá permanecían al margen del movimiento de integración.

Aunque la relación de los esquemas subregionales entre sí era escasa, el objetivo era avanzar hacia un mercado común latinoamericano. Se contaba para ello con el marco general provisto por el Tratado de Montevideo que estableció la ALALC. Debido a la pérdida de dinamismo de ésta última, surgieron temores sobre el posible fraccionamiento de la integración regional en caso de que no se instrumentaran mecanismos que llevaran a la convergencia de los grupos subregionales.

La conformación de espacios subregionales de integración ha permanecido en el tiempo, con algunas variaciones. En 1998 CARICOM, el MCCA y el Grupo Andino subsisten y en muchos sentidos se han revigorizado. Cuatro países suramericanos miembros de la ALALC (hoy ALADI) que no habían formado parte de ningún grupo subregional (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) han constituido el que actualmente tiene mayor tamaño y presenta mayor dinamismo: el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).

Pero el panorama general se presenta de forma diferente al de los años setenta como consecuencia de varios cambios ocurridos durante las últimas dos décadas. En primer lugar, el retiro de Chile del Acuerdo de Cartagena en 1974 significó la reducción del área geográfica cubierta por el Grupo Andino y mantuvo a ese país por varios años al margen del movimiento de integración. En segundo lugar, la apertura del mercado norteamericano y la normalización de las relaciones comerciales con el mismo resultaba crucial, particularmente para los países latinoamericanos del hemisferio norte. En el caso de México, más del 85% de su comercio se efectuaba con ese país, con el cual mantenía, además, otras relaciones económicas importantes.

Algo similar sucedía en muchos países del Caribe y Centroamérica. La incorporación de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 creó una situación en la cual se sobreponen los proyectos de integración latinoamericana y de integración hemisférica. En el mismo sentido la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC), puesta en marcha en 1990, estableció vínculos especiales entre los países de CARICOM y del MCCA con los Estados Unidos de América. En tercer lugar, el programa CARIBCAN creó nuevas condiciones para las relaciones de Canadá y los países del Caribe. Podría afirmarse que esta orientación de las relaciones económicas y comerciales hacia el norte fue uno de lo grandes problemas que encontró el proceso de integración latinoamericana desde sus inicios.

El planteamiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Diciembre de 1994 puso de relieve la necesidad de una definición sobre las relaciones entre la integración latinoamericana y la integración hemisférica. Esta dicotomía estaba implícita en los esfuerzos anteriores de integración latinoamericana, pues si bien existía la aspiración de crear un espacio económico común latinoamericano, era un hecho que las relaciones económicas con Norteamérica tenían una gravitación mayor que las existentes con el resto de los países del continente o la establecida entre los socios de los esquemas subregionales.

En una primera instancia se planteó la integración hemisférica como una extensión del TLCAN, al cual se irían incorporando progresivamente los países latinoamericanos. Pero este enfoque planteaba varios inconvenientes: En primer lugar, el acceso gradual al TLCAN podía desequilibrar las relaciones comerciales entre los países de América Latina y desnaturalizar los acuerdos de integración establecidos entre ellos. Por esta razón, entre otras, sólo en el caso de Chile (que no pertenece a ningún acuerdo subregional) se planteó formalmente su posible incorporación al acuerdo norteamericano. En segundo lugar, las disciplinas contempladas en el TCLAN difícilmente podían cumplirse en un lapso prudencial por varios países latinoamericanos, con lo cual la integración hemisférica tendría que ser parcial durante un tiempo indeterminado. En tercer lugar, el TLCAN no tenía provisiones generales que tomaran en cuenta la diversidad de grados de desarrollo que se presenta en la región, la cual sí había sido contemplada en varios de los acuerdos subregionales y en la ALADI.

Otra tendencia es la siguiente: teniendo en cuenta que los acuerdos subregionales cubren prácticamente la totalidad del continente se ha alcanzado el consenso de que ALCA se base en los acuerdos subregionales y bilaterales existentes. Esto refuerza la vigencia y pertinencia de los acuerdos subregionales. Pero no soluciona el problema de la relación entre la integración regional y la hemisférica. . El punto de partida generalizado ha sido que no hay incompatibilidad entre ambas. La integración hemisférica sería un marco general de referencia, dentro del cual la integración regional y subregional pudiera establecer vínculos más profundos. Se trataría de una relación similar a la que se da entre el marco general de la OMC y los acuerdos regionales de integración, como la Unión Europea y el TLCAN.

Entre los grupos existentes, los más fuertes y dinámicos son MERCOSUR y el TLCAN. Ellos pudieran servir de polos de aglutinación para otros esquemas, en la medida en que se puedan adaptar y multilateralizar los acuerdos bilaterales. En los casos de Chile y México sus instrumentos bilaterales cubren parte importante de la región y bien pudieran consolidarse, a pesar de las dificultades técnicas que esto significaría. Sin embargo, la disyuntiva entre adaptarse al modelo de MERCOSUR o de TLCAN seguiría vigente.

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El enfoque de profundizaciones crecientes a nivel multilateral, hemisférico, regional y subregional es congruente con la estrategia de regionalismo abierto que han adoptado la mayoría de los países latinoamericanos. Pero su viabilidad depende del carácter y el alcance de los compromisos que se adquieran en los acuerdos más generales. Un acuerdo hemisférico o regional incide en el tipo de obligaciones que pueden adquirir entre sí los miembros de un grupo subregional y probablemente induzca a modificar algunas de las ya contraídas.

El grado de profundidad de los acuerdos que se alcancen a nivel hemisférico determinará, en consecuencia, el margen de maniobra del cual dispondrán los grupos subregionales para adquirir compromisos entre ellos y para aumentar los vínculos existentes dentro de cada uno de ellos. Las alternativas posibles son múltiples y aún no han sido suficientemente determinadas.

Cualquiera sea el sentido que adopten las convergencias es necesario tomar en cuenta que actualmente toda profundización de la integración requiere de una armonización de políticas macroeconómicas, fiscales y monetarias. La perspectiva de que tal armonización pueda lograrse y mantenerse sería un criterio para evaluar la viabilidad y conveniencia de un mayor acercamiento entre los diversos esquemas. Asimismo, es importante mantener el objetivo de lograr un aprovechamiento equitativo de los beneficios de la integración y un desarrollo más equilibrado y armónico de la región.

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Ruiz Fonseca Andrés Fernando. (2001, noviembre 20). Breve recuento de la integración en América Latina. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/breve-recuento-integracion-america-latina/
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Ruiz Fonseca Andrés Fernando. "Breve recuento de la integración en América Latina". gestiopolis. noviembre 20, 2001. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/breve-recuento-integracion-america-latina/.
Ruiz Fonseca Andrés Fernando. Breve recuento de la integración en América Latina [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/breve-recuento-integracion-america-latina/> [Citado el ].
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