Cómo enfrentar los problemas preservando la paz interior

La respuesta a la adversidad es un dominio de la razón, no del corazón y menos del estómago. ¡Y por supuesto que puede resolverse cualquier problema con Paz interior!, es un asunto de elección y no de algún tipo de fatalidad.

Tiene mucha importancia para la productividad de las personas el discriminar con precisión cuando puede afirmarse que uno enfrenta o no un Problema. Esto es algo más que un hecho de poca importancia porque en muchas ocasiones es el propio individuo quien innecesariamente incrementa el inventario de los problemas que está enfrentando.

No debe olvidarse que tanto la mente como el propio cuerpo se condicionan de una manera determinada cuando sienten la amenaza de una adversidad, habitualmente reaccionan ante ella concentrando atención y esfuerzo, hecho que por supuesto priva del mismo tratamiento a otras situaciones que tienen que manejarse en la cotidianeidad.

Todo esto define el carácter de la productividad que alcanzamos para el cumplimiento de nuestras tareas y nuestros objetivos. Ante escenarios de problemática mayor la productividad total termina siendo más baja que en el caso que se enfrenten problemas menores. Una productividad menor, a la vez, aumenta las probabilidades que se presenten futuros problemas.

Las personas deben ser muy honestas consigo mismas el momento de aceptar la existencia de un Problema que amerita tratamiento real. Nada provechoso se alcanza con el ejercicio ocioso de multiplicar las probabilidades o potencialidades que puede adquirir la adversidad. La dinámica natural de los problemas que se presentan en la vida es ya compleja y poco piadosa, aumentarla sin la necesaria pertinencia es un grave error.

En general, puede entenderse como síntoma de la existencia de un Problema, la perdida de Paz. Cuando la persona siente efectivamente que ha perdido una situación básica de equilibrio en su tranquilidad interior, enfrenta una problemática que amerita atención. La Paz en las personas es indispensable para la productividad y el bienestar. Estar en Paz con uno mismo y con los demás es encontrarse en tranquilidad, calma y sosiego de espíritu, todo ello opuesto a la turbación y a las pasiones. El hombre que se encuentra en un básico equilibrio emocional tiene un genio pacífico, sosegado y apacible. Cuando un factor externo altera de manera notable este equilibrio debe entenderse que existe un Problema. Y ante ello lo único razonable es una pronta solución.

Las personas se convierten en sus más implacables enemigos cuando de forma injustificada permiten que algo altere este equilibrio interior trascendental. Los problemas “imaginarios” o aquellos que no ameritan tribulación, constituyen un auto atentado pernicioso contra el interés propio. La Paz interior es una red de contención frágil que tiene como sostén fundamental al propio individuo, nadie en el entorno está particularmente atento a que uno sostenga un estado de Paz interior, ni aún las personas más próximas, aquellas que nos tengan en la mayor estima o nos profesen un franco e incondicional cariño. NADIE aparte de uno mismo es responsable de proteger su estabilidad emocional, su Paz de espíritu. Ahora bien, cuando uno mismo atenta contra ella es aún más absurdo suponer que la ayuda puede llegar desde fuera.

Los problemas debieran provenir desde el exterior, nunca como consecuencia de interpretaciones propias. El equilibrio emocional interno debe protegerse como pocas cosas en la vida, no debe darse ningún margen a la desestabilización. Los ataques externos deben ser de notable envergadura para que “justifiquen” la alteración del equilibrio y en ellos uno mismo no puede constituir un “agente enemigo”.

La objetividad y la racionalidad deben primar en todo momento cuando se evalúa un Problema, nunca las emociones.

Adicionalmente debe guardarse muchísimo celo con la estabilidad emocional, el cuidado debe ser extremo; en el mejor de los casos no debe admitirse NUNCA que algo tenga el suficiente poder para ponerla en riesgo. Si lo pensamos con tranquilidad una de las pocas cosas que nadie nos puede quitar es la forma en que decidamos asumir los problemas: si lo hacemos desde el terreno de la objetividad y la tranquilidad o desde el dominio de la angustia es un asunto absolutamente nuestro, completamente personal.

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Luego llega la pregunta: ¿qué beneficio final se alcanza atendiendo un Problema desde el dominio de la intranquilidad o de la angustia?, ¿qué se ahorra o que se evita? Es por supuesto mucho más fácil determinar el efecto contrario porque la intranquilidad o la angustia sólo otorgan mayor poder a la problemática, pero constituye un desafío discernir el motivo que conduce a las personas a enfrentar los problemas alterando premeditadamente el propio equilibrio emocional. Esencialmente es un hecho extraño e incoherente pero, por otra parte, es un acto que se practica continuamente. Una mayoría importante de la gente altera de manera importante su estabilidad emocional cuando enfrenta problemas. Esta rutina perniciosa se confunde con la “normalidad”, hasta el punto que parece extraño e improcedente observar a una persona “tranquila” en la coyuntura de afrontar la adversidad.

El entendimiento básico de algunas cosas puede ayudar a que las personas tomen conciencia de la importancia vital de proteger la estabilidad emocional de la que emerge la Paz interior.

El elemento motriz de la actividad humana se inscribe en su dimensión no-física, allá donde radican las emociones, los impulsos, la voluntad. La dimensión física, corpórea, de las personas, sólo obedece comandos. La estabilidad emocional se encuentra en el centro mismo de ésa dimensión no-física, allí se encarga de mantener en equilibrio todos los elementos motrices, los sostiene en un nivel que permite un básico desenvolvimiento productivo y un comportamiento sosegado de la persona. Como producto de la armonía en el desenvolvimiento de los elementos circunscritos a la estabilidad emocional, ésta misma produce una sensación de Paz que acompaña la dinámica física de las personas.

La estabilidad emocional es un centro de gravedad alrededor del cual “orbitan” todos los elementos motrices del ser humano, en un estado y un orden específico que explica la productividad y la Paz interior. La estabilidad emocional es un “baricentro” que perfecciona el equilibrio, constituye el punto específico que justifica el orden. Merced a una maravillosa inercia este “baricentro” ajusta una variable cuando otra se descompone y trata de mantener el equilibrio general, alcanzando con ello un rendimiento básicamente eficiente y productivo de las personas. El ser humano apenas es consciente de la existencia de este precioso “giroscopio” que sostiene su desenvolvimiento, apenas entiende que de él depende el conjunto de su desenvolvimiento personal.

Variables negativas que provienen del exterior y no son manejadas de forma apropiada pueden afectar de manera directa este delicado “baricentro”, y lo pueden hacer en una proporción que impida la natural “compensación” que en él se produce, con consecuencias dramáticas para el desenvolvimiento de las personas. Cuando la estabilidad emocional y “ése” su punto de gravedad se afecta, todo el andamiaje se remece. Si el equilibrio no se recupera con rapidez, la estructura emocional colapsa y la persona cae.

La existencia o la ausencia de “Paz” en las personas es una señal que emite la estructura emocional desde el centro mismo de gravedad que la sostiene. La Paz es un producto del estado en el que se encuentra el conjunto de las emociones motrices del ser humano, por eso se convierte en una señal, en una alerta inconfundible sobre nuestro “estado interno”.

Los problemas, genuinos o “imaginarios”, activan esa señal, y ella no debe ignorarse nunca.

Para proteger la estabilidad emocional y su punto precioso de equilibrio general, éstas son algunas recomendaciones útiles:

1.- No ADMITIR nunca, en ningún caso, que el Problema o la adversidad tenga el poder suficiente para alterar seriamente nuestro equilibrio emocional. La palabra precisa, el concepto específico es ése: Admitir. La adversidad puede ser muy grande, sus efectos poderosos, pero en la persona radica la potestad de admitir, o no, la dimensión personal de los efectos que ésta produce. Una cosa es que el Problema efectivamente esté causando daño pero una muy diferente es que uno mismo “admita” el daño, o admita que él pueda afectar el equilibrio emocional.

Lo verdaderamente maravilloso de este hecho es que nosotros tenemos derechos exclusivos e inalienables para franquear la entrada hacia lo profundo de nuestras emociones, nada ni nadie más los tiene. Únicamente nosotros poseemos esa llave y el “derecho de admisión”. Si “sellamos” este recinto, de allí emanará sin pausa una Paz interior que puede acompañarnos en las circunstancias más complejas.

¿Es esto difícil?, sí. ¿Puede ser algo muy, muy difícil de conseguir?, sí. Pero es algo que depende exclusivamente de nosotros y allí radica la preciosa bendición.

2.- Debemos entender con absoluta claridad que la forma más inteligente de enfrentar y actuar sobre los problemas es con racionalidad y no con emotividad; con tranquilidad y no con angustia; con serenidad y no con apremio; positiva y no negativamente.

Y para que esta afirmación trascienda la comodidad de una página de papel, basta con hacerse honestamente estas preguntas: ¿Qué tanta ayuda proporciona la angustia y la intranquilidad para la solución de problemas?, ¿cuánto se aceleran las soluciones con la fatiga?, ¿qué persona “preocupada” tiene el record de problemas resueltos?, ¿desde cuándo es la pasión una buena consejera?, ¿dónde están las personas que hacen gala de su practicidad y pragmatismo, porque no se manifiestan cuando se puede elegir entre la angustia o la intranquilidad ¡PARA LLEGAR AL MISMO PUNTO!?

La respuesta a la adversidad es un dominio de la razón, no del corazón y menos del estómago. ¡Y por supuesto que nos está permitido resolver cualquier problema con Paz de espíritu!, es un asunto de elección y no de ningún otro tipo de determinismo.

3.- Para proteger el círculo íntimo de estabilidad emocional sirve mucho “construir” un segundo círculo de protección. Este debe ser una “red de fusibles” que evite que los efectos de la adversidad trasciendan ciertos límites razonables:

• Existe un determinado TIEMPO para tratar el problema y otro determinado TIEMPO para no tratarlo. Esta debe ser una división física del tiempo. La solución de problemas es un trabajo específico que se pone en práctica: amerita esfuerzo, concentración y recursos. Pero de la misma forma que cualquier labor que quiera realizarse de manera eficiente, demanda reposo y “desentendimiento”. En algún momento la atención debe desactivarse.

• La tensión que provoca el tratamiento del Problema DEBE exteriorizarse, debe fluir hacia afuera y nunca quedarse “encapsulada” en el interior. Cuando la tensión “explota” desde éste segundo círculo de protección, protege el equilibrio emocional básico y preserva la Paz interior en su esencial dominio. Es un error de grandes proporciones “llevar la procesión por dentro”, nadie ha dicho nunca que el hombre esté hecho de piedra y acero; la frustración debe fluir hacia afuera. La exteriorización del Problema debe efectuarse de una manera personal que en forma alguna constituya agravante, más lo contrario, que sea un perfecto atenuante.

Aquí funciona bien desde la actividad física hasta el diálogo con otras personas, desde la oración hasta la práctica de un pasatiempo, de la música a la literatura, etc. Cada quien conoce su propio catalizador.

• El entendimiento y el tratamiento del problema debe compartirse con otras personas. La ayuda es indispensable y no recurrir a ella demuestra falta de sensatez. Si los problemas corresponden al ámbito profesional o laboral, ellos deben ser enfrentados en equipo; probablemente una cosa específica constituya la responsabilidad final sobre el resultado del empeño, pero otra es la tarea compartida. Los grandes líderes comprometen a su gente con la solución de los conflictos, se apoyan en ellos y extraen energía del esfuerzo colectivo; las actitudes quijotescas no son nada efectivas. Si los problemas son personales debe activarse el círculo íntimo de familiares y amigos que puede compartir el esfuerzo. Ahora bien, no se trata de compartir la “preocupación” sino de alcanzar puntos de sinergia que simplifiquen y alivien las presiones que impone el contratiempo. Muchas personas consideran equivocadamente que hacen un bien a todos evitándoles la pena de compartir problemas y dificultades; tensan la espalda y cargan con todo el peso sobre el cuello, sin embargo tarde llegan a darse cuenta que no existe peor amigo o familiar que aquel que ha perdido Paz interior y que carece, a veces irremediablemente, de equilibrio emocional básico o incluso de salud física. En el inevitable mundo de las tribulaciones que presenta la vida, la máxima que guía la actitud del grupo inmediato es “hoy por ti, mañana por mí”, ¿en qué otro sentido puede entenderse la amistad o el amor de familia?

• Uno de los mecanismos más importantes de protección que existe ante el surgimiento de la adversidad es considerar SIEMPRE que todo Problema es, en realidad, una Oportunidad, que a todo contratiempo se le puede extraer provecho, que todo conflicto nos presenta la posibilidad de crecer, de fortalecernos, que no hay maestro más sabio que la dificultad. Entender íntimamente que sin prueba no hay victoria constituye garantía sólida de Paz interior, e incluso de regocijo. Los problemas son también como ésos perros que ladraban ante el paso del Quijote: “ladran los perros Sancho, señal que avanzamos…” La victoria es más sencilla para los Veteranos, aquellos que han probado su valor en cien batallas.

• En medio del conflicto, en los momentos más duros de la tormenta, cuando menguan las fuerzas y la frustración parece una conclusión racional, bueno es entender que la vida llama a muchos pero recibe a muy pocos entre los que han podido prevalecer sobre la adversidad. Pocas cabezas se coronan, pocos, muy pocos reciben el laurel. Esta no es una justa que premie la competencia, ella de hecho es inevitable; ésta justa solo admite ganadores, y en definitiva no todos lo son…¿En qué grupo queremos inscribirnos?

• Por último, bueno es dimensionar el Amor que uno siente por sí mismo, el valor que se otorga. En ésa misma proporción habrá de cuidarse la Paz interior, el equilibrio de las emociones. Existen personas bendecidas por el Amor de otros, protegidas por el cariño de los demás, pero nadie tiene la capacidad suficiente, la empatía necesaria para vivir por nosotros, para sentir por nosotros. La vida es un desafío estrictamente personal. Si no nos amamos a nosotros mismos, tampoco podemos amar a los demás, si no cuidamos de nosotros mismos, no podemos tomar cuidado de los demás, si no tenemos pena por nosotros mismos, nadie más nos tendrá pena.

Nuestra existencia debe ser un acto de respeto permanente a nosotros mismos, aquí radica el valor del que podamos preciarnos, lo contrario no puede entenderse más que como una muestra de penosa cobardía, de triste incapacidad.

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Nava Condarco Carlos Eduardo. (2010, diciembre 14). Cómo enfrentar los problemas preservando la paz interior. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/como-enfrentar-los-problemas-preservando-la-paz-interior/
Nava Condarco Carlos Eduardo. "Cómo enfrentar los problemas preservando la paz interior". gestiopolis. 14 diciembre 2010. Web. <https://www.gestiopolis.com/como-enfrentar-los-problemas-preservando-la-paz-interior/>.
Nava Condarco Carlos Eduardo. "Cómo enfrentar los problemas preservando la paz interior". gestiopolis. diciembre 14, 2010. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/como-enfrentar-los-problemas-preservando-la-paz-interior/.
Nava Condarco Carlos Eduardo. Cómo enfrentar los problemas preservando la paz interior [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/como-enfrentar-los-problemas-preservando-la-paz-interior/> [Citado el ].
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