Legado de José Martí en el ámbito de la dirección y el liderazgo

En el presente trabajo se abordan los principales rasgos que caracterizaron el pensamiento y la práctica martiana en el ámbito de la dirección, a partir de un enfoque holístico e integrador. Se trata aquí la actividad directiva como un proceso consciente de construcción de símbolos y significados, en el cual actúan como valores rectores principales el humanismo y la ejemplaridad.

En el artículo se revela la vigencia del pensamiento martiano sobre la dirección como proceso, y su legado trascendente para las nuevas generaciones de dirigentes de las organizaciones cubanas, en el contexto de la construcción y transformación del socialismo del siglo XXI.

INTRODUCCIÓN

La presente ponencia tiene como objetivo principal realizar una aproximación a la herencia legada por José Martí en el ámbito de la Dirección como proceso, desde su dimensión socio-política y humanista, con el propósito de revelar sus elementos más esenciales para poder comprender e interpretar el modo en que se manifiesta la actividad de dirección-liderazgo en la praxis revolucionaria del Héroe Nacional de Cuba.

Hoy día tiene una importancia decisiva el hecho de poder mostrar a través de la argumentación, lo trascendente y vigente que permanece aun el pensamiento del Apóstol sobre la conducción y dirección de los hombres en su desempeño político y social; y confirmar una vez más que no sólo el estudio de la práctica, sino también la interpretación teórica del ideario martiano sobre la problemática de la dirección política, puede y debe ser de uso obligado como fuente de aprendizaje y de inspiración por los líderes y directivos, de hoy y del mañana, en la acción sistemática y transformadora de la sociedad cubana en el contexto organizacional moderno.

No se encuentra en los escritos y discursos de José Martí una teoría o postulados científicos elaborados de forma particular acerca de la Dirección; el sistema de ideas que sirve de base al enfoque martiano sobre la dirección se forma y desarrolla para la acción y se orienta en función de ella. Las competencias directivas que Martí desarrolla a partir de su desempeño como líder y como legado de la experiencia que va acumulando en su quehacer como dirigente político de la revolución cubana, revelan una profunda base de aprendizaje en la práctica, no obstante, su “hacer” en este ámbito fue especialmente sistemático, creativo y revolucionario. Todo lo anterior nos permite inferir que el pensamiento martiano sobre la dirección, el cual sirve de fundamento a esa brillante práctica directiva, no constituye, en primer lugar por la propia eficacia que demuestra, un grupo de ideas aparentemente inconexas entre si, sino que conforma una concepción científica que parte de un enfoque holístico y que se caracteriza por su originalidad, creatividad y por ser avanzada a su tiempo.

DESARROLLO

José Martí, vigencia de su modelo de liderazgo.

Hoy día las condiciones para ejercer la dirección en las organizaciones cubanas modernas no son las mismas a las que se enfrentó José Martí en su época, en un contexto social, económico y político diferente al actual; y en el cual tuvo que asumir su labor como líder indiscutible del proceso revolucionario cubano contra el colonialismo español. Además, no podemos obviar que los nuevos enfoques que predominan en la teoría y la práctica de la dirección actual son el resultado del desarrollo del quehacer investigativo, que sirvió origen a lo que la comunidad científica llama hoy día: Teoría General de la Administración (TGA), surgida como consecuencia de la 2da. Revolución Industrial y del desarrollo del proceso de socialización y acumulación de la producción y el capital en las condiciones del capitalismo en un momento de alto desarrollo de las fuerzas productivas.

Esta teoría y esta práctica se desarrollan constantemente, fuera y dentro de Cuba, constituyendo el fundamento que sirve para dirigir y gestionar a las personas y a las organizaciones modernas. Si bien con frecuencia toda esta teoría se cimienta en postulados y paradigmas generalmente aceptados por nuestros investigadores, profesores y empresarios, no siempre hemos sido cuidadosos y capaces de filtrarlos a través del fino tamiz de la crítica profunda y la contextualización precisa.

A Martí le correspondió dirigir y reconstruir prácticamente una revolución, cuando ya muchos no creían en su posibilidad o “parecía que no la volveríamos a hacer” , y para ello se sirvió de su experiencia, sensibilidad, humanismo, honestidad y sencillez. Para lograr una dirección política exitosa del movimiento revolucionario de aquella época, fuera y dentro de la Isla, el Héroe Nacional de Cuba fundamentó toda su actividad en la gestión de las diferentes fuerzas y factores, a partir de determinados valores esenciales de los cuales él mismo era portador por excelencia (constituía ejemplo), sin dudas es la expresión actual más fehaciente de lo que hoy conocemos como dirección por valores. Es el resultado de comprender la psicología y el pensamiento humano con profundidad y saber mover en el momento necesario en base a principios y “la razón”, los resortes precisos, capaces de crear un estado de motivación que lleve a las personas a lograr las metas fijadas.

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En el contexto cubano actual la empresa es ante todo una realidad sociopolítica e ideológica y por ende debe ser tratada como tal, por ello es plenamente válido y consustancial a su práctica situar el sistema de valores organizacionales en el lugar cimero que le toca ocupar en el proceso de dirección de la misma. Dirigir hoy día con valores y a partir de valores (por valores) no es una moda más, sino la expresión misma de la naturaleza del sistema sociopolítico en el cual vive y trabaja el pueblo cubano. Ello es totalmente compatible con las mejores tradiciones históricas del proceso revolucionario iniciado en 1868 y con la esencia del pensamiento y la práctica de José Martí como líder y como hombre. A esto se le suma en la actualidad, el énfasis que hace la comunidad científica cubana sobre el enfoque de que el proceso de dirección es portador no sólo de una dimensión técnico-organizativa, sino también de una socio-política, no siempre lo suficientemente estudiada y valorada tal y como amerita.

De lo anterior se explica porque en este trabajo se enfatiza en la cuestión de los valores para dirigir, y en especial en la ejemplaridad y en el humanismo. Los valores ejemplaridad y humanismo son constantemente recurrentes en Martí, para él estos valores no constituyen conceptos que son necesarios explicar científicamente y de forma reiterada a partir de la propia acepción de la palabra, sino que expresan una manera de vivir y de dirigir, de manifestarse como líder plenamente identificado y comprometido con la causa revolucionaria, con su visión y con los fines a lograr a mediano y largo plazo.

Lo que Martí identifica en sus escritos como política se inserta perfectamente en la actualidad dentro de la llamada teoría general de la administración (TGA) en el ámbito del paradigma político utilizado en el tratamiento del proceso de toma de decisiones, donde tiene que estar presente la negociación, la persuasión y la adecuación de los diferentes factores para que se pueda adoptar el mejor curso de acción, compartido y aceptado por los colectivos de forma participativa, sin ningún tipo de imposición. No es entonces el estilo autocrático, o la aplicación del principio de “ordeno y mando” lo que puede resolver, de una vez por toda, los problemas de la ineficacia productiva de nuestras organizaciones en la etapa actual. Una empresa tampoco es posible dirigirla hoy día, sobre la base de los métodos autoritarios o dentro del marco de las formas tayloristas o fordistas de dirección; las cuales hace tiempo que agotaron sus posibilidades.

En Cuba, en la medida en que se avance en la Batalla de Ideas y se alcancen niveles superiores de desarrollo en la cultura general integral de los trabajadores, en todas las esferas de la vida socio-económicas, se hará muy difícil mantener los esquemas antiguados de dirección empresarial, ya que las personas estarán cada vez más interesadas en potenciar a niveles superiores sus capacidades de independencia, autonomía y de participación responsable, transformándose de esa forma todo el sistema de valores predominantes y por lo tantos los métodos para dirigir. En estas condiciones el humanismo y la ejemplaridad serán los valores que pasarán a conformar la base de todo el sistema de creencias en las organizaciones cubanas modernas, así como los valores: exigencia, puntualidad y sacrificio pasarán a un segundo plano.

¿Por qué Martí se convierte en líder innegable de la gesta revolucionaria del 95 y la figura política más prominente de su época, siendo como era un intelectual inexperto en las cuestiones vinculadas a las luchas militares? Esto es posible solamente, porque Martí da muestra fehacientes de sus capacidades organizativas, administrativas y de gestión (recordemos el hecho de haber logrado en casi total secreto la difícil tarea de fletar 3 barcos con armas y pertrecho para 400 combatientes), sus habilidades políticas ilimitadas, su ejemplaridad, humanismo y consagración a la obra revolucionaria; y además por que demostró que la revolución como cualquier otra empresa, en cualquier tiempo, tiene que ser una obra detallada y previsora de pensamiento e inteligencia. Todo lo cual es válido también en el ámbito de la dirección empresarial moderna, donde dirigir no puede ser una actividad basada sólo en el empirismo y la experiencia como en ocasiones se cree y se practica; requiere de estudio, de conocer, de ser capaz de conceptualizar y saber utilizar las regularidades y principios que rigen los procesos directivos, presupone en fin de cuenta de la formación de competencias profesionales y laborales, que incluye por supuesto, el proceso de asimilación de valores.

Fortalecen la imagen de líder del Apóstol los rasgos que conforman su personalidad. La misma se conforma con los rasgos o cualidades similares a los que hoy día, son utilizados con frecuencia en la literatura y en la práctica empresarial, para caracterizar a los líderes con un desempeño de éxito. El investigador Leonardo Griñán Peralta hacía énfasis en estos rasgos de la personalidad de Martí, a los que no referíamos anteriormente, cuando señalaba en su libro “Psicografía de José Martí”: “…Martí fue sinceramente afable, siempre se le vio optimista, oportuno, transigente, mesurado, discreto, maestro en el arte de “confiar las verdades”, empeñado en no herir ni aun levemente …; respetuoso con todos, como para que cada cual se empeñase en cultivarlo conservándose satisfecho de sí mismo…, fiel a su costumbre de siempre dar una sonrisa, una frase, una esperanza, un recuerdo, un favor, un obsequio.” . La descripción anterior es consustancial con el humanismo que caracterizó al Martí, y que le sirvió de base a todo su concepción general sobre el proceso de dirección-liderazgo para guiar e influir en las demás personas hacia el logro de la visión compartida y aceptada por las fuerzas revolucionarias y patrióticas. Martí lleva el humanismo (sensibilidad y solidaridad) a su más alta expresión cuando se convierte para él en una práctica sacerdotal el hábito de pensar en los otros más que en sí mismo.

Somos entonces partidarios, de que se puede hablar de un modelo de dirección-liderazgo martiano, el cual se comprende en el ámbito de un proyecto inteligentemente elaborado y llevado a la práctica revolucionaria por José Martí, de rescate y re-creación de las tradiciones revolucionarias de la gesta del 68 y de los valores de la Protesta de Baragúa, que son enriquecidos y contextualizados en las nuevas condiciones, a partir de una doctrina política única que se fundamenta en una visión con un profundo sentido humanista, democrático-participativa y de justicia social con un arraigado carácter latinoamericanista y antiimperialista.

Desde la posición ideológica martiana, rescatar las tradiciones revolucionarias significa no sólo preservar los mejores valores de la gesta del 68, sino también, mantener y desarrollar los mismos en un nuevo contexto económico-social y político de la isla y de la emigración, desechando lo negativo y enriqueciéndolas desde una visión transformadora y universal. El Apóstol no niega la herencia patriótica y revolucionaria de la gesta anterior: sus ideales, sus líderes, etc.; sino al contrario, la recrea constantemente, recurre continuamente a ella, la actualiza y la eleva a una nueva dimensión política que se estructura en una novedosa doctrina de lucha, de dirección y fundación de la futura república con todos y para el bien de todos.

Como parte de este proceso de rescate y re-creación de las tradiciones revolucionarias y que le sirve a Martí como vía esencial para dirigir por valores, el Maestro desarrolla una intensa y fructífera actividad encaminada esencialmente a la construcción conjunta de símbolos, sin descuidar, por supuesto, las necesarias acciones destinadas a desmontar aquellos que por la fuerza del tiempo y de las circunstancias habían agotado sus potencialidades, o los que constituían los anti-símbolos y que respondían a la ideología colonialista del gobierno español. El Apóstol comprende que el proceso de construcción conjunta de un sistema de símbolos, donde participe activamente la comunidad cubana exiliada y a la cual se va incorporando paulatinamente los patriotas de la Isla, puede constituir la vía esencial de modelación de una conciencia patriótica, comprometida e identificada con la Revolución y con la futura nación. José Martí estaba plenamente convencido de que los símbolos son a la vez: síntesis y voluntad.

El dirigente hoy día debe pensar seriamente en las vías y formas que están a su alcance y de la organización en general, para de forma consciente e intencionada poder emplear, su tiempo, pensamiento y los recursos a su disposición en función de planificar, organizar, dirigir y controlar el proceso de construcción y asimilación de los símbolos organizacionales que le permitan modelar y potenciar en sus trabajadores comportamientos y actitudes comprometidas e identificadas no sólo con la organización, sino al mismo tiempo con la Revolución y su ideal. En especial hablamos aquí de la necesidad de la reconstrucción de la categoría trabajo en el contexto organizacional cubano.

Por tanto, el trabajo de transmisión y formación de valores en las organizaciones cubanas no es una cuestión que atañe sólo a las organizaciones políticas y de masas, es ante todo una responsabilidad de sus dirigentes ¿qué mejor trabajo político-ideológico en cualquier organización que ser eficaz y eficiente, trabajar con calidad y con una orientación permanente al cliente? ¿ de quién es la responsabilidad en primer lugar de lograr este estado deseado?

El proceso de rescate y re-creación de estas tradiciones revolucionarias, herencia de la nación cubana, actualizadas y contextualizadas en un momento histórico-social determinado se revela en Martí, a través de la construcción de símbolos que son capaces de reforzar comportamientos deseados, los cuales en el marco del predominio del humanismo y la ejemplaridad como valores rectores de la dirección martiana adquieren un significado cardinal. Para el Apóstol esta no es una acción espontánea, es el resultado de la puesta en práctica de toda su sabiduría, su talento especial e inteligencia (tratada ésta como inteligencia emocional), a través de las competencias directivas que sostienen su práctica como líder. Es importante señalar que nos referimos aquí a competencias directivas y no sólo habilidades, porque en Martí, dirigir el proceso revolucionario cubano, se comprende como expresión de la síntesis del saber, saber hacer y saber ser, o sea, donde el conocimiento, las habilidades y los valores humanos universales y revolucionarios conforman un todo, inseparable e indivisible, para dar lugar a un hombre íntegro e intachable, aunque no perfecto. Porque antes de ser líder Martí era un ser humano sin manchas y sin tachas, por lo menos en lo que respecta a los valores esenciales del ser humano. Sería un error imperdonable separar a Martí hombre del Martí líder.

Es por esto que comprendemos como una necesidad incuestionable hoy día desarrollar aquellos símbolos organizacionales que están llamados a reforzar actitudes y comportamientos deseados de los que depende no sólo la capacidad de resistencia de nuestro pueblo, sino también la posibilidad del desarrollo económico y social del mismo; los símbolos a que nos referimos son: eficiencia, eficacia, efectividad, calidad, orientación al cliente, 100 % de satisfacción del cliente, responsabilidad, identidad, compromiso, consagración, ejemplaridad, responsabilidad social de los líderes y sostenibilidad socio-económica de la dirección.

En nuestras condiciones, para que estos símbolos puedan ser comprendidos, aceptados y asimilados por las personas, y puedan generar una situación activa de transformación de actitudes y comportamientos, tienen que ser construidos de forma conjunta (sujeto-objeto) en un proceso de dirección-liderazgo, donde las habilidades directivas (comprendidas como competencias), constituyan las herramientas fundamentales sobre las cuales se fundamente su práctica. Las competencias directivas son las principales herramientas con que cuenta el dirigente para modelar actitudes e inspirar comportamientos, tal y como lo son la forja, el yunque y el martillo para el herrero, cuando le da la forma deseada al duro hierro.

Ahora bien, no será posible cambiar definitivamente la forma de pensar de las personas y por ende sus modos de comportamiento en el marco laboral, sino somos consciente de que al mismo tiempo que se toma definitivamente partido en el sentido de generar y desarrollar símbolos y trabajar en la conciencia de los miembros de nuestras organizaciones, es imprescindible crear un clima adecuado dentro de las mismas, asegurar las condiciones laborales mínimas indispensables, garantizar un salario justo y decente, y por ende, una alta calidad de la vida laboral.

Es importante también que la organización contribuya a que sus miembros estén en capacidad de situarse de forma general, en condiciones favorable dentro el sistema de distribución de la riqueza nacional, a partir de un verdadero enfoque de justicia social y en correspondencia directa con los resultados del trabajo. La organización tiene la responsabilidad no solo de brindar a sus miembros seguridad material, sino también garantizar las condiciones que propicien un reconocimiento y un status social dentro de la comunidad. La solución del problema pasa aquí indiscutiblemente, a través de un enfoque de sistema y no a través de la solución parcial y atomizada de sus diferentes partes componentes.

Sobre la base de todo lo anteriormente expresado en el desarrollo del trabajo, consideramos que estamos en condiciones de presentar de forma esquematizada el modelo teórico que sustenta todo el pensamiento y la práctica del proceso de dirección-liderazgo de José Martí, como un todo, y que se argumenta desde el enfoque holístico. El gráfico resalta además, la importancia y vigencia que conserva hasta nuestros días la concepción martiana sobre el proceso de dirección-liderazgo de las personas y los grupos, visto a partir de su impacto y trascendencia. (Ver figura No.1).

Este modelo teórico constituye el fundamento o marco conceptual de la práctica transformadora de Martí como líder, no obstante contar con una lógica del pensamiento bien estructurada y madurada, no es suficiente para lograr una dirección eficaz y eficiente, se necesita además desarrollar competencias particulares en este ámbito. En el caso particular de José Martí, las competencias directivas que pone en práctica al actuar como líder de una compleja revolución social, son la expresión de la interrelación y complementación de los factores: especial talento personal, alta inteligencia emocional, un temperamento muy particular, que se une a una educación familiar y escolar (en el sentido más amplio de la palabra), y que fue base propiciadora para su desarrollo posterior y expresión en la praxis revolucionaria, en un contexto socio-político favorable.

Fig. 1. Modelo del proceso de dirección-liderazgo desarrollado por José Martí.

Enseñanzas martianas útiles para una dirección eficaz en la actualidad.

  1. Fomenta los mejores valores compartido por la organización, promuévelos. Actúa tú primero en correspondencia con ellos.
  2. Sueña con el futuro, sin dejar de nutrirte de la realidad práctica.
  3. No temas a la verdad, por muy dura que ésta sea, la credibilidad e impacto de tu discurso depende de ella.
  4. Escucha con atención y desarrolla vías permanentes de retroalimentación.
  5. Premia los resultados, pero reconoce siempre los comportamientos congruentes con los valores compartidos en la organización, a las personas de virtud, sinceras y cooperativas.
  6. No permitas alabanzas vanas, te perjudicas a ti y al que la expresa. Te resta prestigio, desmoraliza el colectivo.
  7. Promueve una actitud participativa en tus colaboradores, bríndale el espacio y las condiciones para ello.
  8. Garantiza que exista la transparencia necesaria. Somete el desempeño y la actuación de todos (incluyendo la tuya) al escrutinio colectivo y público.
  9. Tu responsabilidad e imagen como líder van más allá de las fronteras de la organización ¡cuídala, donde quieras que estés!.

CONCLUSIONES

La práctica social y organizacional actual demuestra a cada momento, de que todo el legado martiano acerca de la dirección política del proceso revolucionario cubano mantiene plena vigencia en la actualidad y es de completa utilidad para todos los cuadros de dirección y directivos actuales de las organizaciones socialistas cubana, independientemente de la esfera de la vida socio-económica y política donde se desempeñen, y el lugar desde donde defienden el supremo propósito (en última instancia) de lograr una mayor eficacia y eficiencia desde una mirada profundamente social y humanística; en el marco de la cual prime, la concepción de que el hombre (sin distinción de ningún tipo) y su bienestar constituyen la piedra angular fundamental de la dirección organizacional.

Sólo si la dirección de la empresa se desarrolla sobre la base de claros y sólidos valores compartidos por todos en la organización, y construidos de forma conjunta en la interrelación sujeto-objeto, el estado deseado alcanzado puede ser sostenible y perdurable en el tiempo, logrando el desarrollo, la eficiencia y la eficacia empresarial, no solamente desde el punto de vista técnico-económico, sino también socio-político. Es la única forma verdaderamente socialista en una sociedad como la nuestra, en que la empresa se convierte además en un organismo de formación integral de valores. El famoso “output” término que con frecuencia es citado en los escritos vinculados a la Administración toma aquí una nueva dimensión, que se aleja de la concepción única de comprenderlo sólo, como los productos finales del funcionamiento de la organización, sino que a la vez es expresión de un proceso de formación de competencias, de valores y de hombres, como los pensó el propio Martí, y por tanto de dirigentes más completos y dignos.

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Rodríguez González Francisco. (2009, abril 23). Legado de José Martí en el ámbito de la dirección y el liderazgo. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/legado-jose-marti-ambito-direccion-liderazgo/
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Rodríguez González Francisco. "Legado de José Martí en el ámbito de la dirección y el liderazgo". gestiopolis. abril 23, 2009. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/legado-jose-marti-ambito-direccion-liderazgo/.
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